
Por Ramón Díaz-Marzo
Habana Vieja, La Habana, (PD) La dicha y la desdicha continuará siendo un misterio. Aunque mucho se ha escrito sobre ello, fuera de la fe nadie sabe nada. Nadie sabe por qué unas personas son dichosas y otras no. Nadie sabe por qué existe la injusticia y el sufrimiento en un mundo civilizado que parece inteligente. El viejo dilema de si son las circunstancias las que condicionan al hombre, o es el hombre el que condiciona a las circunstancias persiste aún como un misterio.
El actor principal de esta historia no es el Restaurante Floridita. Es “El Árabe”, cuyo verdadero nombre es José Antonio Cintra Belga, y que humanamente no merecía su reciente destino cuando se encaramó en el internacionalmente conocido anuncio de neón “Floridita” en el año 2005 a efectuar un arreglo que no era de su responsabilidad, sino del gerente de la “Cuna del Daiquirí”.
Es cierto que José Antonio era un limpiador de los autos, tanto nacionales como con chapa de turismo, que parqueaban frente al restaurante, se buscaba la vida lavando los coches mientras sus dueños y ocupantes se divertían y no tenía respaldo laboral porque actuaba por cuenta propia. ¿Pero quien que no disponga de otros recursos en esta vida, no es capaz de hacer lo que hacía “El Árabe” y aún más?
Cuando me encontré a “El Árabe” por primera vez después del accidente y me contó que estuvo hospitalizado dos años en el Ortopédico de La Habana después que perdió el equilibrio y desde el cartel se precipitó contra el pavimento de la calle y sufrió múltiples fracturas en sus dos piernas, me sentí conmovido. Más él me dijo que estaba bien, pues desde esa altura, estuvo a punto de perder la vida.

El punto ahora es que las autoridades le otorgarán una chequera de jubilado de 200 pesos en moneda nacional que a penas le bastarán para satisfacer sus más elementales necesidades. Baste decir que en La cuna del Daiquirí cada copa cuesta 10 CUC, que en moneda nacional son 240 pesos. Así vemos que los que pueden, en un par de horas pueden beberse varias copas del afamado daiquirí que son varios meses de ayuda estatal mínima que Seguridad Social le otorga a un cubano que sólo ha sido un obrero sin título toda su vida.
La mujer y los hijos de José Antonio lo abandonaron y se encuentra solo, sin nadie en este mundo que se ocupe de él. No tiene familia en Cuba. Su única familia es la autora de sus días cuyo nombre es Rosario Cintra Belga y actualmente, según lo último que sabe, la madre vive en los EE.UU. específicamente en California. Del padre no tenemos noticias, pues nunca lo reconoció, su nombre es Mohamed Charkilla Chafari, natural de Egipto.
José Antonio ha escrito a la madre y no ha recibido respuesta. Por esas inauditas casualidades que tiene la vida, alguien podría leer este artículo en Internet y hacer que se entere del destino de su hijo. También los cientos, por no decir miles de turistas que durante los años duros del Período Especial, conocieron a José Antonio quien le ofreció a los turistas ayudas que iban más allá de su obligación de lavar los coches hasta que tuvo el accidente. El Árabe me confesó que muchos turistas amén de hacerle regalos antes de marcharse de Cuba se proclamaron sus amigos y le dijeron que nunca lo olvidarían.

Le tenemos más fé, desgraciadamente, a los turistas que conocieron al árabe en el parqueo de autos del restaurante “Floridita”, que a la propia madre. Por ello, aquí exponemos la dirección de este buen hombre que conozco personalmente y soy testigo de la bondad de su corazón. Su dirección es: Picota #104, hab: 11, e/Jesús María y Merced, Habana Vieja, Cuba.
Que el Señor Misericordioso ampare a nuestro amigo a través de sus amigos, y porque no, si la madre y el padre aparecen, que también lo ayuden.
De todos modos, es inevitable mencionar a Papá Hemingway, que siempre fue no sólo un hombre grande de estatura, sino de espíritu, y que si hubiera coincidido con nuestro amigo en el tiempo no dudo que lo hubiera ayudado de algún modo pues el restaurante “El Floridita”, “Cojímar” y la finca “La Vigía” fueron parte inseparable de su vida, y a todos los cubanos que estuvieron vinculados a estos lugares jamás los olvidó, tanto en las buenas como en las malas.
ramon597@correodecuba.cu
Fotos: Ramón Díaz Marzo
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