lunes, 25 de abril de 2011
Pero, ¿hay o no hay?
Escrito por Amarilis C. Rey
Managua, La Habana
25 de abril de 2011
(PD) Viajar en camión es altamente molesto. Aunque el vehículo esté “acondicionado” para transportar personas y el viaje sea corto, de algunos minutos, aun así, es perturbador.
Quienes van sentados se resbalan constantemente hacia delante con el ritmo del motor porque los asientos de estos transportes, dispuestos a lo largo de la cama, son de madera, y cuando aparece un hueco en la vía -los hay en abundancia- todo el cuerpo recibe el impacto. La ropa muchas veces se engancha en las astillas desprendidas de la madera, que generalmente no está cepillada.
Los que tengan la suerte de obtener un espacio en estos asientos, tienen que realizar un movimiento constante de repliegue, ya que si no lo hacen, corren el riesgo de caer a los pies de otros pasajeros.
El sujetarse fuerte de cualquier cosa que se tenga a mano es la receta, aunque no siempre efectiva. Quizás por estos motivos, muchos opinan que prefieren viajar parados y rechazan los improvisados bancos.
Pero para los que soportan sobre sus pies, las angustias dependen de sus características y de las del camión.
Si es un camión grande y los tubos para sujetarse están situados en la parte alta, los pasajeros de mayor estatura viajaran un poco más relajados. Pero aquellos que no levantes muchas cuartas del suelo, esos se las ven negras para tratar de estirar el brazo lo más posible, a la vez que deben interactuar con los giros bruscos, los baches y los demás pasajeros que les rodean.
Todas estas situaciones se agravan de acuerdo con la cantidad de personas que aborden estos vehículos, que en la mayoría de los casos viajan repletos al máximo de su capacidad, y donde no es nada extraño que los pasajeros se hagan acompañar de algún saco de cocos secos o una java de boniatos, una bicicleta o una torta de cumpleaños que aunque parezca increíble, la mayoría de las veces, llega intacta.
Este tipo de transporte, surgido gracias a la iniciativa de propietarios de camiones a quienes el gobierno ha otorgado la licencia de trabajo por cuenta propia, circula sólo en áreas rurales. Pueblos distantes de la capital como Batabanó, San Antonio de las Vegas, Melena del Sur y Quivican, son entre otros los que dependen de esta forma de locomoción. Un punto más que le da a estas localidades, antiguamente prosperas, un aspecto de pobreza y desolación.
Aunque los camiones no pasan con mucha frecuencia, en alguna medida son un alivio para los residentes de estos poblados. Algunos de ellos afirman haber pasado días enteros en la espera por un ómnibus u otro transporte que nunca llegó.
El “bloqueo”, según vecinos de estas localidades, ha sido el principal argumento esgrimido en las reuniones de rendición de cuentas de los delegados del Poder Popular. El otro argumento ha sido la carencia de piezas de repuesto, que también es por culpa del “bloqueo”, para reparar los descontinuados ómnibus. En conclusión, que según la óptica gubernamental, en esas localidades no hay transporte público por culpa de Estados Unidos.
Sin embargo, en estos días en que los ómnibus de la empresa de transporte interprovincial “Astro” han invadido algunas de esos lugares, y se han visto transportar a militares, presuntamente en lo que fueron los preparativos del desfile militar de este 16 de abril, muchos se formulaban la misma interrogante: Pero ¿hay o no hay?
Las caras de angustia en el parque, esperando el infernal transporte, dieron paso a comentarios: de este tipo: “Verdad que este es un gobierno descarado. Para ellos si hay guagua y gasolina.”
Cuando la fila de los ómnibus “Astro”, que acaban de pasar, se perdió en un punto lejano de la carretera, hubo otra expresión de descontento. “El pueblo que espere lo que le toca: el camión.”
amarilisrey@yahoo.com
Foto: Amarilis C. Rey
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