viernes, 4 de junio de 2010
CONGRESO CAMPESINO RETÓRICA CONTRA EL HAMBRE
Por Luis Felipe Rojas RosabalPublicado Hoy
San Germán, Holguín,(PD) El recién finalizado congreso de agricultores cubanos es un prueba tácita de por qué y cuán mal andan los asuntos domésticos cubanos. No bien habían bajado las primeras banderolas alegóricas y ya se hablaba el mismo domingo de logros mayores, empeños elevados y satisfacción generalizada.
Así es este pequeño país. Cientos de mercados agrícolas vacíos o abiertos para vender condimentos criollos, un cuerpo de inspección hecho a la medida del célebre Torquemada, un desmadre entre quienes deben recoger cuatro cajas de madera para que no se pudra un quintal de tomate y los almidonados burócratas que ahogarían al más pintado en la mar de papeles para justificar lo insalvable.
¿Se sienten a gusto los productores agrícolas que emprendieron la nueva tenencia de tierras? De ningún modo. ¿Cuándo se sintieron a gusto los campesinos tradicionales en la zona Velazco-Banes, otrora granero de Cuba?
En nuestra querida isla florece el ímpetu de jóvenes, novísimos campesinos, que la emprenden contra el pedacito de tierra que les han dado en usufructo como si allí estuviera toda la felicidad. Y puede ser, pero ¿dónde están los resultados de los tradicionales productores de carne y viandas?
El mismo azote burocrático y con ínfulas de mandamás del sacrosanto cuerpo de inspectores, las aves de rapiña de mecanismos de control como el Partido Comunista de Cuba y la cada vez más inalcanzable distancia entre los productos ofertados y el poder adquisitivo martillan las relaciones sociales entre los cubanos de hoy.
Son escenas del más bucólico y vernáculo teatro que podamos ver. El conocido mercado de Cuatro caminos, en Ciudad de La Habana, surtido por productores del oriente del país. Un andamio destartalado en la Carretera a Gibara, Holguín, enclave por el que pasa la mayoría de los productos agrícolas de la zona, oferta algunas hortalizas, herrajes para caballos y otras menudencias.
Lo risible de todo es que el flamante Congreso de la ANAP (Asociación Nacional de Agricultores Pequeños), clausurado a ritmo de congratulaciones, entregas de gallardetes, declaraciones de principio y la presencia de Raúl Castro: el descubridor de que la agricultura no prosperó en cincuenta años porque más de la mitad de las tierras estaban ociosas, llenas de malezas y con los permisos de concesión estuvieron enclaustrados medio siglo bajo estrictas medidas de control.
Los delegados regresan eufóricos a casa, en medio de un sistema de venta de alimentos que se reduce a unas pocas tarimas los fines de semana, la mirada expectante de las caseritas los demás días, que adivinan cómo arreglar el sustento familiar diario y pronósticos medioambientales cada vez más negros.
Cuba es un gigante dormido, dijo hace poco la prensa oficial en términos agrícolas, pero ha despertado en medio de un funeral y de camino al camposanto.
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