viernes, 19 de marzo de 2010

Seguimos en las mismas

Aquí aparece un Fidel Castro que aparenta tener cien años jugando pelota.


Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) - En Cuba, como en épocas de la
colonia, desde hace mucho se ha desarrollado una economía independiente,
en la cual las disposiciones de la monarquía de los hermanos Castro
rigen, pero distan mucho de cumplirse, debido a que los cubanos, para
satisfacer sus necesidades, practican el contrabando. La principal
causa es similar a la de antaño, cuando la metrópoli, lastrada por una
tradición que se remontaba al siglo XV, imponía una política comercial
monopolista de Estado.

Un joven me confesó que luego de terminar la carrera de Contabilidad y
Dirección de Empresas, y no encontrar un trabajo que cubriera sus
necesidades, se había convertido en lo que en otras épocas hubiera sido
considerado un bucanero. Me sorprendió personalmente el hecho, pues el
joven hijo de personas vinculadas al gobierno, y él mismo se confiesa
comunista.

En una página de Internet, que alojada en un servidor extranjero, coloca
anuncios para la venta en territorio nacional de teléfonos móviles,
computadoras, automóviles, bienes raíces. Cuando hablamos estaba
contactando a un posible comprador. Le pregunté sí iba a efectuar el
negocio, y me contestó:

-No, qué va, aparecieron demasiados compradores debido a los precios de
los equipos. Lo que voy a hacer es ponerlo otra vez en oferta, pero con
un precio superior. Si espero un poco puedo vender más caro.

Por supuesto, se trata de un mercado subterráneo alternativo, surtido
con mercancías que provienen de la pacotilla que acarrean los mismos
funcionarios y enviados del régimen al regresar de las misiones en el
exterior. Esta gente se aprovecha del estancamiento económico para
especular con mercancías que no podrían adquirirse en ninguna otra parte
en la Isla. A pesar de las limitantes de los cubanos para acceder a
Internet, este tipo de comercio florece con la complicidad de las
autoridades.

En la época de la colonia los cabildos controlaban la situación y
permitían el ilegal contrabando, porque era necesario para su
supervivencia. Prohibirlo hubiera podido generar estallidos de malestar.
Era un negocio del cual todos participaban, y los que no participaban
directamente, al menos callaban, incluidos los curas. Por algo Melchor
Suárez de Poago, el asesor letrado del gobernador Pedro Valdés, al hacer
una pesquisa en 1603, en la ciudad de Bayamo, descubrió que, como en
Fuenteovejuna, todos eran culpables.

Estamos en las mismas.

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