Publicado para hoy 25 de junio
Por Pr Manuel Morejón Soler
San Miguel del Padrón, La Habana, (PD) Dice el Salmo 123: “A ti alcé mis ojos/ a ti que habitas en los cielos/ He aquí como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores/ y como los ojos de la sierva a la mano de su señora/ así nuestros ojos miran a Jehová, nuestro Dios/ hasta que tenga misericordia de nosotros/ Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros/ porque estamos muy hastiados de menosprecio/ hastiada está nuestra alma/ del escarnio de los que están en la holgura/ y del menosprecio de los soberbios.”
“El exceso de modestia es un exceso de orgullo.”
André Chenier (1762-1794); poeta francés.
“El orgullo divide a la humanidad, la humildad la une.”
Henri Lacordaire (1802-1861); religioso y orador francés.
“Todos los cementerios están llenos de gente que se consideraba imprescindible.”
Georges Clemenceau (1841-1929); político francés.
La verdadera iglesia terrenal está rodeada de persecución y desprecio, asimismo es objeto de burla por los orgullosos opresores que viven en holgura. ¿Qué hacemos pues cuando ya no aguantamos más? Pues mirar hacia arriba, cuando ya no tenemos a quien mirar y solamente tenemos ojos para Él, con anhelo, necesidad, expectación y le exponemos todo a Él, en cuyo trono celestial nos muestra tanto sus recursos infinitos como su soberanía universal. Entonces nos proveerá conforme a nuestras necesidades y sus tesoros en gloria.
Los opresores dependen de los recursos inciertos de sus afanes y codicias terrenales, pero nosotros, su iglesia, sabemos a quien tenemos que mirar. Miramos al Señor, el mismo que revelara su nombre e hiciera maravillas en favor de nosotros cuando éramos esclavos en tierra de opresión, antes de conocer a Jesucristo. Porque su gracia y misericordia triple para con su verdadera iglesia no fallará. Es cuestión de conservar la mirada puesta en Él, sometidas nuestras necesidades a su calendario.
Para el tirano digo: “También quebrantaré el orgullo de tu poderío y haré los cielos como hierro y la tierra como bronce. Y todas tus fuerzas se consumirán en vano, porque la tierra no dará su producto y los árboles de la tierra no darán su fruto”. (Levítico 26: 19-20).
Un opresor endiosado es dificilísimo de contentar, porque siempre espera demasiado de los demás.
La bendición de Jehová es la que enriquece. Y no añade tristeza con ella.
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