miércoles, 12 de mayo de 2010

Confusión de sentimientos


Enviado por ei en Mayo 12, 2010 – 9:47 am.Arnaldo M. Fernández

Así como algunos cubanos son presa del sentimiento del fin de los tiempos, otros sienten que el tiempo no avanza en sentido lineal, sino que más bien transcurre, como pensaba Anaximandro de Mileto, de forma cíclica y en sucesión orden-caos. Lo perciben así sobre todo quienes fueron condenados a cárcel en los años 60 por intentar salir ilegalmente de la Isla y, una vez en el exilio, buscan la ciudadanía estadounidense.

Desde que Castro apretó las clavijas con la Ley 425 (julio 7, 1959), las personas apresadas en actos preparatorios o en el intento mismo de salir del país fueron juzgadas y sentenciadas por los mismos delitos contra los poderes del Estado (Artículos 147 y 148 del Código de Defensa Social) imputados al propio Castro por asaltar el cuartel Moncada. A tal efecto, la pirueta judicial consistía en que los implicados abandonaban la Isla con ánimo de unirse a grupos anti-castristas del exilio y regresar enseguida en son de guerra. Los preparativos de la salida se endilgaban como parte de un plan más ambicioso para tumbar al gobierno revolucionario, aunque nada más se ocuparan la embarcación y el plano, a mano alzada en papel cartucho, de cómo llegar a la costa. La mera intención de escapar del castrismo se transfiguraba grotescamente en delito contrarrevolucionario y las sentencias suplían el déficit probatorio con variaciones de aquel adjetivo (vendepatrias, lacayos de Washington y otras letanías) para disponer también la confiscación total de bienes al amparo de la Ley 664 (diciembre 23, 1959).

Al negociar Castro con la Casa Blanca, bajo el disfraz de gestión del exiliado cubiche Bernardo Benes, la liberación de 3,600 «presos políticos» hacia 1979, de los cuales solo un tercio permanecía aún tras las rejas, más la mitad de los encarcelados eran boat-people (Wayne Smith: The Closest of Enemies, WW Norton & Co, 1988, página 158). Ahora resulta que esos convictos por «rebelión» en virtud de la Ley 425 se enredan al solicitar la ciudadanía de los EE.UU., porque desde 2001 suele tacharse de «terrorista» a toda persona involucrada en delitos contra los poderes del Estado. El pleito judicial migratorio por limpiar semejante tacha y acreditarse simplemente como balsero temprano es otra vuelta de la rueda de la historia, en marcha atrás, que estimula la percepción del tiempo cíclico entre cubanos.

-Ilustración: K.H. Hodicke, Boat-people (1979).

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