
Por: Eduardo E. Rodríguez
Puedo percibir el dolor del exiliado cubano, forzado a vivir en lugares del mundo a donde, por más que trate, se tarda años ó nunca recupera uno de la nostalgia de volver a su tierra.
En el pasado me he visto obligado, por circumstancias económicos, a emigrar de Puerto Rico hacia los Estados Unidos, con resultados angustiosos y en muchas ocasiones afligido por el cambio; abrumado al punto hasta derramar lágrimas desconsoladores. La única consolación ha sido el poder encontrarse con compatriotas en el mismo entorno y poder compartir costumbres de nuestra tierra.
Por éstas razones nuestras decisiones en escojer líderes para dirigir nuestra tierra es una acometividad demasiado fundamental para tomar a la ligera. Dependiendo de esa autodeterminación se comprueba si vamos a poder subsistir en nuestra patria o no.
La tribulación que sufren los exiliados, de la isla hermana, debe de ser compartido por todos. Ofrendar nuestra conmiseración y amistad es la mejor manera de corresponder.
El haber sido desterrado por un régimen totalitario, cuyo único fín es extirpar todo lo que no sirva a sus intereses degradantes, es un asunto que debemos todos unirnos a resolver por el bién de la paz y tranquilidad mental de ellos.
"Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas" - demostrémosle de que así sea.
Que al llegar desterrado a nuestra isla puedan sentir que verdaderamente hayan sido desplazado a un rio de ensueños.
Que Dios bendiga a Cuba
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Rio de ensueños
River of Dreams
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