martes, 6 de abril de 2010

Un mapa para la globalización


Enviado por ei en Abril 7, 2010 – 0:14 am.Gerardo Muñoz

Hace exactamente un año atrás, por estas mismas fechas, fletaba rumbo a Nueva York a pasar la primavera con algunos amigos cubanos. Iba ligero de equipaje, aunque con una o dos camisas de más, ya que, como bien advertía Walter Benjamin en uno de sus fragmentos, nunca se sabe que rumbo uno puede atravesar en los viajes de un espacio de la ciudad a otro. En este viaje llevaba conmigo un libro que encajaba en más de una forma con el recorrido desde el campus universitario donde me encontraba a una metrópolis urbana, de la tierra del sol a los días lluviosos y grises del alto Manhattan. Me leí de este modo, durante el vuelo de American Airlines, El Mapa de Sal (Mondadori 2001) del ensayista cubano Iván de la Nuez, dando así por cerrado el ciclo de la obra de este ensayista que venía leyendo desde hace algunos meses. Como algunos poemas de Edmond Jabes, la “guagua aérea” de Luis Rafael Sánchez, o los libros de imaginación de Gastón Bachelard, dudo que este libro de Iván de la Nuez – y en particular este manual – pueda leerse desde el estatismo de una butaca de biblioteca, sino desde las fugas y la inmanencia, es decir, desde el no-lugar, o desde cierta utopía aérea.

Nomadismo, líneas de fugas, mapas, sal, costas, agua y tierra, islas desiertas, muros y ventanas, globos y computadoras, inundaciones y balsas, deshielos y sufijos, el PC y el otro pc, del Macondo de Gabo al McOndo de Fuguet, del Che Guevara al bikini de Bunchen. El mapa de sal no intenta suprimir la realidad global por una cartografía de la esquizofrenia, sino apuntar hacia ciertas rutas probables del desamparo, o de la soledad de un post-comunista en la era de la globalización. Sobre los comienzos del siglo XXI, de la Nuez ya entreveía los problemas que una década después hemos estado presenciando no sin cierto espanto: la globalización en el meollo de las “culturas híbridas” y “las revanchas de la copia”, y la falta de orientación – de ese mapa cognitivo del cual habla Frederic Jameson en su clásico ensayo sobre la lógica cultural del posmodernismo – en una era que parece negarse a orientar rutas viables. Si Benjamin veía en los pasajes y en el urbanismo decimonónico la silueta del “personaje destructivo”, quien encuentra múltiples rutas como posibles potencias de la vida a la destrucción; al confeccionar la tejedura de un mapa de sal, Iván de la Nuez singulariza un pasadizo donde solo la ruta es lo que ataña, y donde las incesantes mutaciones de lo global son las únicas formas de la alternanza. Quizá sean dos las formas de leer este libro. Primero como un recorrido formal y personal del último intelectual arrojado a la intemperie de la última revolución del Occidente. De modo que hablamos de cabos y de extremos: la Revolución se vuelve evolución de otra cosa, y lo mismo ocurre con el narrador de este mapa; un caminante cuya ruta son los desvaríos. La segunda manera de lectura – y sin duda las más rica y gallarda – es la de entender un mapa como el libelo de un crítico que se rehúsa a traicionar la voluntad crítica desde los dos lados del Muro. De la Nuez, a diferencia de la mayoría de intelectuales cubanos que ahora recorren el capitalismo global, ha atravesado el comunismo, para negar el capitalismo, o al menos, para ofrecer, sin nostalgias, cómo las cosas pudiesen haber sido diferentes. O mejor: para ilustrar cómo la mudanza ha sido una y la misma.

Aunque defiriendo de las pericias de Michael Hardt y Antonio Negri, Iván de la Nuez no propone buscar lazos de multitudes para salir de las represiones esquizofrénicas del globo, sino un mapa personal, donde la actitud crítica se desenvuelvan ante el poder, es decir, volver a enfrentar al establishement, con el coraje de la voz de la experiencia, sin premoniciones ni conjuras. Si Foucault habló alguna vez de el costo de decir la verdad ante el poder, de la Nuez invierte dialécticamente la sentencia: ¿cuanto le ha costado al poder seguir diciendo no verdades? Un mapa, creado de granos de sal, dibuja el rostro ideológico de esas mentiras globales que se hacen pasar por premisas de la verdad de un mundo mejor.

El rechazo de la cultura global, de los discursos multiculturales o neo-liberales, o las inundaciones del mercado, aparecen en este Mapa de sal como derroteros de una jungla de residuos, más próximos a un parque de diversión que a un espejo de la catástrofe cercana. Trastocados por multiplicidades y devenires de toda índole, el narrador de este mapa – que siempre es el mismo De La Nuez, pero siempre marcado por las diferencias geográficas, temporales, o estéticas – sujeta los bordes de la urbe como única estrategia posible, donde la lengua no importa, sino solo la punta de la lengua. Un recorrido nasal:

“Me gustaría escribir que no he hecho un mapa sino un mándala, puesto que este libro está hecho para ser esparcido y olvidado. Pero en realidad, yo he hecho muy poco. Acaso porque este mapa, no ceso de repetirlo, es un mapa hecho a si mismo. En la frontera exacta entre mis palabras y mis pasos.” (p.108).

Como una especie de cartógrafo (no hay que obviar el hecho que, análogamente, uno de los mejores ensayistas de este siglo, Antonio José Ponte, se ha autotitulado “ruinólogo”), Iván de la Nuez bordea estos recintos exóticos tras la diseminación del posmodernismo. Continuidad y ruptura: no hay escape a la dialéctica, sugería Kojéve. Lo primero se evidencia porque en su libro anterior La balsa perpetua, el ensayista forjaba una topografía de esa Modernidad Liquida que proponía Zygmunt Bauman. Claro está que, para un cubano que creció en el comunismo del Comandante Fidel Castro, lo líquido solo era explicable a través de las costas y las balsas que mediaban entre el Golfo del Caribe y entre las periferias de un mundo sin centro. La ruptura con sus libros anteriores, incluso posteriores (como Fantasía Roja, ese paseo intelectual con un Chevy por la Habana), es la forma testimonial y fragmentaria, arrendada por esa memoria del presente. Como hubiese querido Henri Michaux, este mapa está compuesto de huellas para catalogar o download en alguna memoria RAM o de mp3: signos no encontrados, solo el espacio que resta entre la presencia de aquellos signos postizos y sus duplicados.

Ahora solo subsiste la sal, y con la sal algo de arena. Las dunas y los fragmentos de la ciudad global que se alteran tras los nómadas que viajan de la fuga a la meseta.

En una entrevista el artista cubano de la misma generación de Iván de la Nuez, Rubén Torres Llorca, decía que la diferencia entre el comunismo y el capitalismo es una cuestión de tiempo, ya que los dos sistemas, tarde o temprano, están condenados a evaporarse. A veinte años del muro de Berlín, los totalitarismos continúan y se esparcen por toda la urbe: los muros proliferan y las torturas reaparecen ahora con rostro de Guantánamo (no es tampoco coincidencia que de la Nuez subtitula su último libro Del Muro a Guantánamo). Entre tanta dispersión y melancolía por el pasado, entre tantos sufijos y desconfianzas semánticas, El Mapa de Sal es una tentativa a la exploración de una globalización inoperante.

(Gainesville, FL. Abril del 2010)

Reseña de El Mapa de Sal de Iván de la Nuez (Periférica 2010)

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