lunes, 3 de mayo de 2010

Objetivos e instrumentos

En: Opinión

3 May 2010 La cuestión a resolver es compleja. ¿Pueden los factores contrarios a los cambios necesarios para dinamizar e impulsar la economía cubana, llegar a frenar la adopción de las decisiones políticas que se requieren para impulsar hacia ese nuevo escenario? De hecho así ha ocurrido en los últimos años, en los que se ha observado una creciente recentralización de la economía y una vuelta a la ortodoxia planificadora e intervencionista, cerrando cualquier espacio al desarrollo de la iniciativa privada y el mercado.

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Objetivos e instrumentos

Elías Amor, Valencia

Fotos Elías Amor

Con solo un tercio de la tierra a su disposición, los pequeños agricultores generan el 70% de los productos agrícolas del país. (REUTERS)

Una cuestión a la que los economistas tratan de dar respuesta pensando en la eventual desaparición del régimen castrista es la siguiente: ¿tiene futuro la economía cubana?

Los economistas saben que la política económica de éxito es aquella que establece una relación entre objetivos e instrumentos. Una tarea que no siempre resulta fácil, y que en el caso de la economía es bastante compleja, lo que conduce a que las opciones que existen, si cabe, son más escasas aún.

Una visión positiva

Si se apuesta por una visión positiva del escenario futuro de la economía cubana, lo cuál no resulta difícil si se parte de un estado tan deficiente como el actual, la respuesta tendría que identificar aquellos factores que, por su parte, van a incidir de forma negativa en los cambios que necesariamente deberán producirse.

La cuestión a resolver es compleja. ¿Pueden los factores contrarios a los cambios necesarios para dinamizar e impulsar la economía cubana, llegar a frenar la adopción de las decisiones políticas que se requieren para impulsar hacia ese nuevo escenario? De hecho así ha ocurrido en los últimos años, en los que se ha observado una creciente recentralización de la economía y una vuelta a la ortodoxia planificadora e intervencionista, cerrando cualquier espacio al desarrollo de la iniciativa privada y el mercado.

En el medio de ese debate político, el principal perjudicado es el estado de la economía que, precisamente, demanda un escenario político estable y bien definido, unas reglas del juego claras y respetadas por todos para que las decisiones puedan adoptarse dentro de los márgenes de la racionalidad económica.

Posiblemente ahí residen las dudas e incertidumbres que son uno de los peores males del proceso de transformación económica, pero que necesariamente habrá que asumir. Sin embargo, aunque las sombras puedan impedir ver la salida del túnel, es seguro que la luz existe y lo importante es orientarse hacia ella con todos los esfuerzos necesarios.

Una primera opción supone pensar en los primeros momentos del nuevo gobierno democrático que impulse el proceso de transición en la Isla; imaginar que se han convocado las primeras elecciones democráticas desde hace más de cinco décadas y una coalición de partidos opositores vence a los antiguos comunistas.

La segunda opción supone que el régimen permanece inalterado, que los mecanismos de sucesión han tenido éxito y que el raulismo se afianza en el poder, desdeñando de las propuestas fidelistas, y abriendo espacios a una nueva economía, más abierta y competitiva, en la que el sector privado pueda desempeñar un papel fundamental y el mercado asignar la mayor parte de los bienes y servicios.

Supongamos que ambos gobiernos han conseguido movilizar el máximo consenso social en torno al escenario político y parlamentario, con la estabilidad suficiente para empezar, y adoptar las necesarias reformas institucionales que son prioritarias. Al mismo tiempo, y a resultas de una hábil negociación internacional, el nuevo gobierno dispone de crédito suficiente para desarrollar los cambios económicos.

¿Qué será lo que viene a continuación?

De lo que no cabe duda es que, tanto en un caso como en el otro, el dirigente político que asuma la responsabilidad de la transición económica no va a tener mucho tiempo para pensar. Tendrá que actuar con rapidez y asumir que, a resultas de las decisiones que se tomen, se van a cometer errores que será preciso rectificar, y aprender de la experiencia.

En definitiva, se trata de recorrer el mayor tramo posible del camino que separa a Cuba en términos de renta, bienestar y calidad de vida, con respecto a la media de países del continente, y además hacerlo en el menor tiempo posible. Terreno sin duda abonado para los errores, pero terreno en definitiva que supone actuar con responsabilidad y entendiendo que 11 millones de ciudadanos se merecen un futuro mejor.

El debate social tendrá que orientarse, en tales condiciones, a dos niveles básicos. De un lado, el conjunto de la sociedad tendrá que pronunciarse por el tipo de economía a alcanzar. Cuestiones fundamentales como ¿Qué participación de lo público y privado se quiere mantener?, ¿qué tipo de sistema fiscal se tendrá que impulsar?, ¿qué aspectos constitucionales en materia económica resultan fundamentales para avanzar?, ¿qué vínculos y relaciones internacionales es preciso atender de forma prioritaria?, ¿qué tipo de función pública será la mas adecuada para el país?

Se trata de cuestiones de nivel estratégico sobre las que tendrán que pronunciarse los agentes sociales, el parlamento y en definitiva, las distintas organizaciones de la sociedad civil que el proceso de transición vaya dibujando e impulsando. En el caso de la economía cubana, el objetivo puede ser fijar el nivel de participación del gasto público en el PIB en torno a la media de América Latina, es decir, rebajar el actual 52% hasta un 30% en una primera fase, y finalmente situar ese porcentaje en el entorno del 25% al final del proceso



El segundo nivel de acción será el día a día, en el que se adopten decisiones que tienen un mayor impacto social y que resultan prioritarias para alcanzar ese objetivo de una economía moderna y competitiva. Algunas de esas medidas son especialmente importantes: regulación del funcionamiento de los mercados libres, institucionalización del acceso a los derechos de la propiedad en todas las actividades productivas, la aprobación de un marco de actuación para las inversiones públicas prioritarias, creación de instituciones de nuevo cuño propias de una economía de mercado, normalización de los procesos de contratación salarial y ejercicio libre de sindicatos de trabajadores. Todo ello, y mucho más, se acumulará en los primeros momentos, por lo que definir el orden será muy difícil, sobre todo por las presiones que puedan emerger de una sociedad depauperada durante décadas.

Es por ello fundamental alcanzar, antes de comenzar, un acuerdo sobre el escenario al que se pretende llegar. El diálogo social en lo económico debe servir de preludio y refuerzo del diálogo político. Las organizaciones sindicales libres y las corporaciones empresariales deben definir un modelo de diálogo y negociación que resulte viable, transparente y eficiente para alcanzar un gran acuerdo, tanto mejor cuanto más amplio resulte, porque entonces las decisiones que habrá que adoptar tendrán también el mayor consenso.

El desmantelamiento de un estado totalitario e intervencionista en lo económico no es tarea fácil, pero si el conjunto de la sociedad forma parte del proceso de sustitución de un modelo de economía y sociedad por otro, las cosas pueden resultar más fáciles. Otros procesos de transición se han basado en consideraciones similares. Por ejemplo, la transición española fue el resultado de un pacto sobre un nuevo escenario político de futuro, que dejaba a un lado las condiciones económicas del momento, por cuanto se estimó que existía margen para emprender los necesarios cambios políticos. Dos años después, los pactos de la Moncloa exigían duras medidas de ajuste económico para evitar que la economía española perdiera los equilibrios básicos de una economía occidental. Por comparación, en Cuba, el pacto político tiene que ir acompañado de un pacto económico, lo que supone un doble esfuerzo en la gestión de los cambios que será necesario adoptar.

¿Qué medidas adoptar?

Vayamos con más detalle al análisis de esas medidas que se requiere adoptar. No resulta difícil identificar, como primera medida básica, el reestablecimiento en la Isla de un régimen de libre empresa, de libre ejercicio profesional basado en derechos de propiedad visibles, transparentes y, debidamente regulados por el orden constitucional. Si este escenario no se puede dibujar de forma inmediata, sí que resulta conveniente que todos los esfuerzos, políticas y gestos se orienten hacia él, no dejando la mas mínima duda respecto de la dirección y sentido de la política económica. Sabido es que la economía, para progresar, necesita un marco legal, político e institucional lo mas estable posible y cualquiera de los escenarios de futuro de la inmediata transición en Cuba, dista mucho de ese cuadro estable.

La restauración de la libre empresa debe ir acompañada de medidas de fuerte impacto vinculadas a la privatización de empresas estatales o en aquellos casos en que resulte mas difícil, su transformación en empresas de economía social, cooperativas o fórmulas que permitan a los empleados no sentirse al margen de su futuro.

De igual modo, habría que impulsar programas generales de formación y entrenamiento de empresarios y empresarias en toda la Isla, aprovechando para ello las organizaciones de masas existentes que, previsiblemente, tendrán que definir un nuevo papel en el nuevo sistema democrático.

La promoción del autoempleo y las pequeñas y medianas empresas debe ser uno de los ejes básicos del primer gobierno de la transición. Su éxito y consolidación estará determinado por la consolidación de ese entramado empresarial. En ese sentido, la creación de una Agencia estatal para la Pequeña y Mediana Empresa, un Instituto especializado en la promoción y creación de empresas de economía social y cooperativas, son básicamente instrumentos que debidamente impulsados en esta primera fase pueden servir para la reorganización de las asociaciones de masas y su red de dependencias y establecimientos en la Isla.

De igual modo, Cuba deberá definir con precisión su nueva posición en el marco global de la economía mundial. Y ello requiere participar activamente en los procesos de convergencia que a nivel continental se están desarrollando en los últimos años, pero asumir, igualmente, que la economía global exige orientar estrategias hacia el resto de continentes. La especialización productiva, origen de la ventaja competitiva de las naciones, es algo que históricamente Cuba ha tenido que definir a golpe de momentos históricos, y previsiblemente ha llegado otra oportunidad que no se puede perder


Esta definición en el marco global de la economía debe ir relacionada con una política de atracción de inversiones hacia los sectores estratégicos clave que permita a la economía beneficiarse de los procesos de integración en los que va a participar. Es decir, no se trata de adoptar una política de masiva atracción de inversiones, porque ello puede generar tensiones en la balanza de pagos sobre el tipo de cambio de la moneda que terminen agotando los efectos benéficos de la competitividad de la economía, un valor a tener en consideración por los responsables de la política económica.

En ese sentido, apostar por inversiones en sectores que aporten un rápido crecimiento de la cantidad y calidad de las infraestructuras, y que se apoyen en la elevada calidad del capital humano de Cuba, parece ser una opción más que razonable, en concreto, sanidad, telecomunicaciones, logística, navegación de costa, marinas, y todo ello, por medio de una política de fomento de las joint ventures que facilite la transmisión de capital y know how a las nuevas estructuras económicas de la Isla. La inversión extranjera no necesariamente debe depender de la existencia de estructuras con las que participar en la Isla, sino que se debe facilitar a los inversores extranjeros abrir sus propias empresas en las principales actividades económicas, ante la falta de este tipo de organizaciones en Cuba.

Por otra parte, habrá que plantearse el sentido de las reformas a introducir: ¿hacia dónde?, ¿qué hacer? y, ¿cómo hacerlo? En presencia de mano de obra cualificada y de bajo coste, si bien es cierto que con reducidos niveles de productividad, existen numerosos sectores hacia los que se puede diseñar una estrategia de desarrollo que permita avanzar lo máximo posible en el menor tiempo posible.

El proceso de transferencia tecnológica de los países con un nivel de desarrollo más elevado hacia países con bajos salarios, supone para la economía cubana una ventaja competitiva a corto plazo en sectores intensivos en mano de obra cualificada (informática, nuevas tecnologías, proceso de información, servicios sanitarios, educativos y sociales, formación a distancia en internet, etc) que van a ser estudiados detalladamente por las empresas multinacionales. Utilizar a Cuba como plataforma para el idioma castellano a nivel mundial de las principales empresas de software y comunicación parece, a la luz de estos datos, una posibilidad ciertamente próxima, y no hace falta situar ejemplos recientes como los informáticos en India o Pakistán para comprobar las consecuencias de este tipo de estrategias globales.

La idea de adoptar, previsiblemente, como primera medida de política económica en ese gobierno de transición, la supresión de las libretas de racionamiento, y apostar por un rápido abastecimiento de alimentos y vestido para la población tropieza, por ejemplo, con la ausencia de un sector de distribución logística y de comercio minorista que es el origen de las redes sociales que sustentan una economía de mercado. Es ahí donde la apuesta por la rápida extensión de prácticas comerciales se convierte en una necesidad imperiosa. La aparición de empresas privadas en la distribución comercial va a suponer un notable aumento de la demanda de trabajo, así como una implantación progresiva del régimen de franquicias permitirá iniciar actividades de distribución minorista con una notable rapidez y existe una amplia experiencia sobre técnicas de gestión y organización desde las casas matrices que puede servir para su implantación rápida en suelo cubano.

Muchos exiliados van a apostar por esta modalidad como forma de regreso a la Isla, aunque cabe esperar, igualmente, una fuerte participación de extranjeros vinculados al desarrollo del turismo. Empresas de viajes, alquileres de autos, restauración, cafeterías, tiendas de moda, conforman una red amplia de actividades para su desarrollo en el tiempo más corto posible. La obtención de créditos en condiciones ventajosas, o préstamos de iniciativa personal deberá ser una línea de acción para conseguir la participación del máximo número posible de emprendedores, teniendo en cuenta que en la Isla el comercio es prácticamente inexistente para un mercado actual de 11 millones de consumidores.

Sectores de futuro

El nuevo gobierno deberá identificar una serie de sectores de futuro para los que la geopolítica y los recursos humanos de Cuba resultan los más adecuados. Aquí estarían, en primer lugar, Turismo, Biotecnología, Níquel, Tabaco y Azúcar, como principales renglones de la orientación al exterior de la economía. Todos estos sectores de actividad ya se encuentran funcionando en la Isla, por lo que su dirección hacia el mercado y la rentabilidad debe ser uno de los primeros pasos de la nueva estrategia.

El turismo va a exigir, si se quiere alcanzar la cifra de 15 millones en 2020, la adopción de una serie de medidas estructurales que fomenten, por un lado, el acceso de nuevos mercados con un poder adquisitivo más elevado, y el mantenimiento de una cierta fidelidad de los consumidores. Conocido es que el sector turístico cubano viene creciendo en los últimos años por su competencia para atraer nuevos clientes, pero la tasa de fidelidad, sobre todo en los segmentos más atractivos del mercado, es muy baja. Actuaciones como el fomento de nuevas infraestructuras turísticas (de esparcimiento, de restauración, de tiendas, bares, cafeterías, etc), formación al personal que trabaja en el sector, creación de una red de oficinas en el exterior para la promoción del turismo y apertura al mercado norteamericano, son, qué duda cabe, las principales medidas a adoptar para dar salida al sector.

La biotecnología tiene que ser uno de los sectores de mayor futuro si se piensa en términos del binomio capital humano elevado de bajo coste. La posible entrada de las empresas farmacéuticas norteamericanas, la apertura de centros de I+D vinculados a las multinacionales del sector, la apuesta por una investigación de base sólida y con una clara orientación al mercado, deben situar a Cuba entre las primeras potencias del mundo en 2020.

El cultivo del tabaco, al igual que otras producciones agrícolas abandonadas, como los productos tropicales o el azúcar, se verá transformado por el nuevo régimen de propiedad privada de la tierra, con la entrada de los productores mundiales y las empresas de distribución en los principales sectores. La agrotecnología cubana, entregada gratuitamente durante décadas a otros países, se tiene que orientar hacia la producción nacional para mejorar la productividad, al tiempo que el incremento en el nivel de utilización de las tierras disponibles, facilita un cierto auge de la producción extensiva. Para suplir la necesidad de mano de obra en el campo, podría ser interesante incentivar el regreso al campo, sobre todo de los cubanos jóvenes, aunque no habrá que perder de vista que la mecanización agrícola es una tendencia general.

Mucho se ha debatido la posibilidad de recuperar el cultivo y explotación del azúcar en gran escala en Cuba. La decisión no es fácil. Cierto es que la decisión adoptada por Fidel Castro de cerrar el sector en 2003 ha sido más negativa que positiva, por cuanto no ha sido posible obtener provecho del aumento en los precios del azúcar en los mercados mundiales. Conviene recordar el estado de obsolescencia de la mayor parte de ingenios azucareros, la dificultad para canalizar mano de obra en un mercado libre y sobre todo, la pérdida de posiciones del azúcar cubano en los mercados mundiales. En cualquier caso, la recuperación de la producción azucarera podría ser canalizada a la inversión extranjera.

Nuevas actividades

Formulada esta apuesta por los sectores motores principales, a continuación, hay que ir sentando las bases para la aparición y consolidación de nuevas actividades que pueden dar a la Isla un fuerte empuje y dinamismo económico a medio plazo. Las universidades cubanas y los centros educativos, escuelas de ingeniería y centros de formación pueden orientarse al mercado y dedicar sus recursos a la investigación y desarrollo en una amplia gama de sectores y actividades. Las multinacionales podrán empezar a comprobar que vale la pena encargar a científicos cubanos determinados proyectos de desarrollo que, con bajo coste relativo, producirán resultados inesperados.

Los grandes proyectos de ocio y tiempo libre que se planifican con un horizonte de cuatro a cinco años pueden tener en la Isla una referencia básica para su concreción en el menor tiempo posible y aprovecharse del auge del turismo de calidad por el que se debe apostar desde el primer momento. Parques temáticos, ciudades de ocio y tiempo libre, parques de atracciones, todo un nuevo escenario vinculado a la diversión en el que los cubanos podrán también disfrutar en pie de igualdad con los extranjeros. El clima ayuda de forma notable.

La potencia deportiva que es Cuba puede servir para generar importantes recursos no sólo en el deporte profesional, sino a través del patrocinio que es uno de los grandes sectores de la economía global. Además, los centros de entrenamiento y de formación deportiva de la Isla pueden orientarse al mercado suministrando servicios a otros países que carezcan de los mismos.

Otro tanto cabe afirmar de la música, una de las actividades que debe experimentar un mayor auge en la Isla gracias a su definitiva orientación al mercado. La realización de conciertos internacionales de música cubana, y la llegada masiva de las empresas discográficas va a generar un importante auge de actividad privada hasta la fecha muy controlada y limitada en su expansión.

Deporte, música, espectáculos, ocio van a generar una fuerte presión hacia el desarrollo de empresas de comunicación en los medios tradicionales, prensa, radio y televisión, que deben romper los monopolios existentes, así como en la nueva sociedad abierta en la red de redes, donde el espacio de atención a los millones de hablantes en español en toda América Latina favorece este tipo de iniciativas.

Vinculado al turismo residencial y el desarrollo de ciudades de descanso para la tercera edad, nacerá todo un sector que tiene en Cuba una fuente importante de mano de obra especializada, y que tiene que ver con el cuidado de los ancianos en residencias y centros. La llegada a la Isla de los exiliados que disfrutarán en suelo cubano de los últimos años de su vida después de haber acumulado importantes planes de pensiones en los países de residencia, va a permitir el desarrollo de iniciativas en este sector, que desbordarán las dimensiones actuales, por cuanto van a fomentar el nacimiento de actividades directamente relacionadas con este sector social. Aquí, una vez más, el elevado capital humano, de bajo coste, que existe en la Isla va a convertirse en un poderoso estímulo para la creación de empresas especializadas en los más diversos tratamientos geriátricos con tecnología cubana exportable.


La medicina, la sanidad y la educación orientados al mercado van a servir, igualmente, para generar recursos en la economía privada a través del ejercicio de la libre profesión y la libre empresa, aunque prosperarán en estos sectores las empresas de economía social, las cooperativas de trabajo asociado que se dispersarán rápidamente por la Isla a partir de las empresas estatales existentes.

En el sector de los servicios sociales, Cuba tiene igualmente un gran camino recorrido gracias a la existencia de una población muy cualificada, de modo que existen grandes perspectivas de desarrollo en estas actividades en el tratamiento de todo tipo de problemas relativos a la intervención social que, con el actual proceso de globalización, beneficiará notablemente a la Isla.

Las actividades agrícolas ganarán rápidamente cuota de mercado, como consecuencia de la privatización de las tierras y la necesidad de alimentar a amplios sectores de la población, si bien el tradicional componente importador de la economía cubana seguirá siendo un lastre para el comercio exterior. Sin embargo, sería deseable que el nuevo gobierno apostara por un determinado tipo de agricultura ecológica, con actividades ecosostenibles que no deterioren en principal patrimonio de la Isla que es su naturaleza, su medio ambiente. En ese sentido, las actividades industriales existentes deberán ser sometidas a controles rigurosos para evitar el deterioro atmosférico o la contaminación de los recursos hidráulicos o de los suelos. La apuesta por un modelo sostenible de desarrollo debe ser una prioridad del gobierno si se desea progresar con el resto de actividades antes referidas.

La construcción de viviendas e instalaciones tiene un campo formidable de desarrollo en Cuba. La recuperación de los edificios deteriorados por la parsimonia del régimen debe ser una prioridad, fomentando la instalación de empresas multinacionales, centros de servicios, y cualquier otro tipo de actividad productiva que garantice el mantenimiento y conservación de los mismos. Experiencias de rehabilitación de centros urbanos deberán ser trasladadas a la Isla, y para ello habría que apostar por premios internacionales de recuperación del patrimonio que atrajeran a los principales equipos de arquitectos del mundo a establecerse en las principales ciudades de la Isla, como plataforma de servicios hacia todo el continente.

La necesidad de construcción de viviendas debe seguir un modelo adecuado para evitar la agresión al territorio. Los cubanos deben tener derecho a una vivienda digna y accesible y los poderes públicos deberían esforzarse en que ello fuera así. Generosas ayudas y sobre todo, financiación sostenible a través de entidades crediticias similares a las cajas de ahorros españolas que tienen una importante obra social, debería permitir a los cubanos acceder rápidamente a una vivienda y evitar la actual situación de degradación que les permite disfrutar un derecho que es básico.

La construcción de viviendas en las zonas turísticas, hoteles, apartamentos, marinas, bungalows, y demás oferta hotelera deberá guiarse por criterios de calidad que no distorsionen el patrimonio ambiental y natural de la Isla.

El motor de actividad económica que es la construcción va a ser una fuente primordial de crecimiento del empleo y la mejora de las rentas salariales, pero al objeto de evitar que se generen distorsiones en los procesos de eslabonamiento con el resto de sectores, no conviene acelerar los esfuerzos a corto plazo, sino que se debería apostar por un Plan de expansión a cuatro años que permita impulsar igualmente las necesarias obras en infraestructura eléctrica, hidráulica, energética y de diversa índole que urgen al país.

La fiscalidad y las relaciones con los organismos internacionales

Hay que intensificar, al menos durante la primera fase de la transición y en relación directa con las reformas políticas e institucionales que otorgarán credibilidad democrática a la Isla, las relaciones con los organismos internacionales continentales e internacionales de los que el régimen castrista se autoexcluyó. En ese sentido, será necesario definir la participación de Cuba en la OEA y en los procesos de integración económica regional, las relaciones con la Unión Europea, Naciones Unidas y sus diversas agencias de cooperación al desarrollo, Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y todo ello para conseguir la normalización de las relaciones geoestratégicas en el menor tiempo posible.

La creación y puesta en marcha de un nuevo sistema fiscal, equitativo y estable, capaz de generar recursos financieros para las reformas que desde el sector público se deberán acometer es otro de los retos. Crear una agencia especializada en la recaudación que flexibilice y humanice el marco de las relaciones fisco con el ciudadano es un elemento fundamental para mejorar el espíritu de creación de empresa de los cubanos y darle el máximo impulso a los procesos económicos.

La capitalización de las remesas de los emigrantes es otro de los retos del nuevo sistema financiero que se va a impulsar en la Isla. Es preciso que las instituciones crediticias de clara vocación social se mantengan y se consoliden en los planes del nuevo gobierno para facilitar créditos y ayudas a las familias y empresas que garanticen una rápida salida adelante. Ello debe ser combinado con la presencia de instituciones de crédito internacionales capaces de impulsar proyectos de inversión sólidos y solventes que apuesten por el futuro de la Isla.

Retos formidables

Nadie ha dicho que la adopción de este conjunto de medidas vaya a resultar fácil. No cabe esperar resultados de un año a otro. El impacto de los cambios y transformaciones será más lento de lo deseable, por cuanto uno de los principales retos será la reconstrucción del capital social de la Isla, prácticamente inexistente en la actualidad como consecuencia de la política de vacío sociológico ejecutada durante décadas por el castrismo.

Los retos que van a surgir son formidables, desde la lucha contra las mafias organizadas, al aumento del desempleo en las actividades más ineficientes, pasando por el desmantelamiento de las organizaciones de masas improductivas y la red de mecanismos de espionaje y control del sistema. Retos que tendrá el gobierno y que le van a obligar a actuar con valentía, celeridad y contando en todo momento con el máximo apoyo social.

De forma simultánea, el gobierno se tendrá que emplear a fondo en la reconstrucción de la sociedad civil, elemento fundamental del dinamismo económico, actuando en todas las actividades para fomentar la libre participación y asociación de los ciudadanos, las elecciones libres y democráticas, el espacio para la competencia partidista y la libertad.

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