viernes, 8 de octubre de 2010

OTRA VEZ REINALDO (FRAGMENTO)


Por Rogelio Fabio Hurtado

(Los textos colocados entre paréntesis son estrictamente personales y el autor le sugiere a los lectores apresurados que los salten.)

Marianao, La Habana, 9 de octubre de 2010, (PD) La reciente lectura de un libro escrito en francés acerca de Reinaldo Arenas me ha llevado a releer su autobiografía, aproximadamente 17 años después de haber sido escrita, en los últimos años de la década del 80 del pasado siglo. Haré algunos apuntes acerca de esta relectura, que podrían convertirse en un ensayo de interpretación de esta figura, la más sobresaliente de mi generación.

Mi primera lectura, en los años finales del siglo, estuvo en exceso marcada por el afán de cotejar con mi propio conocimiento de la época y de muchos de los personajes y de las anécdotas que Reinaldo maneja, tanto en la autobiografía como en la novela El Color del Verano.

Revisando hoy las notas que fui agregándole al margen, encuentro algunas de ellas forzadas. También hice aquella lectura atrincherado entre los que nos quedamos y pasando por alto la necesidad de intentar ponerme en su punto de vista, para comprender a fondo sus emociones y sus argumentos.

Creo que hice más o menos la misma lectura de su Color del Verano, que es la versión plenamente literaria, todavía no mordida por la angustia de la muerte inminente, de sus vivencias habaneras durante la década del 70, etapa crucial para definir a la generación nacida en la década del 40. Por lo tanto, lo primero es volver a leerlas íntegramente, con el lápiz y el papel a mano.

Debo cuidarme de no hacer ahora el otro tipo posible de lectura equivocada, que es la que comúnmente hacemos de los textos autobiográficos: entregarnos por completo al poderoso yo que narra incesantemente, desde sus propios ojos y sus propios intereses, incluso inconscientes. Así, que el primer problema está en hacer una lectura desprejuiciada, pero no cómplice, de unos textos literarios singularizados por el hecho de ser uno, como lector, contemporáneo estricto de las experiencias que el autor ha convertido en literatura. Cuando leemos a los grandes novelistas del XIX, no disponemos de ese paralelismo entre vida y obra de arte, y la posibilidad de cuestionarle el verismo de la versión no puede tener lugar.
Hacemos de los grandes clásicos lecturas más pasivas, por fuerza. Las únicas lecturas que nos imponen una intensa participación, son las de nuestros contemporáneos, pues se convierten en auto-lecturas, e implican ciertos riesgos.

( Por ejemplo, repasando mis recuerdos personales de RA, descubro que mis descripciones del joven escritor están cargadas de un deslumbramiento por la belleza de él absolutamente auténtico, pues así fue como lo vi entonces, pero al evocarlo ahora, surge en mí la duda acerca de mi potencial homosexualidad, tópico este que provocaría carcajadas pantagruélicas en el holguinero. )

Las primeras impresiones: me conmueven las referencias a sus novias de infancia y de adolescencia. Aunque vivía en el campo, su lectura primaria, como la mía, consistió en la excelente Revista Bohemia de Miguel Angel Quevedo. Si bien fue su mamá quien lo alfabetizó, Reinaldo entró en la primaria a los 6 y asistió a las Escuelas Primarias Superiores, puente que unía al 6to grado de la primaria con el Bachillerato, en la estructura educativa establecida en la Cuba republicana por el eminente educador Enrique José Varona. También se evidencia que su familia tenía cultura política. Sus tías en Holguín eran partidarias de Eddy Chibás, como mi madre en La Habana; el abuelo tuvo aspiraciones de postulación municipal y era nítidamente anticomunista.

(NOTAS TOMADAS A MANO)

1.- Concluyendo su introducción, R afirma que su obra “es mi venganza contra casi todo el género humano”. Así, estaba obsequiando a sus detractores con un juicio que estos tomarán al pie de la letra, para descalificar la envergadura de su creación literaria. Entonces, para defenderlo, hay que empezar por polemizar con el propio R

2._ Esta introducción aparece fechada en agosto de 1990, o sea apenas 4 meses antes de suicidarse. Sin embargo, todo parece sugerir que fue redactada posterior a la escritura de todos los capítulos de la autobiografía. R afirma haber comenzado a escribir la historia de su vida en Cuba y en 1974, en los días de su clandestinaje en el Parque Lenin, en unas libretas que no logró conservar. De aquel primer esfuerzo sobrevivió el título, entonces relacionado sólo con el anochecer que le impedía seguir escribiendo por falta de luz. Aunque no precisa las fechas en que retomó el empeño, me parece que efectivamente esta fue su última pieza narrativa, inferior en vuelo literario e imaginativo al Color del Verano , novela esta que sí pudo revisar R. En su autobiografía la presencia angustiosa de la muerte inminente e inexorable pesa en cada página y devora al cáustico humor que sí se desplaya en el Color... Por eso, Antes Que Anochezca es un testimonio de su propia vida y no una novela más, como pretenden algunos expertos en su narrativa.

3._ Cuando afirma que “Cuba es un país que produce canallas, delincuentes, demagogos y cobardes en relación desproporcionada a su población” , está otra vez ostentando su escaso sentido político y confirmando la afirmación de Antón Arrufat acerca de haber desarrollado en el exilio R una hostilidad feroz contra la sociedad presente en Cuba.

4._ Habla, como homosexual, del insulto de la vejez, pasando por alto las posibilidades creativas de esa etapa, que no es necesariamente indigna para el intelectual. Esto indicaría que, pese a su probado fervor literario, siempre se vivió a sí mismo en primer lugar como el homosexual, bastante peculiar, que escogió ser.

5._ Se ha generalizado bastante, sobre todo después de su desaparición, la imagen de un R campesino de monte adentro, cuyo talento floreció silvestre. Sin embargo, ateniéndonos estrictamente a su autobiografía, sabemos que: comenzó a asistir a la escuela primaria a los 6 años, que es la edad normal de hacerlo. Como adolescente, cursó la Escuela Primaria Superior, que era el puente entre el 6to grado y el Bachillerato, en el entonces vigente Plan Varona, que regía los estudios previos a la Universidad. Otros detalles que contradicen la muy cinematográfica pero poco veraz imagen que da Schnabel de su niñez son la lectura habitual en su casa familiar de la revista Bohemia y las aspiraciones políticas que tuvo su abuelo materno, para postularse en la zona como candidato del Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo. Por último, cuando habla de la casa de su familia paterna, donde nació, dice “el campo”, por tanto la casa materna, donde creció y permaneció hasta sus 15 años, era la ciudad, así fuese la ciudad de Holguín, que aparentemente no le dejó querencia alguna.

6._ Fue criado por su madre y demás familiares en el odio a su padre, igual que Bobby Fischer, quien tampoco conoció al autor de sus días, un alemán que, en ocasión de desarrollarse en una gran ciudad alemana la Olimpiada de Ajedrez, se acercó al salón de juego a presentarse a su genial vástago, quien lo rechazó sin siquiera levantar la vista.

7._ Si bien describe compasivamente la situación de su madre seducida y abandonada, pasa enseguida a culparla cuando pone en duda el deseo de ella “de encontrar a un hombre serio que se casase con ella”. No tuvo R la suerte familiar del también escritor norteamericano homosexual Truman Capote, quien agradecía su apellido a un cubano radicado en New York, quien fue su padre de crianza. Tampoco la económica. R interpretó desde el principio el hecho de carecer de padre como una diferencia que lo inferiorizaba al resto de los niños.

8._ La imagen del abuelo materno es negativa. Pudo haber sido un Don Juan, pero para su nieto R ya era un viejo calvo y ya sabemos lo que tanto este sustantivo como el adjetivo significaban para R.

9._ Hace el elogio de la vegetación, del vivir trepado a los árboles, en vez de estar abajo, con la gente. Es significativo que una de las causas a las que atribuye el esplendor de su infancia sea “la indiferencia de las personas respecto a él” Sin embargo, luego vivirá poseído por la atracción física de cierta gente a su alrededor. Nótese que muy pronto descartó al amor platónico y no se confiesa fanático de Onán, como podría suceder en ser tan introvertido.

10._ Usa innumerables veces los adjetivos enorme e inmensa, a veces más de una vez en un mismo párrafo. Sin embargo, el calificativo de versallesco que le era caro en La Habana aparece creo que una sola vez en todo el libro.

11._ Equivoca el nombre del acto cívico de fin de semana, entonces habitual en las escuelas cubanas, llamado El Beso de la Patria y lo denomina, muy de acuerdo con su obsesión erótica, El Beso a la Patria. Esta mínima errata me dice que R no le leyó este manuscrito a ningún cubano contemporáneo suyo (Lázaro Gómez Carriles no lo era) y que las personas que prepararon el texto para la edición tampoco lo eran, pues cualquier cubano de su época hubiese corregido el detalle. Los describe como tertulias literarias, cosa que no eran, aunque no yerra en lo esencial, pues es cierto que durante el mismo solían recitarse poesías patrióticas y leerse pequeños ensayos de la misma índole. Me asombra que R no mencione el aspecto más democrático: en cada grado, el maestro confeccionaba un listado de candidatos, donde estaban los niños más destacados de la semana y todos los alumnos del aula votaban, levantando las manos, por el que les caía más simpático, que resultaba ser el ganador del beso de la Patria de esa semana. En el Acto Cívico se desplegaba la bandera, los elegidos se colocaban a ambos lados y el Director o el maestro de 6to grado fungían como maestros de ceremonias. Cuando la semana coincidía con alguna fecha patriótica, se leían las mejores composiciones y se recitaban poesías, casi siempre de Martí. Al finalizar el curso, los alumnos que habían resultado electos en más ocasiones, recibían una medalla, al menos así fueron los Besos de la Patria en mi Colegio Academia Carlos de la Torre en la barriada habanera de Arroyo Apolo. Hoy día, desde hace ya muchos años, se realiza a diario en todas las escuelas de Cuba un acto llamado el Matutino, donde también se canta el Himno Nacional, pero no existen ni El Beso de la Patria ni las elecciones, por supuesto.

12._ Sus primeras manifestaciones sexuales fueron, como era o es aún frecuente en el campo, con animales. Los retozos con su prima Dulce Ofelia, escondidos en la propia casa quien al parecer es de las pocas personas de su numerosa familia que resulta ilesa de sus homenajes. Sin embargo, la primera relación que incluyó cierta penetración mutua fue con uno de sus primos, cuando R tenía 8 años y su primo ya 12. Confiesa que le fascinó el miembro del otro, pero también declara que, al terminar “sintió un sentimiento de culpabilidad muy fuerte. Más adelante, hay otra declaración que apunta en la misma dirección: “En el campo había otras ceremonias que me llenaban de alegría y me hacían olvidar mis obsesiones eróticas” – es decir, no identifica la obsesión erótica con la alegría.

13._ Evoca la fiesta familiar y colectiva de la cosecha del maíz. Me hace recordar a los grandes realistas rusos, sobre todo al viejo Tolstoy, quienes no parecen haber estado entre sus maestros, lamentablemente, quizás por prejuicios políticos.

14._ La descripción de la tempestad en el campo es excelente. Narra la tentación de arrojarse a la impetuosa corriente del río: “Cuántas cosas pudieron haberse evitado si lo hubiese hecho”, escribe, aludiendo a un posible suicidio en su adolescencia, y nos marca la presencia aunque subterránea, de un Reinaldo mucho más dramático y frágil, oculto tras las festinadas imágenes literarias que ha preferido ofrecernos de sí mismo. El pasaje completo está impregnado de un romanticismo espontáneo.

15._ Afirma haberse sentido, desde su pubertad, ajenos a sus familiares, para quienes él sentía que era un ser extraño, inútil, atolondrado, chiflado o enloquecido. ¿Hasta qué punto esta percepción era fiel a la realidad familiar o contenía un alto grado de distorsión subjetiva? Dada la hipersensibilidad de un artista como R, me inclino por la segunda opción.

16._ Solitario en el monte, R se entregaba a unas efusiones operáticas montunas, que incluían brincos, carreras y chillidos. Esto fue descrito por él en su Celestino... .

17._ Entre sus recuerdos eróticos infantiles incluye obligar a un perro familiar a que le practicase la fellatio cuando él le metía su pene en la boca, ejercicio este que implicaba el riesgo de que el animal lo mutilase. Primera vez que oigo algo así a propósito del mejor amigo del hombre, pero, tratándose de R, cualquier episodio es posible. Claro que él no usa esos latinajos: “hacía que el perro me mamase la pinga” dice él, pues nunca guardó las normas lingüísticas de la compostura burguesa, como criatura que fue para su bien y su mal de una Revolución hecha también por burgueses exaltados.

18._ ¿De dónde saca R la suposición de que los nombres exactos que utilizaba su abuela materna para distinguir estrellas y constelaciones fuesen “seguramente distintos a los que manejaban los astrónomos? Esta abuela y la gran casa familiar, vivían por derecho propio en Macondo y es sorprendente que R rechazase tajantemente desde un principio al mundo recreado por GGM, a quien califica de “imitador de Faulkner”, mientras pasa por alto la presencia evidente de Alejo Carpentier en la obra del laureado colombiano. Los juicios literarios de R fueron siempre ilimitadamente subjetivos. Cuando refiere las harturas de tierra que se daban él y Dulce Ofelia, se percata de la similitud con el mundo del otro y trata de descartarla. Por otra parte, es curioso que, a pesar del intenso fervor religioso de su abuela, él haya tirado para el ateísmo de su abuelo. Este rechazo a la religión, especialmente a la católica, aunque reforzado por su condición homosexual, también tiene que ver con su condición de integrante de la primera generación de jóvenes revolucionarios cubanos

19._ Su primera visita a La Habana, que él fecha en 1960, puede haber sido en 1959, cuando se trajeron a miles de campesinos a La Habana para que participasen en la celebración del 26 de Julio, en apoyo a la recién dictada primera Ley de Reforma Agraria.
En 1960, el 26 se conmemoró en La Plata, en las estribaciones de la Sierra Maestra. Es un tanto surrealista incorporar retrospectivamente a R a aquella masa de guajiros tocados con.guayaberas, sombreros de yarey, zapatos de baqueta y machetes al cinto que invadieron entonces a la Capital.

20._ El encuentro colectivo con el entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario (realmente no puedo precisar en qué fecha esta denominación sustituyó a la inicial de Provisional) es característico del modus operandi de esta figura. En aquel momento, este grupo de contadores agrícolas ocupaban el espacio que hoy llenan las muy mentadas Brigadas de trabajadores sociales, un contingente juvenil seleccionado como tropa de choque para desempeñar tareas especiales bajo su comando personal., por ello los calificó de vanguardia revolucionaria. Esto confirma que R estuvo entre los pocos elegidos, sólo que no pudo percatarse de que, al trasladarse del Edificio del INRA a la Biblioteca Nacional, con sólo cruzar la calle Paseo, estaba renunciando a su privilegiada condición de héroe anónimo de la vanguardia, cantera de cuadros políticos y administrativos, para convertirse en un intelectual indócil y sospechoso por definición.

21._ Otro detalle surrealista, hípersurrealista diría yo, es que R y su novia Irene estuvieron enrolados en una expedición para ir a Santo Domingo a derrocar a Rafael Leónidas Trujillo. Es una lástima que no abunde acerca de este Cayo Confites II.

22._ En la página 79 nos cuenta: “Y volvíamos otra vez a subir la Sierra Maestra con nuestra hamaca, con nuestras mochilas, nuestras barras de chocolate, nuestros himnos. Nos bañábamos en el río cerca del Pico Turquino, disfrutábamos de aquella temperatura, para nosotros casi polar, y descendíamos corriendo como cabras en una montaña, llenos de júbilo y de alegría. Indiscutiblemente, le habíamos encontrado un sentido a la vida, teníamos un plan, un proyecto, un futuro, bellas amistades, grandes promesas, una inmensa tarea que realizar. Eramos nobles, puros, jóvenes, y no teníamos ningún cargo de conciencia.” No puedo menos que preguntarme cómo pudo R perder todo esto. Me temo que ni siquiera él pudo encontrar la respuesta.

23._ Revela que alrededor de 1959 su madre regresó de Miami, donde había estado cuidando niños ajenos.

24._ En 1961, trabajó como personal de confianza en el canje de la moneda. Le reconoce a F haber dado con esa medida un golpe político magistral.

25._ R en su primera juventud fue Joven Rebelde, escaló 5 o más veces el Pico Turquino, miembro fundador de la UJC y responsable de un círculo de estudios de marxismo leninismo. Afirma estar convencido de que aquella Revolución fue comunista desde el principio, y a él entonces se le entregaron textos comunistas para que los estudiara y divulgara. Es significativo que estas vivencias no estén incluidas en ninguno de sus textos narrativos. Al parecer, nunca mostró inclinación al realismo, ni social ni socialista; tampoco se interesó por ser el novelista de la Revolución.

26._ En la página 81 anuncia la ocurrencia de algo, antes de su graduación que lo llenó de una enorme tristeza, pero lamentablemente no precisa en definitiva qué le pasó. El siguiente capítulo describe la breve pero efectivamente muy candente etapa del ascenso al poder del grupo de viejos comunistas, al frente de las llamadas Organizaciones Revolucionarias Integradas, las escandalosas ORI, y al parecer eso fue lo que lo llenó de tristeza, aunque no especifique un suceso personal. Su descripción de aquella atmósfera, de los días posteriores a la derrota del desembarco por Playa Girón de la Brigada 2506, se corresponde muy bien con mi recuerdo. Nacido tres años después que R, en 1961.cumplí 15 años, era un ardiente revolucionario, es decir partidario de F y de la Revolución, sin las aprensiones anticomunistas familiares de él, aunque con la misma acumulación de lecturas de la Bohemia, que era antibatistiana pero nada comunista y de las Selecciones del Readers Digest, cuyas historias acerca del Telón de Hierro nos apuramos a desmentir. Mi padre había pertenecido en algún momento al PSP y de hecho mi primer libro ilustrado, aún antes de aprender a leer, fue una biografía gráfica de Julio Antonio Mella con pies de grabado redactados por el camarada Blas, publicada por el Partido, cuyo emblema rojo de la Hoz y el Martillo adornaba el colofón del cuaderno. En plena década del 50, una tarde el Coronel Esteban Ventura Novo se personó a registrar en la casa de enfrente y Pancha determinó por prudencia pegarle candela a aquel material subversivo. No obstante, también a mí, que llegué a corearlas alguna vez, me disgustaban aquellas consignas tan groseras y tan diferentes a los primeros himnos revolucionarios y a las canciones de la guerra civil española, que francamente no han dejado nunca de gustarme y a solas las entono con nostalgia. Respecto al siniestro estribillo de Paredón Paredón, hay que exonerar de responsabilidad a los combativos pesepeteros, pues se vociferó por primera vez en el coliseo de la Ciudad Deportiva durante el Juicio público y televisado al Tte Coronel Jesús Sosa Blanco, en los primeros días de 1959. Mi personal desilusión y caída del trepidante tren en marcha de la Revolución, aún tardó algunos años más.

27._ En los primeros años como homosexual, confiesa haber alternado los roles de pasivo y activo. Afirma que se sentía bien de cualquier manera si la otra persona le gustaba. No creo que esta ambivalencia sea muy frecuente. Hay elementos para conjeturar que su permanencia en la opción homosexual no estuvo exenta de sufrimiento. Le reconoce al pintor Raúl Martínez “haber sido como un padre para él, que le enseñó cosas que él desconocía en arte, en pintura y en literatura”, pero de inmediato le suelta una andanada a Abelardo Estorino, endilgándole la escritura de unas loas al proceso que jamás existieron en la realidad. Ese pasar sin aviso previo del testimonio a la invención insidiosa es el mayor defecto de esta Autobiografía, porque vulnera su credibilidad.

28._ Hace el merecido elogio de la Freyre de Andrade, si bien le atribuye equivocadamente la fundación de la Biblioteca Nacional. Esta se estableció en las primeras décadas de la República, radicó por muchos años en el Castillo de la Fuerza y creo que su fundador fue el periodista Francisco de Paula Coronado.

29._ Es sarcástico cuando refiere que Eliseo Diego trataba de orientarlo en las lecturas infantiles, pero pondera su gran poema En la Calzada... como uno de los mejores de toda la poesía cubana, como es cierto. Admite que estos escritores católicos “Me hacían una censura culta y delicada.” Reconoce y agradece sin doblez el magisterio literario que le ofreció generosamente Virgilio Piñera, ayudándolo a mejorar su novela El Mundo Alucinante” Afortunadamente, en todo el testimonio sobre Virgilio están ausentes los funestos homenajes que les propina al resto, con excepción de Lezama, de sus conocidos.
Es particularmente injusto con su inseparable escudero, e incansable defensor, Tomás González Robaina.

30._ Dice R: “No son muchos los que pueden escapar a esa maldad delirante y envolvente de la cual, si uno se excluye, perece.” El mismo parece haberse impregnado en gran medida de ella. Conocí a varias personas que trataron a José Rodríguez Feo, bibliotecario y editor en la UNEAC por mucho tiempo, y nunca oí a nadie hablar mal de él. En los tiempos de mayor cerrazón, JRF no respetaba demasiado el index de libros prohibidos.

31._ R hace el elogio de la Dra.Bautista, la esposa de Lezama al quedar este sin la presencia de su mamá Rosa Lima Rosado. Tras la muerte de la Bautista, los intelectuales partidistas en Cuba han adquirido el hábito de culpar a la Bautista de todas las quejas del gran poeta, tildándola a ella de gusana. En verdad, fue ella, profesora de Español en el Instituto de la Víbora, quien costeó la colocación de la tarja que distingue la fachada de la pequeña residencia de Trocadero 164, casi esquina a Industrias, en honor al Gran Poeta y Escritor José Lezama Lima. A diferencia de R, no pude llegar a Lezama Lima, si bien lo intenté al menos en dos ocasiones. La primera vez fue un domingo por la mañana, en pleno pavonato, sentí la inspiración de aparecerme allí sin más ni más. Era invierno, pues recuerdo haberme puesto mi entonces favorito pullover ruso azul de mangas largas. Cerca de las doce, toqué a la sencilla puerta y sin dilación me abrió precisamente la Doctora y le expuse mi deseo de conocerlo. Ella puso cara de lo siento joven, buscó señas a su izquierda, pues la puerta se abría por el lado de la sala y Lezama solía sentarse a la derecha, cerrando el pasillo lateral, y para mi sorpresa me preguntó si yo venía del campo a lo que contesté erróneamente la verdad (No, no, soy de aquí) ella de inmediato me dijo que mejor pasase otro día, pues Joseíto no estaba muy bien del asma, usted sabe. El segundo intento corrió a cargo de mi querida Concha, una tarde en que pasábamos cerca y, contra mi voluntad, ella se paró en la puerta, era verano y estaba abierta, además tenían visita en la sala, Concha dijo venir recomendada por Virgilio Piñera, a quien ella sí conocía, pero nuevamente la Bautista atajó nuestro gol y se llevó algunos improperios arianos de Concha, mientras yo, avergonzado, trataba de sacarla del umbral. Después de aquel escandalito, no lo intenté más. Me limitaba a cruzar por la acera y verlo, cuando la ventana de la sala estaba abierta, en camiseta, sentado en su escolar pupitre de madera escribiendo, la gran cabeza despeinada el corpachón todo inclinado sobre la hoja donde la mano iba soltando el hilo de su escritura. Verlo allí era una prueba irrebatible de la existencia de la Poesía.

(En los años de la década del 70 pasaba por allí muy a menudo, por ver al poeta y por tratar, en vano casi siempre, de tropezarme a mi entonces muy amada Aida Peña, quien vivía en el edificio que hace esquina por Industrias. Esa coincidencia me permite precisar que mi primer esfuerzo, el domingo de invierno, tiene que haber sido en 1972 o 73, porque entonces yo aún no la conocía a ella)

32._ Afirma R que “la belleza bajo un sistema dictatorial es siempre disidente”

33._ En el capítulo titulado Mi Generación incluye a Delfín Pratt, Roger Coco Salas, René Ariza, José Hernández (Pepe el Loco), José Mario, Luís Rogelio Nogueras y Guillermo Rosales. Afirma “Nuestra generación ha sido una generación perdida, destruida por el régimen comunista”lo cual es tema para un largo debate. Heberto Padilla, diferenciando entre las comodidades de una vida tranquila y las potencialidades literarias del sufrimiento
causado por una revolución socialmente desgarradora, prefería lo segundo. Así, más para bien que para mal, la violenta Revolución nos había puesto, metido de cabeza a todos en la Historia y en los primeros planos de la atención mundial y todo eso, para él, tenía que ser quizás tan malo de vivir como bueno para nutrir la literatura de unas experiencias muy peculiares y valiosas. Si no mediase el contexto del proceso político, ¿quién hubiese mostrado interés en Europa por nuestras vivencias individuales? ¿A quién podrían interesarle? Aún más, el vuelco social hizo de muchos de nosotros aspirantes a literatos, porque, además, esa profesión recibió, en los años 60, una alta consideración en el país, se nos hizo atractiva y, sobre todo, se puso a nuestro alcance, pues entonces prácticamente todo, excepto la búsqueda del lucro económico, parecía, era accesible a cualquier cubano.
La generación nacida en la década del 40 que no salió de Cuba puso su horizonte en el aprendizaje y apreció la cultura muchísimo más que las actuales, realmente menos idealistas, aunque no sé si para bien de la sociedad. Entonces, en la ya tan remota década nuestra del sesenta, el individualismo, la búsqueda del beneficio propio, estuvo puesto en la picota por los valores colectivos y el predominio absoluto del proceso revolucionario, cuyo mejor interés servía de fiel para aprobar y condenar las conductas personales. “Los Hombres mueres, el Partido es inmortal” fue un paradigma rector, situado por encima de todo análisis crítico. La única forma admitida de cuestionamiento era la autocrítica. Si se cuenta con el tiempo y la paciencia para leer la narrativa de la época, se observará un predominio del monólogo más que del narrador omnipresente, pues inconscientemente los autores evitaban saber demasiado. Entonces, para encontrar el despliegue del Yo, tenemos que ir a los discursos políticos, de ahí el acierto de Edmundo Desnoes al incluírlos en su, apenas divulgada en Cuba, antología Los Dispositivos en la Flor.
rhur46@gmail.com

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