jueves, 5 de agosto de 2010

HOY EN EL CALENDARIO CUBANO, 6 DE AGOSTO


El Río Almendares


• Santos católicos que celebran su día el 6 de agosto:

- En el Almanaque Cubano de 1921:

La Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, Santos Justo y Pastor, mártires y Santa Digna, mártir

- En el Almanaque Campesino de 1946:

La Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo, Santos Sixto II, papa, Justo y Pastor, mártires y Santa Digna, mártir



• Natalicios cubanos:

Betancourt Dávalos, Pedro Estanislao: -Nació en Sabanilla del Encomendador (Juan Gualberto Gómez) el 6 de agosto de 1858 y falleció en La Habana el 19 de mayo de 1933. Médico por las universidades de Filadelfia (Estados Unidos) y Madrid (España), ejerció la profesión en Matanzas. Tomó parte en los preliminares de la Revolución del 95 e hizo viaje al extranjero para entrevistarse y ponerse de acuerdo con José Martí. Al estallar el movimiento, éste fracasó en Matanzas (bajo la organización de nuestro biografiado), siendo aprisionado y deportado a España. Pudo escapar y de París se trasladó a Nueva York para incorporarse a alguna expedición, lográndolo en la de Calixto García de 24 de marzo de 1896. Ya en Cuba, pasó a la provincia de Matanzas, en la cual por disposición de Máximo Gómez organizó la Quinta Brigada. Al terminar la guerra ostentaba el grado de Mayor General. Representó a Matanzas en la Asamblea de Santa Cruz, en la Constituyente en 1901, presidente del Consejo Nacional de Veteranos, senador y Secretario de Agricultura. En 1901 el Ayuntamiento acordó cambiar el nombre de Macurijes por el de Pedro Betancourt en homenaje a este libertador.



Lecuona Casado, Ernesto Sixto: -Nació en Guanabacoa el agosto 6 de 1895. Pianista y compositor; también empresario. Junto con Amadeo Roldán (1900-1939) y Alejandro García Caturla (1906-1940), siendo Lecuona el de ritmo popular más pronunciado, llevó la música afrocriolla o afro-cubana a la clásica.



El 6 de agosto en la Historia de Cuba

• 1895 -

- Mérida de Yucatán.

Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 443-444 nos describe los acontecimientos del 6 de agosto de 1895 en la Historia de Cuba:

“Un cubano residente en Mérida de Yucatán, Rodolfo Menéndez, comunicó a Tomás Estrada Palma en 6 de agosto de 1895 noticias importantes acerca de lo que en este lugar de México se hacía en favor de la independencia de la Isla. Rodolfo Menéndez no había necesitado recibir excitación alguna para ponerse a trabajar por la transformación política de su patria, sumida en cruenta lucha. Había pedido a Benjamín Guerra que lo nombrase agente revolucionario y colector de fondos en Yucatán. Y esta solicitud estuvo precedida del envío de una remesa de dinero por Menéndez al tesorero cubano en Nueva York.

“Mérida de Yucatán fue propicia a colectas de dinero con destino a los libertadores de Cuba. La opinión de los mexicanos de la región se mostraba favorable a los luchadores antillanos. Esta opinión chocaba, naturalmente, con los sentimientos de los españoles allí residentes, que no eran pocos ni estaban inactivos. El mismo 6 de agosto de 1895, mientras Rodolfo Menéndez escribía a Estrada Palma, los súbditos del rey-niño Alfonso XIII establecidos en Mérida se preparaban para recibir en Progreso al buque hispano Colón, cuyos oficiales se hallaban encargados de realizar investigaciones acerca de una expedición cubana que, procedente de los Estados Unidos, había aportado a territorio mexicano. Puesto que no eran unánimes las ideas de la gente de Mérida respecto del conflicto bélico que se desarrollaba en la vecindad antillana, entrañaba la mayor importancia la actitud de aquellos que se inclinaban a ayudar a los separatistas.

“El caso de Mérida de Yucatán no era único. Tampoco era escaso el número de los lugares de fuera de Cuba donde, colectivamente se manifestaban los sentimientos de los favorecedores de la emancipación de la Isla. En Mérida de Yucatán y en otros puntos de la carta geográfica de América se realizaban esfuerzos sin los cuales habría sido mucho más difícil la lucha de los libertadores de la mayor de las Antillas. Cada moneda donada al tesoro de la Revolución significaba una nueva posibilidad para los lidiadores. A mayor abundamiento, aquello daba a la causa de Cuba el carácter de causa de América.

“Desde los primeros empeños concebidos para hacer a Cuba libre este atrevido propósito había tenido ámbito internacional. Todavía se encontraba en embrión la cooperación interamericana cuando ya en el Continente se pensaba y trabajaba en torno a la idea de que la Isla formase parte del sistema republicano que se enseñoreaba del Hemisferio Occidental. Luego, en los períodos de guerra, la ayuda proveniente de los grupos organizados en las naciones soberanas de América constituyó un factor de alcance incalculable para acelerar el movimiento ascensional de Cuba. Mérida de Yucatán era en 1895 una de las bases extranjeras de los propulsores de ese movimiento ascensional.”






Mercedes Sirvén
En Patriotas Cubanas
Por la Dra. Vicentina Elsa Rodríguez de Cuesta


Mercedes Sirvén Pérez procedió de una antigua y distinguida familia oriental, por eso puede reseñarse entre las patricias de esta provincia cubana, ya que por su nacimiento acaecido en Bucaramanga, República de Colombia, no vio la luz primera en nuestro país. Ello fue un hecho incidental, pues sus padres, ilustres revolucionarios emigraron a aquel país hermano, huyendo de las persecuciones de que fueron objeto por sus actividades separatistas.

Según nos dice en admirables párrafos María Collado, su ilustre biógrafa:

-“Mercedes Sirvén, se distinguió por poseer una mente bien organizada y un alma gigante”.

Comenzó a dar pruebas de las rebeldías de su temple a bien temprana edad, poniendo de relieve la herencia de heroísmo que había llegado a ella de sus progenitores.

Terminó la carrera de Farmacia en la Universidad de La Habana en los comienzos del año de 1895.

En posesión de su título se dirigió a Holguín. Allí se encuentra con su hermano el Dr. Faustino Sirvén que recién casado, había decidido salir a la guerra a combatir por Cuba, junto con su esposa.

La joven Doctora que de antemano había concebido el mismo pensamiento, se une a ellos, y se van todos a la manigua incorporándose a los rebeldes.

El Jefe de Sanidad Militar, Dr. Sánchez Agramonte conoce su decisión y agradece el magnífico aporte profesional, así como la gran cantidad de medicinas que llevaron procedentes de La Habana.

Enseguida se le extendió a Mercedes el diploma de Capitana de Sanidad en el Rancho de Palmarito de sur de las Tunas, donde quedó establecida su Botica Revolucionaria, con su inmenso tesoro avaramente oculto a los indiscretos.

En el año 1897 fue ascendida a Comandante, grado con el que terminó la contienda.

Su vida preciosa, útil, valiosa, desde tantos puntos de vista, estuvo expuesta una y otra vez. Bajo el fuego mortífero de la metralla salía a los campos de contienda, cuando por la gravedad de las heridas, no era posible que llevaran al soldado hasta su casa, para aplicar con inteligencia, serenidad y valor, los medicamentos que fueran menester, uniendo a sus vastos conocimientos, la delicadeza y suavidad propias de su sexo.

Noches enteras veló en la preparación de fórmulas maravillosas que devolvieran la vida a los mambises atacados de distintas dolencias y cuyas muertes ponían en peligro el éxito de la Revolución y eran motivo de dolor y desaliento en las filas de sus hermanos.

En la paz desempeñó la dirección de la Farmacia del Hospital Civil de Holguín, hasta que abrió su propio establecimiento, casi al alborear la República en el año 1902.

Murió en La Habana en la madrugada del día 25 de Mayo de 1948.




José Morales Lemus
En Próceres
Por Néstor Carbonel

“Nació el 10 de mayo de 1808.”
“Murió el 28 de junio de 1870.”


“En una aldehuela de la provincia oriental, en el embarcadero de Gibara, nació José Morales Lemus, uno de los más conspicuos cubanos de la pasada centuria. La casualidad lo hizo nacer allí, la casualidad, para quien no hay regla, ni lógica, ni razones, ni leyes. Era su padre, natural de Canarias, capitán de barco, y viajaba en compañía de su esposa. De pronto, cerca de las costas cubanas, ella se sintió presa de los dolores del parto, lo que determinó que desembarcara. A los pocos meses de nacido, quedó huérfano de madre; y del autor de sus días, es cierto que no supo nunca más... Pero la vida está llena de sorpresas. Y así lo vemos, de niño desvalido, pasar a ser, bajo la protección de dos paisanos del padre, estudiante, y recibir buena educación y graduarse en la Habana, primero de bachiller y luego de abogado. Más tarde lo vemos convertido, por la generosidad de otro canario, cuyos intereses administraba desde muy joven, en hombre rico, en dueño de una cuantiosa fortuna.

“La abogacía, el derecho -¡bella carrera para quienes puedan ejercerla en un país donde la justicia no sea una farsa!- no le sedujo ni le llevó a la conquista de resonantes triunfos. Modesto, reposado, sin el don de una palabra brillante, fue, más que un abogado capaz de conmover a un jurado y confundirlo, un abogado de consulta. Para ser un buen consejero tenía estas cualidades: era estudioso, paciente, conciliador, afable. Cuando los desaciertos y los abusos cometidos por los gobernantes españoles Tacón y O'Donell, hicieron germinar en el corazón de algunos cubanos la idea de la anexión a los Estados Unidos, se fundó un partido anexionista, al cual perteneció Morales Lemus apenas quedó constituido. Este partido cubano fracasó años después, debido a la oposición vigorosa y razonada que en el orden de las ideas le hizo José Antonio Saco y a que, en el orden de los hechos, las expediciones de Narciso López no fueron lo que se esperaba. Más tarde, seca ya la sangre de López y de los suyos, formóse otra agrupación, bajo la jefatura del talentoso y valiente catalán Ramón Pintó, con los mismos fines anexionistas, agrupación de la que Morales Lemus fue una de las principales cabezas.

“Denunciada, no se sabe por quién, la conspiración al general Concha, gobernador entonces de la Isla, abrió un proceso, y por último, hizo subir al patíbulo a Pintó. A pesar de esto, la conspiración continuaba. Morales Lemus hizo un viaje a New York, donde celebró conferencias con los que habían de ser jefes del movimiento armado. España, conocedora de lo que se tramaba, apeló a Inglaterra y a Francia para que en su favor alegaran ante el Gobierno de Washington. Así lo hicieron estas naciones, dando con ello lugar a que, en evitación de un serio conflicto con las más poderosas naciones europeas, el general americano Quitman, el hombre de la palabra comprometida, deshiciera los planes y abandonara todo espíritu aventurero. Después de este fracaso, Cuba quedó sumida en una paz todavía más despótica.

“Gracias a que no representaba papel en esta conspiración, se salvó Morales Lemus de la cárcel, cuando no de la muerte. Años después, siendo gobernador de Cuba el general Dulce, reunió en su casa un grupo de amigos, a los cuales invitó a contribuir con dinero para la fundación de un periódico. El contribuyó con una fuerte suma, y a principios de mayo de 1863, El Siglo, periódico que hizo famoso el Conde de Pozos Dulce, gran cubano de ardiente y sano patriotismo, comenzó a ver la luz pública. Junto con El Siglo nació también un partido compuesto por elementos liberales, hijos del país. De este partido vióse exaltado al primer puesto. En vano el llamado partido reformista pidió, clamó España estaba sorda a toda reforma que implicara un bien para los cubanos. Hubo reformas, sí, pero no las solicitadas, sino algo que constituyó un tremendo sarcasmo y que despertó profunda indignación. No obstante, continuaron luchando. Y cuando las elecciones para elegir los diez y seis comisionados cubanos que debían asistir a una junta convocada por el Gobierno de España, Morales Lemus fue elegido uno de ellos por el distrito de Remedios. A España fueron los delegados cubanos. Las sesiones tuvieron efecto en un salón del ministerio del Ultramar. En ellas nada consiguieron los cubanos, a no ser nuevos vejámenes...

“Entonces fue que presentó Morales Lemus un proyecto completo de autonomía política para la isla, inspirado en la mayor suma de libertades posibles. De haber aceptado España dicho plan -dice Piñeyro- , "la hora- de la inevitable separación hubiera llegado algo más tarde". Pero España no lo tomó en consideración. Aparentemente tranquilo, aunque rebosante de amargura, vuelve a Cuba, donde comienza de nuevo a ocuparse de su bufete. Pero el país, oprimido acaso más que nunca bajo la espada del general Lersundi, se revolvía inquieto. Se conspiraba, las almas estaban palpitantes de esperanza. Así, estalla la guerra en Yara, el 10 de octubre de 1.868. España, queriendo endulzar a los cubanos, manda de Gobernador al general Dulce fue bajo el mando de éste que ocurrieron los sucesos llamados del teatro Villanueva y el palacio de Aldama. Morales Lemus, desde los primeros días de la llegada del gobernante español, se embarcó para New York. Allí, desde su arribo, se puso a explorar el sentir del gobierno americano, esperanzado de que pudiera favorecer a los cubanos en su lucha por la independencia. Viejo, achacoso, aceptó sin embargo el cargo de representante de la revolución en los Estados Unidos. A poco de tomar posesión de la presidencia de los Estados Unidos el general Grant, Morales Lemus obtiene de él una audiencia en la cual le expone la situación de Cuba y las aspiraciones de los cubanos en armas. Grant lo oyó con interés, y al despedirse le dijo: "Sosteneos por un poco de tiempo más y obtendréis aún más de lo que esperáis". Más tarde visitó al Secretario de Estado, a Hamilton Fish. Todo perecía marchar bien: parecía un hecho el reconocimiento de la beligerancia de los cubanos. Pero fue entonces que Fish, aduciendo razones de peso, lo mismo que el senador Charles Summer, se opusieron a ese reconocimiento, en tanto que el Secretario de la Guerra, Rawlins, con hondas simpatías por los cubanos, trataba en vano de ganar el ánimo de Grant.

“Después de esta visita a Washington, vuelve a New York Morales Lemus, donde lo esperaban halagadoras nuevas de la patria: la noticia de que en Guáimaro se había constituido el primer Gobierno cubano y se había proclamado Presidente a Carlos Manuel de Céspedes. También recibió las credenciales de Enviado extraordinario y Ministro en los Estados Unidos, con poderes para gestionar el reconocimiento de la independencia. Morales Lemus nombró Secretario de la Legación a Enrique Piñeyro. Días después de recibir estos papeles, la Cámara de Representantes de los Estados Unidos aprueba una moción ofreciendo al poder ejecutivo su apoyo, por si juzgaba prudente el reconocimiento de la independencia y soberanía de Cuba. Apenas supo esto, volvió a Washington, donde hizo, por escrito, una exposición al Presidente.

“Incansable Morales Lemus en la tarea de recabar del Gobierno americano el reconocimiento de Cuba, vivía de entrevista en entrevista, y de Washington a New York. ¡Pero todo en vano! Como siempre, el egoísmo interesado mató en flor admirables intentos, ventajosos para los cubanos. En vano fueron las simpatías del propio presidente Grant y las de su secretario de la Guerra, el general Rawlins, el noble americano que antes de morir dijo a un colega suyo en el gabinete: "Os recomiendo a la pobre y martirizada Cuba." ¡Bendito sea tu recuerdo, americano generoso!

“La muerte del buen amigo de Cuba contrarió mucho a Morales Lemus. Ya no le era dable saber lo que pasaba en el Consejo de Secretarios. Al cabo, fracasado en sus gestiones cerca del Ejecutivo, concentró todos sus esfuerzos a fin de lograr del Congreso lo que de aquél no lograra. Inútil fue todo. España había hechizado al ministro americano en Madrid. Lo hechizaron a cortesías y a agasajos y a vanas palabras. Humo fueron al cabo las conversaciones entre Madrid y Washington acerca de la libertad de Cuba. ¿Qué importa a los que gozan de libertad, los que no gozan de ninguna? Lo que sufrió con todo esto Morales Lemus es indecible. Un puñal parecía habérsele clavado en el corazón. De imaginarse es lo que padecería un hombre que llegó a concebir la esperanza de ver a un gran pueblo extender el brazo fuerte en favor del suyo, y al cabo vio a aquel incapaz, por su bien, de poner en peligro su tranquilidad y sosiego.

“En pleno verano, en ese verano pesado de los Estados Unidos, cayó al fin, vencido, más que por los años y por la enfermedad, por la tristeza de ver a su tierra abandonada a su propia desventura, el hombre a quien, por otra parte, no abandonó jamás la fe en la pujanza y brío de sus paisanos.”

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