
Teatro Nacional y Centro Gallego en La Habana
¿Le ha pasado alguna vez que de paso por determinado lugar se le hace imposible sustraerse a la presencia de alguna cosa en el sitio, que sin tener significación puntual en su recorrido logra invariablemente desviar su mirada hacia su contemplación?. Eso es lo que sucede siempre cuando un visitante de la capital cubana deambula por los alrededores del Parque Central de la ciudad.
Esa es una concurrida zona que acoge a múltiples edificios que representan las diferentes épocas arquitectónicas de La Habana, desde la añeja y bella estructura del Hotel Inglaterra, construida en la segunda mitad del siglo XIX , la singularidad geométrica de la del Hotel Plaza que data de principios de la centuria anterior ,hasta la modernizada estructura del hotel que se apropia del nombre del Parque Central para su denominación. Sin embargo ninguna de esas construcciones llaman tanto la atención del transeúnte, ninguna logra el efecto sensitivo que alcanza al que obligadamente se detiene a observar al edificio del actual Gran Teatro de La Habana.
La sumatoria de estilos arquitectónicos llevada a la fachada exterior por sus diseñadores, quizás lo puedan descalificar ante la vista de un académico perseguidor de la utilización de conceptos constructivos mucho más nítidos y lineales, pero es innegable que consigue como pocas otras construcciones en La Habana, robar el interés tanto de los conocedores como de los neófitos del buen arte que puedan en un momento dado circundarlo.
Los estudiosos le señalan un predominante eclecticismo, en el que es posible distinguir un tanto sus componentes neobarrocos, del renacimiento francés, neoclásicos y hasta del lejano rococó español. Mas no se trata de una mezcla, quizás sea más práctico valorar su estilo a partir de la imagen armoniosa y monumental que ofrece reuniendo lo mejor del acervo cultural y arquitectónico que ha existido a lo largo de la historia.
Esa maravilla que se puede observar en la manzana que delimitan las calles habaneras de San José, San Rafael, Prado y Consulado se debe al interés de la sociedad para naturales o descendientes de España más importante y representativa que existía en la isla a inicios del siglo pasado, la sociedad gallega. Gallegos eran el 38 por ciento de los españoles que había en Cuba y su sociedad buscaba mudarse de su antiguo centro construyendo uno nuevo que por sus bellezas representara dignamente la grandeza de su cultura y tradiciones. La obra se le encomendó al arquitecto belga Paul Belau, el mismo que tiempo después se encargaría de también regalarle a La Habana el edificio del hoy Museo de la Revolución para que lo luciera hasta nuestros días. La primera piedra de la construcción del nuevo Centro Gallego de La Habana se puso el 8 de diciembre de 1907. Fue un bloque de granito traído para la ocasión directamente desde la localidad de Parga en Galicia, España. El edificio demoró en concluirse y no fue hasta 1915 que pudo inaugurarse.
Desde su apertura deslumbró a toda la ciudad. Destacaban su amplio salón de baile del tercer piso, sus salas para exposiciones, pero sobre todo su teatro, que sería el más importante de Cuba durante las siguientes cuatro décadas. La sala escénica que se llamó a partir de ese momento Teatro Nacional, fue el epicentro de las excelentes temporadas de teatro y ópera que degustó la sociedad habanera durante los años 20 del pasado siglo. Por allí pasaron importantes figuras de la escena mundial , muchos de los mejores sopranos , barítonos y contraaltos del orbe vinieron a la Habana a ofrecer su arte. Se presentaron ante el ya conocedor público habanero entre otros Guido Ciccolini ,Lucrecia Bori, Beniamino Gigli y Enrico Caruso de quien estaremos hablando en un próximo trabajo aprovechando una de sus historias habaneras. Además pasaron por su escenario Andrés Segovia , Sara Bernhardt, Serguei Rachmaninov, Arturo Rubisteim, la bailarina rusa Anna Pavlova, en fin toda una constelación de estrellas internacionales en sus respectivas ramas artísticas. Además de los suntuosos contratos económicos , los artistas visitantes venían también atraídos propiamente por las características del teatro. Se decía que su acústica solo era superada por la de La Scalla de Milán y por la del teatro de la Ópera de Viena.
En relación a esto habría que apuntar que el Teatro Nacional del Centro Gallego de La Habana se beneficiaba de las características estructurales de otro teatro que estaba ubicado en ese lugar en el momento de la construcción del edificio que nos ocupa hoy. Dicho teatro era el famoso Teatro Tacón que desde su fundación en 1838 y durante todo el periodo colonial que le tocó vivir, era considerado como el mayor y más prominente centro cultural de la Cuba española. Su nombre se le debía a la decisión de su dueño el catalán Francisco Marty Torrens de homenajear al capitán General de la isla en aquella época. Ya el Tacón, antes que el Nacional era realzado entre los mejores del mundo. Podía dar cabida a más de 2 000 personas sentadas, tenía noventa palcos, 552 lunetas, 112 butacas, 601 asientos en la tertulia y 602 en la llamada cazuela. La estructura del Tacón fue respetada hasta el mínimo detalle por los que se encargarían 70 años después de construir el Centro Gallego, garantizando de esa manera la calidad de la nueva sala.
En el título del presente trabajo mencionaba al teléfono y quizás a usted esto le haya llamado la atención. Es posible que le sea imposible encontrar el porqué de mi mención al artefacto que indiscutiblemente revolucionó la vida humana, a tal punto que se le reconoce como uno de los más grandes inventos de todos los tiempos. Pues sepa si no lo conoce aún, que fue en el Tacón que se creó y probó por primera vez el funcionamiento del teléfono. Esto ocurrió en 1849.
Su inventor fue el italiano Antonio Meucci. Un ingenioso tramoyista cuyo nombre, y la precedencia de su invento, fue opacada por la celebridad que cobró el norteamericano Graham Bell, al que muchos le tienen todavía como el verdadero inventor, cuando en realidad lo de Meucci ocurrió un poco antes. Cuando llegó a La Habana contratado por Francisco Marty , Meucci acumulaba ya experiencia como mécanico teatral en Roma y Milán y en el famoso Teatro de la Pérgola, en su natal Florencia.
El dueño del Tacón vivía cerca del teatro. Su constante preocupación por lo que sucedía en el coliseo hacía que reclamara a Meucci varias veces al día. Fue así que este, cansado de aquellas visitas, creó lo que él llamó originalmente, “teléfono parlante” o “teletrophone”. Llegó a instalar cuatro de sus aparatos que colaboraban eficientemente en agilizar la mecánica de trabajo de las puestas en escenas y del teatro en general. El buen funcionamiento de su sistema hizo que Meucci, con planos y documentos que avalaban su invención, se trasladara en 1850 a Nueva York con la intención de patentarlo. Hizo las gestiones reclamatorias pertinentes, pero las relegaciones de que fue objeto minaron su salud y lo empobrecieron.
Al fin en 1886 la Corte Suprema de EE UU reconoció la precedencia de Meucci sobre Bell y admitió que el teléfono había sido inventado en La Habana. La gloria finalmente se le concedió al italiano e indirectamente al teatro habanero. Actualmente existen sendas placas en distintos lugares del teatro que recuerdan que fue allí que por primera vez dos personas pudieron establecer una conversación sin estar cerca el uno del otro. Pero para Meucci la decisión llegó demasiado tarde, ya para ese momento había enloquecido y vivía en la mayor miseria. Moriría poco después.
Santos católicos que celebran su día el 14 de junio:
- En el Almanaque Cubano de 1921:
Santos Basilio el Magno, obispo, doctor y fundador, Eliseo, profesor
- En el Almanaque Campesino de 1946:
Santos Basilio el Magno, obispo, doctor y fundador, Eliseo, profesor y Rufino mártir.
Natalicios cubanos:
Iraizoz Villar, Antonio: -Nació en La Habana el 14 de junio de 1890. Maestro, periodista, conferenciante y escritor. Ha sido ministro diplomático en Portugal y Argentina y subsecretario de Educación. Catedrático del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y académico de la Nacional de Artes y Letras y correspondiente de la de la Historia. Colaboró en varios periódicos y dirigió algunos. Entre sus publicaciones se destacan: “Libros y autores”, “El sentimiento religioso en la literatura española”, “Las ideas pedagógicas de Martí”, “La crítica en la literatura cubana”, “Lecturas cubanas”, “Sensaciones del momento”, “Libros y autores”, “Enrique Piñeyro: su vida y su obra, Pnys, Neria” y “Apuntes de un turista tropical”. Venerable Maestro de la Respetable Logia Fe Masónica.
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