lunes, 3 de mayo de 2010
El cambio es la esperanza
Kico
TalCual / ND
El día del debate presiden-cial colombiano se me ocurrió poner en twitter un mensajito en el que afirmaba que Mockus representaba un cambio, nuevas ideas, una opción distinta y renovadora en el continente. La reacción fue todo lo contrario a lo que esperaba. En vez de aplausos recibí burda de pitas.
opinan los foristas
Una parte significativa de los twitteros respondió que Mockus era igual que Esteban. Quienes sostenían este argumento se basaban en dos premisas. La primera, unas declaraciones del ex alcalde de Bogotá donde hablaba sobre su admiración hacia el líder de la revolución bolivariana y, la segunda, la creencia de que todo aquel que habla de cambio, es socialista, comunista, igualito a Chávez.
En referencia a la primera afirmación, el propio Antanas Mockus en medio del debate reconoció que esa declaración fue un error.
Debió utilizar otra palabra. Hablar de respeto y ya. La segunda premisa fue la que se me metió en la cabeza y con este escrito pretendo sacarla de allí. Mis twitteros son en su gran mayoría gente de oposición. No es una bolsería que un sector importante de ellos piensen que proponer cambios en el continente es ser chavista. Cuando extiendo el área en que se genera esta apreciación, más allá del debate colombiano, es porque siento que en elecciones latinoamericanas anteriores, se registraron en el país opiniones muy parecidas.
Cierto que Daniel Ortega y Evo Morales son similares, conceptualmente hablando, que Esteban. Pero, de allí en adelante hay una serie de diferencias importantes en el liderazgo continental, que hacen que una afirmación de ese tipo constituya un error de apreciación grave.
Comparar, por ejemplo, a Mauricio Funes con Chávez se le perdona a una persona poco informada, que habla de política jugando dominó con unos amigos Ahora, si el mismo cuento, ocurre hasta con Barack Obama, con Mockus y con cualquiera otro que hable de cambio, allí más que desinformación, lo que está ocurriendo es digno de investigar.
No se trata entonces de ir a estudiar las enormes diferencias de Funes, Tabaré Vásquez o la Bachelet con nuestro querido Presidente para corregir la brújula y no meter la pata en discusiones políticas. El miedo a la palabra cambio, en el seno de la oposición venezolana, puede constituir una pared, una limitación clave que impide la comunicación con los sectores mayoritarios del país.
Ahora que vienen las importantísimas elecciones del 26S metámosle cabeza al asunto para desenredar cualquier tapujo. Se entiende que en la clase media se tenga temor al cambio. Chávez constituye una amenaza que hace que la gente piense que la van a quitar lo suyo, que vamos hacía una dictadura donde el Estado va a decidir hasta en la educación que reciben nuestros hijos. Pero, en el pueblo pobre, el cambio es una necesidad.
La mayoría de los estudios coinciden en señalar que el acierto de Chávez está en la oferta social. Mientras la oposición, fuerte en los sectores medios, refleja que los temas de mayor interés están en el terreno de lo político, libertad de expresión, derechos humanos, etc., los que menos tienen señalan que su prioridad es la seguridad, educación, trabajo, vivienda, etc.
La gente que vive mal aspira a cambiar sus condiciones de vida, a salir de abajo. El cambio es casi lo único que le queda. Es la esperanza. Los sectores medios mal que bien tienen parte de esas asuntos resueltos. Tal vez por eso se generan los problemas de sintonía. Los pobres suelen percibir a los que están algo más arriba en los social como conservadores, egoístas, como poco solidarios. Creen que no les importan sus vidas.
Chávez les ha utilizado ese resentimiento para vender que la oposición, la clase media y los ricos, quieren el poder para volver al pasado, recuperar sus privilegios.
En la campaña hacia el 26S es fundamental corregir estas apreciaciones.
Henrique Capriles obtuvo un enorme éxito en Miranda al basar su campaña en la consigna “El cambio eres tú”. En los afiches aparecía rodeado de gente común, alegre y querida. Es clave, fundamental, ver como vencemos los miedos de cierta parte de la oposición, a la vez que disminuimos la factura y envidia entre los más pobres para representar esperanza.
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