
Por Moisés Leonardo Rodríguez
Cabañas, Habana, 20 de diciembre de 2010 (PD) Uno de los indicadores de la creciente crisis nacional es el aumento de la disfuncionalidad de las instituciones y la pérdida de profesionalidad y conducta ética de sus funcionarios. Los cuerpos represivos no constituyen una excepción.
Aunque la mentira y la utilización de lo más oscuro de los seres humanos ha sido el fundamento del régimen totalitario en la isla desde su toma del poder en 1959, en los últimos tiempos se desbordan de los límites de lo tolerable por nacionales y una opinión pública internacional cansada de ser burlada.
La Policía Nacional Revolucionaria dejó de gozar del apoyo popular debido al incumplimiento a cabalidad de su misión natural de mantener el orden, la seguridad de personas y bienes así como la tranquilidad ciudadanas.
Es queja generalizada entre la población que la policía no acuda o lo haga después que haya heridos o muertos, ante llamadas por broncas callejeras u otros desordenes públicos. También por los pocos casos delictivos que son resueltos realmente, por el acoso a inocentes y la impunidad de los delincuentes reales.
La utilización desmedida de la PNR por el Departamento de Seguridad del Estado contra disidentes pacíficos que no han violado la legalidad sino la tranquilidad del poder, también es mal vista por muchos ciudadanos, incluidos algunos policías que lo han manifestado ante opositores detenidos.
El uso excesivo de la fuerza por agentes represivos, las sistemáticas violaciones de la ley de procedimiento penal y la propia Constitución, la corrupción, las conductas no éticas y poco profesionales en la interacción con la población en general y con los detenidos en particular, son otros de los síntomas de depauperación de estas instituciones.
La falta de respuestas o las explicaciones insatisfactorias por parte de los niveles superiores de las mismas y por las jerárquicamente superiores a ellas como el Consejo de Estado, la Asamblea Nacional del Poder Popular y la Fiscalía General de la República, hacen crecer la falta de credibilidad de la población en ellas así como el descontento popular.
Muchos opositores señalan la generalización de comportamientos marginales entre agentes de la Seguridad del Estado. En reiteradas ocasiones, oficiales de este cuerpo han proferido ofensas personales a opositores, los han desafiado a fajarse, les han golpeado traición desde su posición de fuerza, lo que constituyen un descrédito total para estos individuos y el cuerpo que integran.
En los últimos tiempos, han llegado a golpear a mujeres (Reina Luisa Tamayo, Sonia Garro, algunas Damas de Blanco, como Idalmis Núñez, entre otras muchas más) o a permanecer indiferentes ante las golpizas que les propinan miembros de las bandas paramilitares que pretenden ser “el pueblo enardecido” pero que harto probado está que son organizados, alentados, dirigidos y premiados por la Seguridad del Estado.
¿Es esto moral y profesionalidad en la defensa de un estado?
Es aplicable la sentencia martiana de que “Cuando se va más allá de la razón para defender algo, es que no se haya dentro de la razón manera de defenderlo”.
El círculo vicioso es mantenido por el poder. Solo él tiene en sus manos el sacar a la nación del mismo. De no hacerlo derivaremos en explosiones populares espontáneas. De ahí a la intervención extranjera, no deseada por la mayoría de los cubanos, no hay más que un paso. La historia enseña que la intransigencia, el inmovilismo y la represión de los colonizadores españoles condicionó el uso de la violencia como única vía posible de lograr el cambio necesario, la independencia, y de la intervención norteamericana de 1898.
El tiempo se agota, la paciencia de los oprimidos también. Cámbiese lo que deba ser cambiando antes de que sea tarde para todos.
corrientemartiana2004@yahoo.com
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