PUBLICADO PARA HOY 11 DE SEPTIEMBRE
El Cotorro, La Habana,(PD) Solo dos necrópolis de Paris y una de Barcelona superan en esculturas fúnebres y trazado arquitectónico la majestuosidad del Cementerio de Colon, que ocupa 56 hectáreas del elegante barrio del Vedado y esta delimitado por una cerca que impone silencio a los bulliciosos habaneros, quienes hacen la cruz mientras caminan o cruzan en auto por la avenida Zapata, destino obligatorio de los mortales que no evaden los rituales católicos de enterramiento y exhumación, ni optaron en vida por la cremación en los hornos habilitados en algunos hospitales de la ciudad.
Construido a fines de la década de 1860 para una población cinco veces superior que los 100 mil habitantes de entonces, fue ampliado y remodelado después, según los flujos de crisis o bonanzas atravesados por la isla, cuyas elites lo convirtieron en un espacio espiritual que evoca la vida desde la muerte.
Aunque hay 20 camposantos mas en La Habana, la necrópolis de Colon acoge a uno de cada cinco cubanos, lo cual representa el 80 % de los entierros de la capital y casi el 20 % del país; un reto material de consecuencias éticas para el personal del cementerio, enfrentado a carencias, robos, abandonos de panteones familiares y pérdidas de tumbas, osarios y monumentos de interés histórico, arquitectónico y cultural.
Las piedras del recuerdo que intentan perpetuar la vida en las hectáreas soleadas de este mausoleo capitalino, certifican la imaginación, el nivel social, el gusto estético y hasta el comportamiento humano y los anhelos de singularidad de muchos habaneros.
Especialistas del archivo de la gran necrópolis aseguran que al finalizar el 2009, cien mil restos ocupaban los osarios estatales, mientras los particulares constituían un millón doscientos mil, lo que obliga a incesantes exhumaciones y al uso del incinerador como alternativa para tantos restos sin reclamos familiares. Esta especie de despojo de despojos o tristezas a granel integra la cotidianidad del lugar, apenas visible para los transeúntes y turistas que recorren las viejas calles del cementerio, cuyo estado constructivo oscila en base a la calidad de los materiales empleados en panteones, tumbas y esculturas.
Se asegura que hay una fuerte inversión por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad, la Dirección Provincial de Servicios Comunales, que administrara los camposantos, y entidades de España, nación mas representada después de Cuba, pues su vasta descendencia en la isla adquirió parcelas y construyó panteones que evocan a los naturales de Andalucía, Asturias, Baleares, Castilla, Cataluña, Galicia, Islas Canarias, Navarra y País Vasco, Valencia, etc.
El tiempo, el clima, el éxodo o la miseria de familias propietarias de panteones, la muerte de algunos y las carencias materiales de la administración parecen conjugarse con el rediseño de una ciudad que sobrepasa los dos millones de habitantes y requiere nuevas soluciones a la lógica extinción de las personas.
Las inversiones recientes se encaminaron a restaurar la puerta del norte, de enorme valor simbólico, la capilla central y monumentos de interés histórico y social; además de sustituir miles de tapas de bóvedas y enfrentar los trabajos de limpieza y jardinería. El desafío de mayor costo radica en las inacabables restauraciones de estatuas, panteones y monumentos erigidos a personalidades y símbolos de la ciudad, como La Milagrosa, visitada por la mayoría de las cuatro mil personas que entran diariamente a la necrópolis mas celebre de Cuba.
El cementerio Colon, esa especie de museo doliente con muros que atraviesan cuatro kilómetros de La Habana, es una obra de la vida que preserva su carácter cosmopolita. Allí es posible apreciar, en solo 400 metros cuadrados, una cúpula bizantina, una pirámide egipcia, un obelisco occidentalizado, la entrada de una catacumba romana, un palacio gótico florentino, la virgen de Lourdes de los Pirineos franceses y 4 cubanísimas palmas reales. Otros conjuntos escultóricos y mausoleos dedicados a héroes, dignatarios y artistas del periodo colonial y republicano confirman el poderío, la riqueza espiritual y los valores legados por nuestros antecesores.
Preservar esta joya monumental de la cultura insular equivale a escribir en las piedras del recuerdo nuestro nombre propio y evocar a los parientes con quienes transitamos por la breve galaxia de la vida.
culturakiss@yahoo.es
Fotos: Ana Torricella y Miguel Iturria
1-Escultura superior de la puerta principal
2-Puerta principal.
3-Capilla del cementerio
4-Variedad arquitectónica
No hay comentarios:
Publicar un comentario