lunes, 3 de mayo de 2010

Damas de Blanco: la resistencia de los gladiolos


Por Yoani Sánchez

Una brisa fría de principios de febrero bate sobre la glamorosa Quinta Avenida en la parte oeste de La Habana. Calle de tráfico veloz, exhibe un paseo central con árboles de ramas recortadas y bancos de granito. Más de una treintena de mujeres vestidas de blanco la recorre con gladiolos en las manos, hasta llegar a una esquina donde se paran y gritan varias veces la palabra “libertad”. Los autos que circulan –a uno y otro lado– aminoran la velocidad para verlas peregrinar, mientras los policías vestidos de civil hacen notar su hosca presencia. Algunos transeúntes pasan y las aplauden; otros evitan acercárseles para no ser captados por las cámaras que rodean el lugar y que intimidan a todos con sus ojos de cristal. Son las Damas de Blanco, esposas, madres e hijas de presos políticos que ya llevan siete años condenados a largas penas y a cuantiosos insultos oficiales. Su marcha es la única expresión de descontento cívico que ha logrado arrebatarle al gobierno cubano un fragmento de ciudad, un trozo de ese país que permanece asustado y silenciado por el control.
La iglesia de Santa Rita, abogada de los imposibles, acoge cada domingo la plegaria de este grupo de féminas conocidas dentro y fuera de Cuba. En la amplia capilla se ve la claridad de sus ropas aquí y allá, orando por el marido cuya salud se ha deteriorado en la frialdad de una mazmorra o por el hijo al que se le ha ido la juventud esperando una amnistía. Ninguna de estas mujeres de rostro triste podía imaginar que la desgracia las uniría para formar un movimiento ciudadano con crecientes simpatías entre la población de la isla. Hace ocho años muchas de ellas desconocían la existencia de las otras, pero la Primavera Negra de 2003 las hizo confluir en el llanto, la exigencia y estas largas caminatas dominicales. Al comenzar la guerra de Estados Unidos en Iraq, el gobierno de Fidel Castro creyó que era el momento de aprovechar la distracción y meter en la cárcel a casi un centenar de opositores y periodistas independientes. Esa vez el viejo truco de esperar a que la comunidad internacional estuviera mirando hacia otro lado no funcionó. El repudio fue total, pero no logró evitar que las salas de los tribunales procesaran, con toda premura, a 75 ciudadanos bajo la temible Ley 88, más conocida como Ley Mordaza.

Publicado en Letras Libres, artículo completo aquí


Firma
por la libertad de los presos políticos cubanos

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