lunes, 25 de abril de 2011
La sopa
Escrito por Odalis Álvarez Valerino
Centro Habana, La Habana
25 de abril de 2011
(PD) En Cuba pararse frente a la cocina genera estrés y mal humor. El alimento es escaso y las amas de casas tienen que hacer magia para cocinar y aumentar para que alcance para todos lo poco que consiguen.
Cuando un amigo o un familiar nos invita a comer, vemos los cielos abiertos.
Hace unas noches un amigo nos invitó a mi esposo y a mí, a tomar una rica sopa de gallo a la cual no nos pudimos negar. Mi esposo, en el argot popular cubano, es “enfermo” a las sopas, ajiacos y cuantos caldos existan. Mientras degustamos la sopa, nuestro amigo nos comentaba de las calorías que tiene la sustancia del gallo y lo bueno que es para el cerebro.
Cubanos al fin, no faltó el tema de cuantos alimentos ya no pasan por la cocina criolla. También hablamos de donde salió el dichoso gallo que puso nuestras mentes más “eficientes”.
Resulta ser que un amigo común ingresó a su padre debido a que presentaba un coágulo cerebral que los facultativos diagnosticaban grave. El mismo se produjo gracias a que su padre se encolerizó cuando vio que la poca leche que le dan por la cartilla de racionamiento se le derramó mientras la hervía. El anciano no lo soportó y con un gesto violento levantó el puño para descargar su ira contra la mesa de la cocina, pero no la encontró. Al fallido intento, su cabeza golpeó de inmediato contra la mampostería y el viejo se produjo lesiones muy serias en el cráneo.
Los médicos advirtieron que no podían hacer nada, pero el hijo del anciano pasó largas horas en la búsqueda de cuanto medicamento y menjunjes pudieran ayudar a su padre. Alguien le propuso que matara el gallo que tenía en el patio, con la sapiencia de que la sustancia del animal levanta a un muerto.
Mientras preparaba la apetitosa sopa, recibió la triste noticia de que su padre había fallecido. El coagulo alcanzó la masa encefálica y la guadaña se llevó al pobre anciano.
Fue una pérdida desastrosa para nuestro amigo, provocada por la desesperación y la escasez. Quizás si el gobierno cubano abasteciera sus mercados con todo tipo de alimentos y los salarios alcanzaran para comprar cuantos litros de leche se quieran, la guadaña no se hubiera llevado al padre de nuestro querido amigo. Tal vez el anciano hubiera tenido la oportunidad de saborear la sopa del gallo. A lo mejor, ni siquiera se hubiera enfurecido por el derrame de la leche.
No sé, supongo que cada historia bien pudiera haber sido distinta. La de mi amigo fue triste. La utopía totalitaria suele influir negativamente en nuestras vidas. Pero tengo que admitir que la sopa estuvo buena.
odalvafofy@yahoo.es
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