jueves, 1 de julio de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 2 DE JULIO


El Plátano en la Cocina Cubana


• Santos católicos que celebran su día el 2 de julio:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

La Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel; Santos Martiniano y Vidal, mártires y Santa Sinforosa, mártir

- En el Almanaque Campesino de 1946:

La Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel; Santos Martiniano, Urbano y Vidal, mártires y Santa Sinforosa, mártir.




El 2 de julio en la Historia de Cuba

• 1896 -

- Desembarcó en Boca Ciega, Guanabacoa, el “Three Friends” con una expedición mandada por el brigadier Joaquín Castillo Duany y el comandante Juan Cowley. En ella venían 65 expedicionarios, 70 fusiles, pertrechos y parque en abundancia. Al enterarse los españoles de Cayo Hueso por alguna locuacidad del lugar desembarcado, acudió una columna española, que mató a casi todos los patriotas, salvándose parte del cargamento por el auxilio oportuno del general José María Aguirre al frente de sus tropas. Esta embarcación hizo varios viajes a Cuba.

• 1626 -

- El Almirante Hans Van-Dort.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 373-374 nos describe los acontecimientos del 2 de Julio de 1626 en la Historia de Cuba:

“La presteza con que los habaneros acudieron a rechazar la invasión que el 9 de junio de 1626 iniciaban, según pareció, por el puerto de Cabañas, los corsarios holandeses, al mando del almirante Hans Van-Dort, no dio todo el resultado apetecido. El enemigo se limito a permanecer por allí el tiempo necesario para proveerse de leña, agua y carnes, al extremo de que no tuvieron que emplear sus armas defensivas los cien arcabuceros que desde La Habana corrieron a repeler los temidos desmanes de Hans Van-Dort y sus secuaces. Mas, aquella maniobra no fue seguida del alejamiento de los holandeses de las aguas cubanas. Persistieron en sus amenazas. Tenían razón para creerse capaces de asolar a Cuba cuando tantos y tan repetidos desafueros habían llevado a cabo en otras posesiones américohispanas.

“Al hacerse de nuevo a la vela en Cabañas, favorecidos por el tiempo, los holandeses tomaron el rumbo de La Habana. Planearon en seguida lo que debían desarrollar en las inmediaciones marítimas de la capital de Cuba. Aprovecharon las ventajas que sus aprestos de guerra les deparaban. Concibieron la idea de asediar la población. Pusieron sin más tardanza estrecho bloqueo a la plaza. Amagaron. Llegaron hasta cruzar disparos con los fuertes defensivos de La Habana. Más de un mes duro situación tan azarosa. Los habaneros no decayeron en su tenacidad ni en su firmeza, animados por el ejemplo del licenciado Damián Velázquez de Contreras, gobernador de la Isla, y del capitán Cristóbal de Aranda, castellano de El Morro.

“Cuando más resueltos y decididos parecían los holandeses sufrieron una desgracia grande. Hans Van-Dort enfermó de resultas de una herida que en combate singular le había inferido el gobernador de, Puerto Rico. El Almirante murió, frente a La Habana, en 2 de julio de 1626. Su desaparición en instantes tan críticos y en lugar tan señalado -su cadáver debió de ser sepultado casi en aguas cubanas- supuso irreparable golpe para la no muy noble causa defendida por los bloqueadores del antiguo Puerto de Carenas.

“Los cabos de la escuadra holandesa quedaron desanimados por la desaparición de su almirante. Esta circunstancia, tanto como la de la defensa de la plaza por Contreras y Aranda, determinó la retirada de los enemigos. Hacia Matanzas se dirigieron, con el propósito de repetir por allí el aprovisionamiento de la escuadra. Pero la mala suerte los seguía ya muy de cerca. Aranda envió un destacamento para que vigilase las maniobras de los holandeses, y logró apresar una lancha con siete hombres, rechazar a otros botes con algunas pérdidas y rescatar cincuenta y dos españoles que llevaban prisioneros. La lección final resultó tan dura que la escuadra que había sido de Hans Van-Dort, embocando por el Canal, hizo inmediatamente rumbo a Europa.”




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El Grito de Baire, el 24 de febrero de 1895, inició la Segunda y definitiva Guerra de Independencia en Cuba. Las sublevaciones tuvieron lugar en diversas poblaciones, como Bayate, Yara, Santiago, La Confianza o La Lombriz. Los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez y el líder José Martí, desembarcaron en dos puntos del Este de la isla. El mando español le fue confiado inicialmente al general Martínez Campos, quien trató infructuosamente de aislar los focos rebeldes. Ante su fracaso, dimitió en enero de 1896, siendo sustituido por el general Weyler. Desde el primer momento, el avance de los insurrectos fue imparable. José Martí llevaría a sus tropas hasta Dos Ríos, donde morirá en una escaramuza. Antonio Maceo se dirigió hacia La Mejorada. En poco tiempo, los rebeldes controlaron la zona oriental de Cuba. Posteriormente, ambas fuerzas se unen e inician un rápido avance hacia el occidente de la isla. El siguiente combate se produce en Cascorro, donde alcanzó la inmortalidad Eloy Gonzalo. Más tarde, los rebeldes rompen la línea defensiva española de Júcaro-Morón. La siguiente batalla se produce en Mal Tiempo, en diciembre de 1895. En Punta Brava, en el mismo mes, muere Maceo. En enero del año siguiente, tras haber roto la línea Mariel-Majana, la expedición de los insurrectos llega ya al extremo oriental de la isla. Generalizada la rebelión en toda Cuba, la situación se mantiene estable durante los meses siguientes. Las tropas de Weyler intentarán limpiar las provincias de insurrectos, mientras que estos responden con combates de guerrilla. Sin embargo, en enero de 1898, el gobierno de Estados Unidos envió el crucero Maine a La Habana, oficialmente para proteger los intereses norteamericanos. El 15 de febrero, en un confuso accidente aún poco explicado, el crucero ardió. Ése fue el pretexto para que los Estados Unidos declararan la guerra a España e intervinieran en Cuba. En abril, 18.000 soldados americanos desembarcan entre Daiquiri y Santiago, al tiempo que se produce el bloqueo por mar de esta última. La superioridad militar norteamericana se impuso rápidamente, como se reflejó en el enfrentamiento naval de Santiago de Cuba. La derrota en la guerra le valió a España la pérdida de Cuba y Puerto Rico, en el Caribe y de las Filipinas y Guam, en el Pacífico.

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