
Escrito por Frank Correa
Jaimanitas, La Habana
20 de junio de 2011
(PD) Un poeta novel que conozco acaba de escribir un libro que tituló Revoluxión, donde plasma crónicas de la vida cubana de los últimos cincuenta años.
La primera parte la componen los poemas Llegaron, El Mesías visto en tiempo moderno, Sangre en el muro, Grito y Se terminó la fiesta. La segunda está dedicada a un tema que es sin dudas la preocupación fundamental del cubano de estos tiempos, la situación alimentaria, talón de Aquiles flechado varias veces con acierto por el autor con los poemas Oda al chícharo, Un monumento a la croqueta, Picadillo a la sonata, Elegía al agua con azúcar, Cántico del bodeguero, El salvavidas, referido al huevo que venden racionado por la libreta y los tercetos Nostalgia del marisco y otros misterios.
Muchos personajes populares transitan por el libro, diferentes sectores sociales se ven reflejados, Los corcheros, pescadores que salen a diario al mar en busca del sustento para sus familias en frágiles embarcaciones de poliespuma, o Los boteros, taxistas particulares que en sus viejos almendrones llevan y traen las disímiles historias de la isla, rimados al antojo del poeta, con estilo peculiar; un testimonio de valor histórico que explica cómo se ha vivido en la isla bajo la revolución socialista.
Otros versos del libro que merecen elogios son Poema de la cola, El rapto de las mulatas, (las mujeres en lugar de caballos altivos escapan esta vez en autos de turismo), El buscador de sensaciones fuertes, (un individuo que luego de cortarse las venas, arrancarse las uñas y romperse por dentro, y comprobar que nada le causaba dolor, tuvo la osadía, la terrible osadía, de leer las noticias del periódico).
Para el cierre del compendio el autor reserva un poema de 118 versos, Los bomberos están de vacaciones, donde narra un día en la populosa calle Monte, de La Habana Vieja, donde ocurren todos los absurdos cotidianos de la Cuba de hoy, y la candela, utilizada como un símbolo en todo el poema, va subiendo poco a poco por el cuerpo del narrador, carboniza primeros sus zapatos, luego sus piernas, la cintura, el pecho repleto de medallas, el cuello, la barba, finalmente una llamarada lo ciega, y con las manos quemadas, el corazón ardiendo y el fuego, que se reía del agua, no puede ver lo que en la calle Monte pasaba.
beilycorrea@yahoo.es
Foto: Marcelo López
Pescador en la costa después de su faena.
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