lunes, 3 de mayo de 2010

La Mockusada


Pedro Lastra
ND

No hay por dónde perderse: por lo menos aquí, entre nosotros, los fiebrudos son los mismos. Los que confundieron los devastadores y ominosos saqueos del 27 de febrero con los sans coulottes que asaltaron la Bastilla. Y que un par de años después confundieran al golpista de Sabaneta con Vladimir Ilich Ulianov. Para terminar recibiéndolo con trompetas y timbales cuando montado en el caballo de Troya de las izquierdas y la supina ignorancia de los desconocidos de siempre se alzara en hombros de la antipolítica para entrarle a saco a nuestra democracia por los portones de la legitimidad electoral. Y el aplauso de los que no aprenden. Ni que los fajen chiquitos.

opinan los foristas

Los mismos que montaron la apología de una vergüenza – neveras, catres, colchones y reses en hombros de la poblada – con sesudos trabajos de sociología cultural y le alfombraron el camino mediático a la barbarie, para moquear demasiado tarde cuando comprobaran que el tiro les salió por la culata Hoy vuelven a tropezar, vaya a saber uno por cuánta vez, en la piedra del deslumbramiento ante los aluviones. Esta vez en andas de “un aire fresquito” que viene de Colombia. No hay caso: el que nació barrigón, ni que lo fajen chiquito.

Es lo que un deslenguado, de esos que van preso por cantar las amargas verdades y mantener la frente en alto, llamaría “la pendejería política”. Tómese el guión del golpismo venezolano que cundió como la sarna entre fiscales y editores, parlamentarios de centro izquierda y empresarios bienpensantes, propietarios de canales y dueños de radioemisoras, columnistas y opinadotes de oficio, incluso entre obispos, rectores y generales en los alrededores del 92 y hasta bien entrado el 2000, y compáresele con el que hoy esgrimen quienes quisieran freír las cabezas del uribismo. Se sorprenderá de las semejanzas. No son casuales: corresponden al escenario perfecto para quebrarle las patas a la precaria institucionalidad democrática y permitir que los pescadores del río revuelto se hagan de los peces gordos.

Si Carlos Andrés Pérez fue defenestrado y encarcelado, ¿por qué Mockus no habría de esposar a Uribe y mandárselo a Correa? Un aire fresquito que viene de Colombia. Si Chávez le dio un golpe de Estado al Alcalde Metropolitano, ¿por qué un ex alcalde perfectamente enterado de tal aberración no habría de admirarlo? Un aire fresquito que nos viene de Colombia. Si Oswaldo Álvarez Paz está preso, ¿por qué Santos no habría de ser tirado a las mazmorras bogotanas? Un aire fresquito viene de Colombia.

Carlos Andrés Pérez volvió de Davos con un gigantesco certificado de buena conducta: la economía venezolana había crecido el año anterior un 10% – la más alta tasa de crecimiento de la región – y el desempleo no alcanzaba el 6%. ¿Qué le podían importar esas cifras a quienes sólo pensaban en afilar los cuchillos y montar la degollina de la clase política que llevaba cuarenta años sosteniendo el frágil andamiaje de nuestro único período de paz y seguridad democrática? No se bajaba del avión y ya asaltaban Miraflores a golpe de cañonazos.

Los pendejos de siempre se escandalizarán por estas comparaciones. Nadie ha freído cabezas, exclamarán: hay tres docenas de presos políticos friéndose en vida en las mazmorras del régimen. Que los que gozan del aire fresquito que viene de Colombia vayan a recibir los aires de Yare. Se les freirán hasta las entrepiernas.

La desmemoria y los aluviones: he allí las causas de nuestros males. Carlos Rangel, ni pendejo ni desmemoriado, nos previno hace cuarenta años. Aquí estamos, friéndonos el alma. No salimos de esta pesadilla y ya hay quienes aplauden los aires que vienen a refrescar al régimen. De triunfar la mockusada, tendrá su segundo aire. Los fritos seremos nosotros. Al barrigón, ni que lo fajen chiquito.

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