sábado, 23 de julio de 2011
Fugas desesperadas
Muchos cubanos, desesperados, se juegan una última carta para fugarse de la opresión y la miseria.
Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 23 de julio de 2011
Foto: EFE Si triunfan, como el persistente camionauta Luis Grass, o la joven de 24 años que se autoenvió en una caja del servicio de paquetería DHL, Sandra de los Santos, reímos, bromeamos y decimos que son unos "bárbaros".
Hacia fines de la semana, la Embajada de Cuba en Madrid había empezado a gestionar por fin, un poco a regañadientes, el traslado a La Habana de los restos del joven guantanamero Adonis Guerrero Barrios, quien fuera hallado muerto el pasado día 13 en el tren de aterrizaje trasero de un Airbus 340 de Iberia, que acababa de posarse en el aeropuerto de Barajas.
Se ha atribuido a Napoleón, y después al presidente Kennedy en la estela del revés de Bahía de Cochinos, que la victoria tiene muchos padres y la derrota es huérfana. Así nos pasa a muchos cubanos con aquellos compatriotas que, desesperados, se juegan una última carta para fugarse de la opresión y la miseria hacia la democracia y la prosperidad.
Si triunfan, como el persistente camionauta Luis Grass, o la joven de 24 años que se autoenvió en una caja del servicio de paquetería DHL, Sandra de los Santos, reímos, bromeamos y decimos que son unos "bárbaros", que están, como casualmente se dice ahora por allá, “escapaos”. Por años nos acordamos de ellos, a veces incluso con nombres y apellidos.
La mayoría, en cambio, fracasa; y ya entonces son historias desagradables, anónimas, sin fijador para quedarse en nuestras memorias o a la postre en la leyenda. Nos resistimos a admitir que tanto unos como otros llevan una jaba para ganar y otra para perder, y que la primera va siempre mucho más liviana que la segunda. Y así contribuimos sin darnos cuenta a trivializar los riesgos.
Es nuestro pecado, pero uno venial comparado con el de aquellos que con su egoísmo, su intolerancia y su manía de control empujan a los cubanos de la isla, y en particular a los jóvenes, a tomar decisiones suicidas.
En un trabajo sobre la Ley de Ajuste cubano anterior a su encierro de siete años desde la Primavera Negra del 2003, el periodista independiente Ricardo González Alfonso decía que uno no se tira de un quinto piso porque abajo los bomberos hayan extendido una red de seguridad, sino que uno da se decide a dar ese salto al vacío porque su casa está en llamas.
La joven de los Santos se lo explicó así a Teresa Rodríguez, de la cadena Univisión.
“Yo prefería morir, te lo digo así con todo lo consciente que estoy ahora, yo prefería morir antes que llevar una vida miserable en Cuba. El nivel de control que hay en la isla es tan grande, y yo no soporto que me controlen, yo no soporto que dirijan mi vida”.
¿Estaba consciente Sandra de los riesgos, entre ellos el de pasar horas encerrada con muy poco aire dentro de la caja de un motor marino?
“Cuando entré a la caja yo le dije a esta persona: ‘Mira, llego viva, me cogen o muero, así que no te sientas culpable, no tengas sentimientos de culpa porque me estás ayudando, de una manera u otra, a liberarme”.
¿Y cómo se le ocurrió la idea?
“Yo leo mucho, me gusta mucho la historia,. Antiguamente los negros esclavos que vivían aquí en Estados Unidos se escapaban hacia Canadá así: se transportaban en una caja de doble fondo hacia Canadá para tener su libertad”
Yoani Sánchez, en un artículo para El País de Madrid, coincide sin querer con De los Santos, al especular, con base en la experiencia, que probablemente un buen día, cuando ya empezaba a afeitarse, Adonis Guerrero Barrios descubrió frente al espejo a un hombre sin expectativas.
¿Qué otra cosa pudo llevar a este guantanamero de 23 años quien era -- como le dijeron vía telefónica sus familiares al colega Michel Suárez de Diario de Cuba--“ un muchacho muy cristiano que sólo salía de su casa para ir al trabajo o a la Iglesia", a actuar contra su naturaleza, viajar a la desconocida Habana, aventurarse a que lo capturaran en la pista supervigilada del aeropuerto José Martí, y creer en el sueño de que quizás podría sobrevivir a un vuelo de nueve horas, a 12 mil metros de altura, en el tren de aterrizaje de un avión comercial?
"No sé cómo pudo caer en eso", le confesaba desconcertada su tía Formelia a Michel.
Regresemos con Yoani en El País: “Tampoco conocemos la gravedad de sus problemas, lo que sí podemos intuir es que no encontró a mano solución alguna para ponerles fin”. Y explica: “Este joven cubano tuvo dos oportunidades de participar en las elecciones, sin saber nunca cómo pensaban los candidatos que elegiría. Asistía a la escuela primaria cuando se realizó el quinto congreso del Partido Comunista y debió esperar 14 años más para que la próxima cita partidista anunciara algunos cambios. Probablemente no tenía una profesión con futuro ni recursos para iniciarse en los vericuetos del trabajo por cuenta propia. Un techo propio sería, además, a sus cortos años, un imposible”.
Y concluye diciendo la autora del blog Generación Y: “No hay termómetro que mida el desespero humano y cada cual tiene su propio umbral de resistencia. Adonis no pudo esperar”.
Es casi seguro. Lo más probable es que Adonis se sintiera en su país como se sentía De los Santos a sus 24 años, antes de dar su propio salto victorioso al vacío, uno entre mil:
“Es como estar muerta en vida, porque no tienes nada, no puedes”.
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