
Por Osmar Laffita Rojas
Capdevila, La Habana, (PD) Los gobernantes cubanos, cuando se exceden en sus reiteradas tropelías, con el fin de resguardarse de las críticas que tales arbitrariedades provocan lo primero que hacen es decir que se ataca a la revolución, involucran a sujetos que ellos saben que nada tienen que ver con las acusaciones que les hacen, y se presentan ante el desinformado pueblo cubano como inocentes.
Ese trabajo sucio lo realiza la prensa oficial con sus informaciones tergiversadas y manipuladas para que el gobierno salga lo mejor parado posible.
Los gobernantes cubanos tratan de situar al pueblo y a su neblinosa revolución en el centro del asunto, mientras ellos se diluyen en toda esa fabricada confusión y juego de palabras, en que no aparecen por ningúna parte como responsables de la infinidad de errores y desaciertos que ocurren en Cuba.
Como fórmula ingeniosa para escapar a las críticas, han desarrollado la habilidad de metamorfosearse en el fantasma que ellos llaman revolución.
Los longevos gobernantes cubanos ven la vigente Constitución de la República de Cuba, como una camisa de fuerza, razón por la que la desconocen y pisotean de manera cotidiana.
Esto les permite actuar a su antojo y disponer de los recursos de la nación sin rendir cuentas a nadie. Por ejemplo, continúa pendiente explicar en qué paró la silenciada “Batalla de Ideas”, que por los gastos que originó, hipotecó la economía del país.
Ahora resulta que los inquilinos del bunker, concientes de que se acerca su final, se aferran a una revolución inexistente, y para no someterse a escrutinio alguno, han levantado fuera de contexto la destartalada tribuna de su aquelarre revolucionario, desconociendo el artículo 3 de la carta magna, que entre otras cosas plantea: “En la República de Cuba la soberanía reside en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado”. Sobran los comentarios.
ramsetgandhi@yahoo.com
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