lunes, 14 de marzo de 2011

Historias grabadas en carteles



Escrito por Amarilis C. Rey

Managua, La Habana

8 marzo de 2011

(PD). Dice un refrán popular, que “cualquier tiempo pasado fue mejor.” No sé en otras latitudes como funcionará eso, pero en Cuba, tiene mucha aplicación. ¿Será que nuestro presente es cada vez más funesto?

Cuando Mercedes marchó hacia Estados Unidos, para reunirse con su madre y hermanos, dejó en el terruño a su hija, una nieta y un cuadro de la virgen de

la Caridad del Cobre. Les encargó que conservaran y cuidaran la imagen del cuadro que había pertenecido por mucho tiempo a la familia.

Nostálgica por la separación, Yorlanka, la nueva propietaria del recuerdo familiar, colocó la imagen en la sala de su casa con la firme convicción de, si algún día puede seguir los pasos de su madre, llevarla con ella.

“Tú sabes cuantos recuerdos, -comenta mientras observa la imagen- las cosas que le pediría mi bisabuela, mi abuela, en aquellos tiempos. Esta virgencita debe ser testigo de muchas alegrías y también de tristezas.”

En un letrero en el borde inferior del cuadro de la virgen puede leerse: “Obsequio de Mejoral contra el dolor de cabeza y los resfriados”. La joven me comenta: “Creo que el Mejoral era una pastilla, como ahora la Duralgina? ¿Por qué lo dice, qué tiene que ver eso?”

Una vecina con varias canas y buena memoria, explicó que la frase era una propaganda del medicamento. “Si comprabas la pastilla, era posible que por un sorteo pudieras ganarte el cuadro. Y seguro que eso fue lo que le pasó a tu familia,” dijo la señora.

“¿Y te regalaban un cuadro por comprar una pastilla? Ahora tienes que correr cuando viene la medicina a la farmacia, o tener amistad con la empleada para que te guarde el medicamento que necesitas”, comentó la joven que heredó el cuadro.

Muchos son los anuncios que aún quedan, con sus historias grabadas para quienes las sepan interpretar. Algunos tirados y casi ilegibles. Otros más conservados y más conocidos.

En una casa de Managua, hay un cartel de fondo rojo, esmaltado con letras amarillas y blancas, que todavía exhibe la tentadora invitación: “Tome Coca Cola, 5 centavos aquí.”

Durante años, el cartel, de aproximadamente 50 centímetros de alto por 45 de ancho, formó parte de una pared exterior, pero no para anunciar el producto sino para tapar uno de los huecos que quedaron, quizás por falta de materiales de construcción.

Recuperado por un nuevo dueño, que ha sabido interpretar la historia que encierra el letrero, ahora tiene el deterioro más disimulado. Todavía le vibran las letras cuando aun invita a degustar el refresco.

“Mira, Coca Cola a cinco centavos”, es la expresión de muchos cuando lo ven expuesto en el interior de un garaje. Y surgen nuevos comentarios: “Ese ahora es un refrescos de ricos. Vale casi un CUC (25 pesos moneda nacional) y eso es ahora, porque estuvo años sin aparecer”, aseveran.

Personas que se han identificado como coleccionistas han indagado en varias ocasiones por la posible venta del anuncio. Ante la negativa del dueño, estas personas han llegado a manifestar: “Póngale precio.”

Compitiendo con las nuevas propagandas, colgadas en los portales, originadas por la también nueva política gubernamental de que ahora se puede tener negocio, otro cartel, este de los años 60, anuncia un pequeño comercio privado, de esos que cerraron cuando la ofensiva revolucionaria de 1968.

Es de zinc blando, de fondo verde claro y con letras carmelitas. Puede leerse: “Quincalla San Lázaro, de Ada Arguelles”. Era un pequeño local alquilado, donde su propietaria vendía baratijas que desaparecieron cuando erradicaron los pequeños negocios privados.

Hoy, los nuevos comerciantes exhiben similares mercancías en la vía pública, sobre pequeños camastros plegables.

Así es lo que nos rodea, pequeñas historias que pueden hacer grandes los recuerdos.

amarilisrey@yahoo.com

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