domingo, 24 de abril de 2011

Las tropas que no desfilaron




Escrito por Odelín Alfonso Torna


Arroyo Naranjo, La Habana


abril 24 de 2011


(PD) Como tantos cubanos, estuve pendiente del desfile del sábado 16 de abril en la histórica Plaza de la Revolución.

Por las calles, delineadas para el tránsito de la revista militar, desfiló cada uno de los cuerpos del ejército por orden de creados. No fue hasta las 8 y 20 de la mañana que irrumpió en el anunciado desfile por el 50 aniversario de “la primera derrota del imperialismo en América”, un grupo de 128 jinetes que simbolizaban la Caballería Mambisa. Dándole una secuencia histórica al desfile, 6 000 pioneros de primaria y secundaria básica, siguieron a la marcha ecuestre con una réplica del yate Granma y los viejos tanques blindados con que Fidel Castro le disparó a un barco yanqui en Bahía de Cochinos.

Se comentaba que el presidente y general en jefe Raúl Castro iba a sacar “lo último” en cuanto a esa técnica militar de combate que atesora en los bunkers del lomerío occidental. Dos horas y 39 minutos de marcha para quedar enganchados y no ver desfilar a la tropa más activa en Cuba en los últimos quince años.

Seguramente se preguntarán de qué tropa hablo. En medio de tanto dinero invertido para la guerra anunciada, las tropas antimotines se quedaron con ganas de aquello y esperanzas de lo otro.

¿Por qué han de estar activas en un país en que se dice que las calles son de los revolucionarios y dónde la juventud “toda”, deseosa de combatir a un enemigo ficticio, pregunta constantemente al líder histórico Fidel Castro aquello de: ¿dinos qué otra cosa debemos hacer?

Esperé ver en el desfile sabatino aquella novísima tropa antimotines que rodeó a una escuela internacional de medicina en Jagüey Grande, Matanzas, para sofocar una protesta pacífica de estudiantes paquistaníes, mayoritariamente musulmanes.

Curioso, la escuela y sus amotinados estaban a escasos kilómetros de la Bahía de Cochinos, escenario de esa histórica confrontación militar que fue la antesala del “carácter socialista” de la revolución cubana.

De algo quedé convencido con éste desfile militar: hay que temerle más a lo que no se muestra.

No quiero decir con esto que la tecnología de punta merodee a la industria militar cubana, porque cambiar esteras por neumáticos y colocarle visores infrarrojos a los viejos blindados rusos, tan sólo son atuendos para el mismo perro.

Comparto el pragmatismo de Raúl Castro en cuanto a optar por modernizar la vieja técnica militar y no comprar tanques blindados o aviones de combate de última generación. La economía cubana ni siquiera da para comprar arroz vietnamita o leche en polvo canadiense.

Pero, ¿acaso los fusiles de asalto con bayoneta calada incluida, los atuendos y la técnica de comunicación y transportación utilizada por las tropas que tomaron la escuela de Jagüey Grande eran viejos implementos recuperados?

La tropa que no fue al desfile -las antimotines- la vi por primera vez un cinco de agosto de 1994, en la explosión social conocido como el Maleconazo. Me reencontré con ella el 20 de septiembre de 2009 en el concierto Paz sin Frontera, en las cercanías del mismo escenario que el sábado 16 de abril rememoró la victoria de Playa Girón. Desde entonces, nadie sabe dónde se esconde ni cuán sofisticada sea.

De desfilar las tropas antimotines y su sofisticada técnica de enfrentamiento, y no la representación de un pequeño escuadrón de infantes de la brigada especial para situaciones de “seguridad ciudadana”, le hubiese dado al desfile del 16 de abril la máxima puntuación.

De algo si estoy seguro: sus efectivos y todo lo demás nunca están lejos de la Plaza de la Revolución.

De todas formas, la secuencia histórica indica que las tropas antimotines pueden contar con pasarelas en cualquier lugar de la isla, también con financiamiento abierto y el apoyo incondicional de las Brigadas de Respuesta Rápida. A fin de cuentas, no es el enemigo externo quien más preocupa.

odelinalfonso@yahoo.com

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