viernes, 8 de octubre de 2010

JUEGOS DE LA MEMORIA


Por Juan Antonio Madrazo Luna


El Vedado, La Habana, 9 de octubre de 2010, (PD) Reinaldo Arenas ha regresado virtualmente al lugar del que aun continua desterrado, al territorio donde tantas veces ha sido satanizado y en el cual se han desarrollado campañas mediáticas en su contra, aun después de muerto.

Sin cátedra alguna, fue expulsado de la Cátedra de Letras. Era un animal literario, escribía salvajemente. Fue descubierto por el poeta Eliseo Diego.

Recientemente Ediciones Unión, en su colección La Rueda Dentada, presentó en la Sala Villena de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba( UNEAC), el testimonio literario Misa para un Ángel de Tomas Fernández Robaina. El libro sale a la luz pública diez años después de haber sido escrito.

Leer Misa para un Ángel es asomarnos a zonas desconocidas y no muy bien interrogadas del mapa cultural cubano. Para otros es una historia light.

A Reinaldo Arenas, aun como parte del panteón de la cultura cubana, no se le perdona su militancia política, su abierta militancia sexual, su lujuria y su talento. No se le perdonan los éxitos cosechados de Antes que Anochezca, sus célebres memorias y la película del mismo nombre de Julián Schnabel.

A través de Misa para un Ángel, Tomas se toma la libertad de dialogar con Reinaldo, se permite hablar sin censuras, desnuda zonas públicas y desconocidas de la mala hora del campo intelectual revolucionario.

La crisis de confianza y la fragmentación de la sociabilidad revolucionaria dio lugar a que muchas vidas fueran marcadas y excluidas del campo intelectual. Su mirada aun no restablece los puentes desvirtuados por la ceguera y la parálisis cultural.

Clara Moreira, Ingrid González, Delfín Prats, Walterio Carbonell, Aurelio Cortés y otros que sufrieron la marginación y el destierro involuntario, 50 años después muchos no han sido rehabilitados y disculpados públicamente. Todos marcados por experiencias traumáticas, convertidos en seres inadaptados y frágiles.

El mapa oficial de la cultura cubana aun es una unidad blindada en donde no se concilia libremente la alteridad y la diferencia.

Reinaldo Arenas, el pintor Raúl Martínez, el dramaturgo Abelardo Estorino y Tomas F. Robaina, son parte de una generación excluida de la ciudadanía revolucionaria, que se atrevieron a buscar posibles respuestas a sus interrogantes y fracasaron al atreverse a ser ellos mismos en su búsqueda desenfrenada del placer. Una generación que defendió a capa y espada la soberanía del orgullo frente a las demandas políticas e ideológicas, frente a la búsqueda de un nuevo sujeto humanista desde la moral socialista, el aun no encontrado hombre nuevo.

En el libro, Reinaldo y Tomasito vuelven a nadar en el transparente mar de La Concha, a pasear por las calles donde fueron jóvenes, a frecuentar la zona de libre comercio de la jungla gay habanera, a la caza de los muchachos en flor, en busca de cuerpos deseosos de sexo. La ciudad es el más fiel testigo de ese diálogo, escenario de conflictos y de tensiones políticas. Los 60 y los 70 son épocas que Tomas recuerda con mucha alegría y entusiasmo, pero también con mucho dolor, tristeza y temor.

Mientras Tomas juega con la memoria de quien fuera unos de sus mejores amigos, aun quedan muchas personas del campo político e intelectual, desterrados del mapa sentimental, historiográfico y cultural de la nación. Aun la política dominante de la nación no restaura el dialogo, las apariencias y las diferencias, es algo que no se permite el narcisismo revolucionario.

Más allá de las buenas intenciones de Tomas al iluminar a uno de los iconos del patrimonio literario de la nación, 20 años después de su muerte, su obra continúa desechada y marginada. Reinaldo Arenas continúa siendo el enfant terrible de la literatura cubana contemporánea. Muy pocos críticos y ensayistas se han atrevido a hurgar en su obra.

cubainterracial.gl@gmail.com
Fotos: Juan A. Madrazo

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