miércoles, 26 de mayo de 2010

"Los hijos de Guillermo Tell"


Miércoles 26 de Mayo de 2010 09:41
Bertrand de la Grange
(REUTERS)

¿Se puede ser artista en Cuba y criticar públicamente al Gobierno de los hermanos Castro? Lo ha hecho el cantautor Carlos Varela al inicio de una gira por ocho ciudades de Estados Unidos. En unas declaraciones a su llegada al aeropuerto de Miami, el trovador condenó los brutales "actos de repudio" contra las Damas de Blanco, esas mujeres que luchan pacíficamente por la liberación de sus maridos, hijos o padres, todos sentenciados a largas penas de prisión por un simple delito de opinión.

"Las Damas de Blanco merecen todo el respeto y tienen derecho de luchar por los suyos", dijo. A una pregunta sobre la muerte del preso de conciencia Orlando Zapata después de 85 días de huelga de hambre, Varela expresó su desacuerdo con la cerrazón de las autoridades cubanas: "Cualquier ser humano que está dispuesto a morir por una causa debe ser escuchado con respeto". Y remató con una alusión a la necesidad de rejuvenecer la cúpula que ha estado en el poder durante los últimos 51 años: "Sería ideal un poco de oxígeno".

Al volver a La Habana, ¿habrá represalias por tan audaces declaraciones? Varela siempre ha sabido navegar entre los arrecifes, a medio camino entre la rebeldía y la lealtad al régimen. Esta indefinición ha disgustado a muchos de sus seguidores, especialmente en el exilio, que lo veían como un contestatario y se reconocían en la letra de Los hijos de Guillermo Tell, la más famosa de sus canciones. Se trata de una parábola sobre el conflicto entre generaciones y la sed de cambio de la juventud, cansada de la tutela de un padre dominante, en alusión a Fidel Castro.

Conocí a Carlos Varela a finales de 1988, en su pequeño apartamento en La Habana. Acababa de cumplir 24 años y de estrenar Tropicollage. Esta canción tenía entonces mucho éxito, excepto en la radio, donde había orden de no difundirla. No era la primera vez que ocurría. "Nunca me han dicho que mis canciones estaban prohibidas, pero no las pasan", me comentó. El cantautor, en cambio, no tenía ningún problema para presentarse ante el público en el inmenso teatro Carlos Marx. Una de cal y otra de arena, una censura dosificada. Tropicollage era una crítica de la nueva política de apertura al turismo internacional, un auténtico "apartheid" que excluía a los cubanos de las mejores playas de la isla. "Si vas a los hoteles, por no ser extranjero, te tratan diferente. Eso ya está pasando aquí y yo quiero cambiarlo", cantaba Varela.

Eran unas letras bastante atrevidas para la época. Muchos cubanos miraban con envidia los cambios en la URSS, y Mijaíl Gorbachov estaba por llegar en visita oficial a La Habana (tuvo que posponer su viaje unos meses por culpa de un violento terremoto en Armenia). Por voluntad de Fidel Castro, no hubo cambios en la isla y las esperanzas se hicieron añicos. A pesar del llamado "periodo especial", que llevó a los cubanos al borde de la hambruna en los años 90, Carlos Varela no quiso abandonar la isla y, al igual que sus colegas Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, volvía a casa después de las giras en el extranjero. Hoy, algunos de sus antiguos admiradores se sienten engañados y lo tildan de "traidor" porque no rompió con el régimen, como si esto fuera posible en el contexto totalitario de la isla.

Aldo Rodríguez, del dúo Los Aldeanos. 6 de abril de 2010. (REUTERS)
Por lo menos, a diferencia de Silvio Rodríguez, Varela no se adhirió a la carta infame que los hermanos Castro hicieron firmar, en 2003, a varios intelectuales y artistas para justificar el encarcelamiento de decenas de periodistas independientes y, peor aún, la ejecución de tres hombres que habían secuestrado una embarcación en un intento desesperado de huir del país. Hoy, Varela da un pasito más y lo hace de manera bastante sutil: "Yo no digo que hay democracia en Cuba, pero es lo que dice el Gobierno cubano". Otros artistas, menos influyentes, van mucho más lejos. Exigen una verdadera transición democrática y no dudan en criticar duramente a Fidel Castro. Es el caso del rockero Gorki Águila, del dúo rapero Los Aldeanos o, incluso, del propio hijo de Silvio Rodríguez, Silvito el Libre.

A diferencia de Carlos Varela, Los Aldeanos no pueden viajar al extranjero (no obtuvieron permiso para ir a Venezuela y México) y sus discos circulan en la clandestinidad. "No aguanto una mentira más", cantan Los Aldeanos. Algo se mueve en la Isla. A los hijos de Guillermo Tell se les acabó la paciencia.

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