lunes, 14 de febrero de 2011

Sin apellidos



Escrito por Adolfo Pablo Borrazá

Centro Habana, La Habana, 15 de febrero de 2010


(PD) Me cuenta un amigo lo que le sucedió recientemente mientras esperaba turno de urgencia en el cuerpo de guardia Hospital La Covadonga, en El Cerro. La dolencia que lo obligó a acudir a dicho lugar se agudizaba y su temor aumentaba a cada minuto que corría. Estaba aquejado de hemorroides. Sangraba cada vez más. Aun así, enfermeras y doctores no se inmutaron. Le dijeron que tenía que esperar. Entonces mi amigo empezó a maldecir al gobierno.

Un señor de edad avanzada que se encontraba a su lado le aconsejó que tuviera cuidado de cómo se expresaba y delante de quien lo hacía, porque "aquí no se sabe quién es quién".

Por supuesto que a mi amigo, adolorido como estaba, le importaba un carajo quien era el viejo, pero lo extraño parece atractivo y lo dudoso curioso, así que ahí mismo empezó entre ambos el bla bla bla.

El anciano, que aseguró le debe mucho a Fidel y la revolución, dijo ser un ex - coronel de la Seguridad del Estado y se identificó como Tony, sin apellidos. Incluso aseguró con un guiño de ojo que hasta ayer no tenía carné de identidad.

Mi amigo, por su parte, le refirió al supuesto coronel su enfermedad y la indiferencia de los galenos. El ex -militar le aseguró que no se preocupara, que lo atenderían enseguida.

En eso llamaron al anciano y no precisamente por el nombre que dio. Un cuarto de hora después, el señor salió y habló con la enfermera respecto al padecimiento de mi amigo. Esta le comunicó que tenía que esperar su turno a pesar de que el caso era de urgencia.

Entonces, el hombre se sentó al lado de mi amigo y con cara compungida, le dijo que Fidel no tenía culpa de eso, la falta era de personas como esa que no se sensibilizaban con la desgracia ajena.

"Tranquilo, mi viejo, esto es de Liborio y a nadie le duele ni importa nada", expresó mi amigo, en un intento por consolar al viejo.

Bastante tiempo después fue que pudo entrar a la consulta y ser atendido por un especialista. Al salir, el ex - coronel lo esperaba para preguntarle cómo le había ido. "Todo bien, gracias", respondió.

Se sentaron y empezaron a debatir sus ideas, cada uno en su territorio. Ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer. El coronel volvió asegurarle que la revolución esta vez si iba a construir el socialismo, que no dudara de eso.

Mi amigo le dijo: "Mi viejo, usted no sabe quién soy yo y sin embargo no le he dicho que respeto mucho sus ideas, pero este comunismo es una mierda y usted lo sabe".

El hombre, intrigado, preguntó: ¿Y quién tú eres que te atreves a hablar así?

"Popi", contestó mi amigo.

"¿Sin apellidos?", interrogó el anciano

"Sin apellidos, igual que usted."

Y cuenta que se fue mientras el viejo averiguaba donde había un teléfono para hacer una llamada urgente.

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