
Por Tania Díaz Castro
Santa Fe, La Habana, 6 de noviembre de 2010, (PD) Se trata, no hay dudas, de un poema de ocasión, panfletario e intrascendental dentro de la importante obra de Guillén. Una canción a José Stalin es un poema que, eso sí, llama la atención, porque nunca más el poeta cubano volvió a inspirarse en el sucesor de Lenin:
Stalin, Capitán,
a quien Changó proteja y a quien resguarde Ochún…
A tu lado, cantando, los hombres libres van…
Unos años antes de 1941, año que Guillén escribió su poema, el campesinado ruso se había rebelado contra la colectivización dirigida por Stalin. Los recuerdos de sus grandes purgas estaban recientes, con sus millones de víctimas, así como el asesinato de Trostky, ordenado un año antes, en 1940, por el propio autócrata ruso. Según sus historiadores, 1941 fue el año que más errores cometió el jefe ruso, quien expresó que la lucha contra Hitler era una lucha de vida o muerte, a pesar de que un poco antes había pactado con los nazis, algo que para el futuro presidente de la unión de los escritores cubanos no tenía la menor importancia.
Pero el futuro afinca, levanta su ilusión
allá en tu roja tierra donde es feliz el pan,
y altos pechos armados de una misma canción
las plumas de los buitres detienen, detendrán,
allá en tu helado cielo de llama y explosión.
Stalin, Capitán.
En l941 Stalin hizo un llamado sobrecogedor al pueblo ruso para que arrasara la tierra antes de cederla al enemigo alemán: volar puentes, destruir líneas telefónicas y telegráficas, incendiar bosques, almacenes, transportes.
A los cubanos nos recuerda aquello que dijo Fidel Castro de “primero se hundirá la isla en el mar…”
También para Stalin se trataba de una guerra de todos los pueblos, pero permaneció encerrado en el Kremlin todo el tiempo. Jamás hizo contacto con sus tropas en el frente de batalla. Fue, sin duda, el año de sus grandes derrotas, mientras todo el poder continuaba en sus manos.
El jarro de magnolias, el floreal corazón
de Buda, despereza su extático ademán:
Gravita un continente sobre el Mar del Japón:
Rudo bloque de sangre de Liberia a Ceilán
Y de Esmirna a Cantón…
Stalin, Capitán.
Deprimido y pesimista, pero con su máscara de hierro, el dictador ruso solicitó al presidente de Estados Unidos que enviara sus tropas para que el ejército ruso se pusiera bajo sus órdenes absolutas. Stalin se veía ansioso y desesperado. La moral del pueblo ruso estaba al borde del colapso: actos de pánico, deserción y colaboración con el enemigo en Ucrania y el Cáucaso…
Su astucia primitiva para enfrentar la guerra lo hizo lanzar la consigna de: La Victoria será en 1942. En eso también se equivocó, igual que el Poeta Nacional.
¡Stalin, Capitán,
los pueblos que despierten, junto a ti marchará!
Nicolás Guillén vivió 35 años después de la muerte de Stalin. Nunca dejó de ser un soldado obediente ante las órdenes del régimen estalinista de Fidel Castro y murió justamente antes de que finalizara julio de 1989, para no ver el desmerengamiento de la URSS.
vlamagre@yahoo.com
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