Cubamatinal/ Algún día los rostros de ira se trocarán en sonrisas y las manos que golpeaban y arrastraban se volverán amables. Los puños en alto se abrirán y se tornarán en caricias. Amores atrasados volverán a la familia, dejada de lado en la búsqueda por complacer a un régimen vengativo que dividía para seguir gobernando.
Los gestos temibles cambiarán a impasibles y los ojos que acechaban sólo buscarán el órden.
Por Angélica Mora
Florida, 20 de marzo/ Atrás quedarán los días de persecución, las horas de odios. Todo el rencor se diluirá y se pensará ¿porqué lo hice? No tenía para qué atacar a mi propio pueblo.
Yo sé que todo esto algún día cambiará. Lo se porque mi país así lo vivió. Les hablo por mi propia experiencia. Sufrí esos mismos días, esas mismas noches de terror y espanto… conociéndolos desde lejos. Chile se desgajaba, en dolor de hermanos divididos por el odio.
Un odio inyectado como poción negra en las venas del pueblo, que salía a destruir y someter por la fuerza del miedo a los que no querían el sistema de gobierno imperante.
Algún día mis hermanos de Cuba y Venezuela y todos los sometidos a estas humillaciones y dolores, serán libres.
Sin embargo, el sanar de las heridas requerirá algo más que voluntad.
No puedo pedir que olviden y perdonen, porque en mi caso aún tengo abiertas las llagas de esos días, que no ví por estar fuera de mi patria, pero que las sentí -una a una- rasgar la esencia de mi yo, cada vez que ocurría.
Sería hipocresía pedir entonces que olviden y perdonen, en ese futuro que se ve difícil pero próximo.
Lo único que, con mi experiencia ahora de ver a mi país nuevo puedo aconsejar, es que hay que siempre mantener el alerta y especialmente siempre recordar que la Patria está allí y es lo único por lo que -verdaderamente- hay que luchar con ahinco, toda la vida.
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