
El gobierno cubano se reserva el derecho de ser el único mercader de arte.
Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 14 de julio de 2011
Foto: EFE
Ante competidor tan inescrupuloso, celoso y poderoso, los actuales "marchands" por cuenta propia cubanos, a veces bajo la más discreta presentación de "anticuarios" o "coleccionistas", se ven precisados a trabajar en las sombras.
Entre los muchos oficios que continúan ejerciéndose en Cuba en el mercado negro -porque no integran la limitada lista de ocupaciones por cuenta propia autorizadas- uno de los que menos probabilidades tiene de ascender a ese olimpo en el que se codean lo sublime y lo ridículo, es el de mercader de obras de arte. No de santos de yeso, de arte de verdad.
Y es que para el gobierno comunista eso es lucrar con el patrimonio nacional, una especie de reserva de divisas de la que se ha erigido como único heredero, atribuyéndose la facultad de mercadearlo y rematarlo a discreción en Christie's, Sotheby's y otras famosas casas de subastas de arte, como lo hizo sin muchos reparos en los años 90.
En un artículo titulado "El saqueo del patrimonio cultural cubano", la sicóloga y periodista exiliada Maritza Beato citaba un estudio de la Fundación Nacional Cubano Americana según el cual Christie's y Sotheby's vendieron en esa época unas 900 obras de arte, pinturas, antigüedades y manuscritos históricos de incalculable valor provenientes del Museo Nacional de Bellas Artes y del Archivo Nacional de Cuba.
Agrega que también se aprobó la venta y exportación ilegal de objetos decorativos, pinturas, muebles antiguos, y documentos históricos de la colección napoleónica atesorada por el magnate Julio Lobo a un museo francés.
Es conocida la demanda judicial entablada en 2005 por miembros de la familia azucarera cubana Fanjul, después de descubrir que el valioso cuadro del pintor impresionista español Joaquín Sorolla titulado "Puerto de Málaga", que había sido propiedad de la familia desde 1936, acababa de ser subastado por la filial de Sotheby's en Nueva York.
Ante competidor tan inescrupuloso, celoso y poderoso, los actuales "marchands" por cuenta propia cubanos, a veces bajo la más discreta presentación de "anticuarios" o "coleccionistas", se ven precisados a trabajar en las sombras. Bueno, es un decir, porque lo más frecuente es que lo hagan "bajo un sol de fuego", como describe en Diario de Cuba Iván García.
En su reportaje titulado "Desde un cuadro de Lam hasta un sello de Mao", el colega nos presenta a Dania, de 32 años, a quien -dice-- le salen ampollas en los pies de caminar hasta 20 kilómetros en un día de trabajo cualquiera. Pero así ha adquirido a precios de ganga óleos, dibujos o grabados de prestigiosos pintores cubanos como Wifredo Lam, René Portocarrero o Carlos Enríquez; vajillas de plata; fotos con gran valor artístico, y colecciones de sellos de Mao Tse-tung, últimamente muy buscadas por compradores chinos.
Claro que no cualquiera puede triunfar en esta actividad. Augusto, un experto de 43 años le explicó a Iván que se requiere agresividad, paciencia, talento y, sobre todo, alto nivel cultural y mucha empatía para ganarse el corazón de las personas. No son pocos los cubanos que aprovechan la oportunidad de sacar algún dinero, a veces porque están en la inopia, o desean juntar una cantidad para marcharse al extranjero. Y al comprador le sale barato pagarles relativamente bien, acariciando con anticipación la ganancia que sacará después.
El autor pone el ejemplo de Dora, quien va tocando toca puerta por puerta y anunciando que compra tenedores y cuchillos de plata, porcelana europea o china, viejos libros de ediciones únicas y otras rarezas, como colecciones numismáticas o filatélicas que las personas a veces han guardado por muchos años. Ella paga por cada tenedor o cuchara de plata 20 pesos, menos de un dólar, y luego vende el kilogramo al por mayor en 50 dólares.
Cuenta Iván que tampoco faltan estafadores y pícaros. Nos presenta a Miguel, un dibujante con talento, quien se dedicó a copiar cuadros de pintores cotizados, que luego vendía a través de una red de personas a quienes daba una comisión. Así, Miguel se anotó "golpes" de hasta 14 mil dólares, y hoy alardea de tener "regados por La Habana" unos cuantos cuadros falsos de Tomás Sánchez y Wifredo Lam, dibujados por él.
Concluye diciendo Iván García en Diario de Cuba que todos estos mercaderes, anticuarios o coleccionistas de arte tienen un denominador común: trabajan duro y mucho; tienen buena labia y amplia cultura; compran barato y venden caro; y abordan a sus clientes como piratas modernos, pero con exquisitos modales, y poniendo su mejor cara de ángel.
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