
Por Pr Manuel Morejón Soler
San Miguel del Padrón, La Habana,(PD) El hombre virtuoso mantiene su modo de pensar independientemente de la opinión pública. Es tranquilo, paciente, no grita ni se desespera. Piensa con claridad, habla con inteligencia, vive con sencillez. Es del futuro, no del pasado. Siempre tiene tiempo.
No desprecia a ningún ser humano. Capta la impresión de los vastos espacios de la naturaleza: el cielo, el océano, el desierto. No siente vanidad. Como no busca alabanza, no se le puede ofender. Siempre tiene más de lo que cree que merecer. Está siempre dispuesto a aprender, aún de los niños.
Trabaja por el placer del trabajo, no por la recompensa material. Vive cierto aislamiento espiritual adonde no llega ni la alabanza ni la censura. Sin embargo, su aislamiento no es frío: ama, sufre, piensa, comprende. Lo que usted tiene, el dinero y la posición social, no significan nada para él. Sólo le importa lo que usted es.
Cambia fácilmente su opinión en cuanto ve su error. No respeta la consistencia venerada por los espíritus pequeños. Respeta solo la verdad y no tiene nada oculto.
Tiene mente de hombre y corazón de niño. Se conoce a sí mismo tal cual es y conoce a Dios de tal forma que vive tranquilo en espera del Día del Juicio Final.
Dice en Hebreos 4:13: “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta ante la presencia de Dios, antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.
Y en Romanos 2:16: “Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio”.
Escribió el belga Maurice Maeterlink (1862-1949): “Las abejas sólo trabajan en la oscuridad, el pensamiento trabaja en el silencio y la virtud en el secreto”.
Según Benjamín Franklin (1706-1790), filósofo, físico y político norteamericano: “Tres personas pueden guardar un secreto si dos de ellas están muertas”.
Decía el filósofo hispano-latino Séneca (Lucius Annaeus, 5 a.C.-65 d.C.): “Quien no calla el hecho, tampoco callará su autor”.
Es una larga lista la de los ex-dirigentes sancionados al olvido y la oscuridad que se recreaban con los beneficios de la revolución sin haber saboreado la miel del sacrificio.
Ahora, aquellos que eran privilegiados a la sombra del Comandante, que estaban en la primera línea, que sí se sacrificaron por la causa de la revolución, también caen ignominiosamente, pues no se les conocían sus vilezas, que tenían bien ocultas. Nunca el honor se perdió entre los hombres mientras duró el secreto.
“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar y limpiarnos de toda maldad.”
(1ª. de Juan 1:9)
imorejon@yahoo.es
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