viernes, 19 de marzo de 2010

El caldero vacío

Este caldero está lleno pero las de Cuba están vacíos.

Osmar Laffita Rojas

LA HABANA, Cuba, marzo (www.cubanet.org) – En Ciudad de La Habana, con
una población de dos millones de habitantes, la demanda de alimentos es
cada día mayor, pero la respuesta de los encargados de garantizar el
suministro de productos agrícolas a la red minorista, dista mucho de
satisfacer la demanda. En la capital funcionan 308 mercados
agropecuarios estatales y un número similar de puntos de venta
vinculados a la agricultura urbana.

En agosto del año pasado el gobierno encargó la comercialización de los
productos del agro al Ministerio de Comercio Interior (MINCIN). Todo
apuntaba a que se terminaba con la pesadilla de las empresas de acopio
del Ministerio de Agricultura. Los más optimistas respiraron tranquilos.
Por fin los capitalinos podrían comprar viandas, frutas, vegetales y
carne. Pero otra vez se reactivaron los ineficientes centros de acopio
y, por el momento, funcionan 5 en la periferia de la capital. Su
cometido es acopiar y distribuir los productos del agro producidos por
campesinos independientes y cooperativistas, procedentes de los 14
municipios de provincia Habana.

El cuello de botella se produce cuando hay altas producciones de
plátano, boniato, yuca, tomate o cebolla. Esto ocurre por la limitada
capacidad de almacenamiento y los ineficientes mecanismos de
distribución. Los camiones cargados (de productos perecederos) tienen
que esperar uno o dos días para ser descargados y luego volver a ser
cargados para distribuir la mercancía a los mercados agropecuarios de la
capital.

Esta locura hace que las viandas, vegetales y frutas, de primera
calidad, cosechados por los campesinos y las cooperativas, lleguen a
los mostradores de los mercados convertidos en rastrojos semi podridos,
de tercera, debido a la innecesaria demora y a la sucesiva manipulación
y maltrato, durante los almacenamientos y la transportación. Eso es, si
llegan, ya que frecuentemente la producción se pierde en los vericuetos
de este absurdo sistema.

Esta demencial política de un Estado que quiere controlarlo todo,
propicia la corrupción, los robos, y la pérdida de miles de quintales
de productos procedentes del campo. El abastecimiento en los mercados
agropecuarios propiedad del estado va de mal en peor. A veces se
encuentran algunas viandas; las frutas son aún más difíciles de hallar.
La piña desapareció. De los vegetales, ni hablar. El boniato tradicional
alimento de pobres y perros, aparece a veces, a tres pesos la libra… y
vuela de las tarimas. La yuca ha pasado a ser un producto de lujo. Nadie
explica qué ha ocurrido con las calabazas, los limones, la naranja dulce
y la agria.

En noviembre de 2009, como parte de la campaña gubernamental de
"eliminación de gratuidades", la papa fue eliminada de la cuota
subsidiada vendida a través de la libreta de racionamiento. A principios
de marzo reapareció en venta libre, pero cuando llegan papas a un
mercado, algo que ocurre de modo muy irregular y sorpresivo, el caos
sugiere que más que vender papas, van a regalar filetes de carne de res.
Los tumultos y las broncas, generados por el arribo de las papas, son de
tal magnitud, que el ciudadano que logra comprar un par de libras se
puede considerar un verdadero triunfador.

En el mercado agropecuario EJT, de Tulipán, Nuevo Vedado, que tiene 45
mostradores, lo normal es que no hay más de cuatro o cinco productos.
Los que más duran, no llegan a dos horas en las tarimas. El que logra
comprar algo, lo hace después de pasar horas en una cola gigantesca.

Para lograr una comida balanceada, no le queda al habanero otra opción
que ir a los mercados de oferta y demanda. A ellos se va consciente de
que hay que gastar 100 ó 200 pesos, para adquirir sólo lo indispensable.
Esto, en un país donde el sueldo de un profesional universitario es
alrededor de 500 pesos mensuales.

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