
Escrito por Augusto César San Martin
Centro Habana, La Habana
22 de junio de 2011
(PD) Cuando el gobierno se percató de las pérdidas en la recaudación de divisas de los CUPET (los centros estatales que venden el combustible en dólares), con un golpe de magia reemplazó a los dependientes de las gasolineras del país por trabajadores sociales.
Josvani Quiala de 20 años, fue de los seleccionados para dar el paso al frente. De origen humilde, militante de la Unión de Jóvenes Comunistas, con el espíritu de combatir lo mal hecho y brindarse "pá' lo que sea".
Natural de Guantánamo, se quedó sin carrera universitaria y a través de un programa gubernamental fue captado para cubrir el déficit de maestros en La Habana.
Hace algo más de cinco años, Fidel Castro organizó la captación de jóvenes que no estudiaban para apoyar el programa energético y otras tareas de la revolución. Cuando dejó el poder, su hermano Raúl comenzó la desintegración del grupo.
Quiala llevaba tres meses en uno de los albergues destinados para los trabajadores sociales cuando fue convocado. Recuerda que el Comandante en Jefe los reunió para explicarles "la misión histórica a ellos encomendada" y les regaló un reloj Orient, entre otras cosas. Debían sustituir a los dependientes que hasta el momento robaban el combustible estatal (el robo generalizado impidió a la policía encarcelarlos de forma masiva).
El joven se sintió eufórico y temeroso: conocía el nivel de vida de los anteriores empleados y confiesa que la tentación lo provocaba. Sabía sobre el negocio de combustible con el camión cisterna de abastecimiento para luego venderlo al precio oficial. Conocía que los choferes de los autos gubernamentales vendían a los dependientes la gasolina otorgada mensualmente para trabajar, que también se revendía a precio de estado.
-Me vistieron de verdugo y me pusieron la soga al cuello- asegura cuando recuerda el momento.
El primer mes para Quiala fue tentativo. Se llevaba las propinas de los clientes, que debía repartir entre todos los trabajadores del centro. Cinco dólares diarios no era lo que esperaba, pero nadie quería arriesgarse con todos los ojos observándolos.
El tercer mes conoció a Hebert Iglesias, ex dependiente del CUPET. Hebert invertía el dinero en la compra de combustible que depositaban en el tanque del estado y Josvani lo revendía. Ambos crearon una sociedad con iguales ganancias.
Transcurrieron seis meses y Quiala presintió que estaba sobre una bomba de tiempo. Los deseos de elevar su nivel de vida lo traicionaban. Se dio cuenta que cometía los mismos errores de quienes había sustituido.
Alegó alergia a los carburantes, solicitó el traslado y fue transferido al grupo de trabajadores sociales encargados del programa energético. Debía censar y distribuir aires acondicionados y refrigeradores.
Su incorporación al grupo causó cierto recelo que se disipó cuando logró demostrar que no era un delator. Confiesa Quiala que después de una semana de trabajo, el jefe del grupo energético le entregó cincuenta dólares y le dijo:
"Descuenta uno de los aires acondicionados que censaste".
Josvany Quiala me aseguró que tomó el dinero con temor porque él no cree en la suerte. Pero no le quedó más remedio que rectificar el documento, porque no podía ir contra la corriente. A partir de ese día y hasta que lo consiguió, solo pensó en la forma de solicitar su traslado.
-Las retiradas a tiempo son la clave del triunfo- me comentó mientras caminábamos por la avenida Belascoain camino hacia la escuela secundaria donde ahora imparte clases.
acesar2004@gmail.com
Foto: Marcelo López
Mercado de Carlos III, otro de los lugares del que muchos se retiran a tiempo.
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