
Sociedad/ ¡Que vienen los chinos!
Cubamatinal/ Días atrás, a raíz del 163 aniversario de la llegada a Cuba del primer grupo de inmigrantes chinos, que provenían de la región de Kwangtung, leía un artículo de la periodista Mónica Uriel (ANSA) sobre el legendario Barrio Chino de La Habana.
Por Odelin Alfonso Torna
La Habana, 10 de junio /PD/ La mayoría de los inmigrantes culíes -campesinos chinos que llegaron a la isla el 3 de junio de 1847 con la aspiración de regresar a su terruño con los bolsillos llenos de dinero- terminaron esclavizados en los campos de caña o sometidos a labores domésticas.
La excelente y muy oportuna reseña de Mónica Uriel, aborda brevemente la presencia china en Cuba desde la etapa colonial: sus sociedades, costumbres ancestrales y su cultura culinaria. Los privilegios de una generación de descendientes, protagonistas hoy de su propia economía de mercado, competitiva y al margen del aparato estatal socialista.
Por norma los descendientes chinos en Cuba son un producto del mestizaje, una mezcla con base en el negro, el gallego, el mulato o el indio. En fin, descendientes aclimatados a nuestras necesidades, costumbres y conflictos socioculturales.
En pleno siglo XXI nuestra revolución pudiera no ser tan roja como cuando estábamos bajo la manutención de la URSS. Ahora tiene pespuntes de amarillo. En los últimos cuatro años, la presencia económica en la isla del gigante asiático lo convierte en el segundo socio comercial del régimen. China alivia el transporte urbano y ferroviario y contribuye al proceso inversionista de la telefonía móvil y fija. También nos endeudó con sus electrodomésticos de cocina, distribuidos a tenor de la llamada “revolución energética”.
Nuevas páginas amarillas pudieran escribirse hoy que los lazos, dicen, se estrechan más entre la República Popular China y Cuba. Pudiéramos pensar hasta en un nuevo Casino Chung Wah, una cadena de restaurantes Min Chi Tang, casas de prostitución o retomar la publicación del periódico “El Comercio Chino”.
Hago esta breve reseña porque ser cubano 100% es la última carta de la baraja. No es que las oportunidades se nos vayan de las manos, es que nunca estuvieron en ellas. Cincuenta años de revolución han sido un borrón para nuestra identidad y aspiraciones. La intolerancia, el igualitarismo y los condicionamientos de turno, nos colocan en peores circunstancias que la de los judíos, españoles, haitianos y chinos que emigraron a Cuba a finales siglo XIX y principio del XX.
No he leído mejor descripción que la expuesta por el escritor y profesor norteamericano Paul Vanorden Shaw, en su artículo publicado en la revista Today el 24 de febrero de 1934: “En Cuba no son extranjeros los españoles, los americanos ni los chinos; extranjeros son los mismos cubanos. Son peones de ajedrez, criados o parias en su amada y hospitalaria tierra; son una nación con un gobierno, pero sin tierra”.
Hoy empresarios chinos invierten su dinero en Cuba, también lo hacen “libremente” en su país. En la isla se mueven siete negocios mixtos cubano-chinos, principalmente en la producción textil, la agricultura y el turismo, este último con una inversión de 117 millones de dólares para la construcción de un nuevo hotel de lujo en la capital.
¿Qué quedará para nosotros?
De seguro en la historia que está por escribirse tendremos nuestra propia página. Será triste decir que fuimos extranjeros en la tierra que nacimos. Que la revolución nos diseñó para ser continuadores de una doctrina que sepultaba tradiciones, sentimientos y voluntad de decidir y hacer, lo mismo que hacen los chinos en Cuba.
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