martes, 26 de julio de 2011

LA AGENDA IRRACIONAL DE LA IZQUIERDA




Por Hugo J. Byrne


“No hay en la tierra más riqueza que la que viene precipitadamente por

medios de indecoro o lentamente por medios de trabajo” Martí.


En una ocasión durante nuestra primera infancia, mi hermano mayor recibió un carrito de “bomberos” accionado por pedales y yo un triciclo, como regalos de Navidad. En la primera oportunidad en que fuimos al parque para jugar con los regalos, sucedió algo que merece recordarse.

“¡Cuanta exhibición de riqueza! ¡Qué ostentación! ¿Por qué gastar tanto en juguetes para chiquillos privilegiados, cuando otros niños ni siquiera tienen un mendrugo que comer?” Incapaz de entender el porqué del injusto desplante, comprendí por deducción que la descarga se refería a nosotros. De quien así se manifestaba sólo recuerdo que era un hombre, pero no la edad que representaba o cómo vestía. Los mecanismos de una mente sana borran recuerdos desagradables, en especial durante la primera parte de la vida. No hay muchas experiencias peores que ser víctimas de abuso verbal cuando todavía no hemos desarrollado capacidades defensivas: en diciembre de1939 yo tenía cinco años de edad.

En todas las sociedades existen sujetos capaces de expresarse así, pero de acuerdo a mi experiencia proliferan especialmente en lugares públicos de las ciudades de América hispana. Los que así se manifiestan no son necesariamente pobres ni desempleados, pero parecen disponer de tiempo sin límites para observar la vida ajena. En Cuba, muchos de estos plañideros integraron muy temprano la caterva castrista. Eso fue una inclinación natural: ¿Quién puede imaginar a un “Comité de Defensa de la Revolución”, sin evocar a la clásica vieja chismosa cubana (o viejo, o joven) que antaño espiaba con malévola intención y entre persianas semicerradas a su desprevenido vecino ?

Antes de 1959 los chismosos en Cuba se limitaban a rumiar sus insanas “observaciones", con frecuencia producto de una podrida imaginación, con otros sujetos de sus mismas inclinaciones patológicas. Estos por su parte les correspondían comunicándoles chismes similares. La actitud de las personas decentes era tan sólo de condescendencia burlona, mezclada con soberano desprecio. Dejamos de ser tolerantes tardíamente, cuando muchos de estos mirahuecos se convirtieran en delatores de la Seguridad del Estado. Su venenoso chisme ya no sólo degradaba a sus víctimas, sino que también podía conducir a largos años de prisión brutal, o al patíbulo, lo que ocurrió con perversa frecuencia.

Mi velocípedo y el carrito de mi hermano mayor no eran mejores ni más caros que los que podían adquirirse en la Cuba de 1939 (con sacrificios) por padres de clase media pobre, cuando ambos trabajaban y tenían como prioridad la dicha de sus hijos pequeños. Pero no me sentiría culpable tampoco si mis padres hubieran sido ricos y capaces de comprarnos la juguetería entera. Por el contrario, los hijos de quienes vendieran los juguetes, de quienes los fabricaran, de quienes los transportaran y de todos los incontables otros cuyo peculio se beneficiara honestamente de esas transacciones, estarían en virtud de las mismas a salvo de hambre y de necesidades. Esta cadena económica que refleja el proceso vital de la naturaleza y que los marxistas llaman despreciativamente “plusvalía” es el dínamo que genera la prosperidad y la felicidad social.

Los mecanismos a que me refiero en el párrafo anterior, cuando son aplicados sin restricciones arbitarias producen, nó una sociedad egalitaria y por ende miserable y éticamente deficiente, sino otra, más libre, más digna, más próspera y más feliz. Por eso en Estados Unidos los habitantes más pobres de hoy viven una vida de calidad netamente superior a la que podían aspirar los millonarios norteamericanos del siglo XIX. La concentración de riquezas materiales que caracteriza a Estados Unidos, no es otra cosa que el resultado directo de la libertad del comercio y de la propiedad privada, componentes fundamentales del estímulo a la industriosidad y el esfuerzo.

Según el Departamento de Comercio Norteamericano del año 2002, menos del 1.5% de la población en Estados Unidos padecía parcialmente de necesidades básicas por falta de medios económicos. Amigo lector, este era el índice de pobreza más bajo de nación alguna en la historia de la Humanidad.

Por su parte Castrolandia, que cínicamente reclama como logro la igualdad en la miseria (con la dramática excepción de la minúscula clase dirigente, tres veces más rica en proporción al resto del pueblo cubano que la corte de Luis XVI a los franceses de su época), ha producido una sociedad en la que la mayoría de la gente tiene el único deseo de desertar de ella cuanto antes, incluso a riesgo de la vida. El Tirano y su gentuza culpan de eso al notorio embargo norteamericano, al que califican de “bloqueo económico”. ¿Existe alguien con cerebro que se lo crea?

Merrill Lynch indicaba que Estados Unidos tenenía más de dos millones de millonarios en el 2005 (el total de los habitantes de La Habana), pero sólo teniendo en cuenta los capitales en líquido y nó las propiedades. Al agregar estas, de acuerdo a estimados del izquierdista semanario Time, el total alcanzaba la cifra de 8 millones o más, o sea el 3% de la población. No en balde el 5% de quienes pagan impuestos por ingresos en Norteamérica contribuyen con el 56% del total de recaudaciones federales por ese concepto. La vieja fábula marxista de que la riqueza produce pobres, ha sido depositada en el basurero de la historia, donde merecidamente reside junto a la brujería y otras patrañas del medioevo.

No obstante, creer que la cultura de la envidia está muerta en Estados Unidos, es ignorar al Washington contemporáneo. Para la mentalidad de los proponentes del estatismo, que son el 60% de los afiliados al Partido Demócrata y muchos jerarcas de Partido Republicano, la propiedad privada es un delito aunque lo nieguen con vehemencia.

Un "delito" igual al que presuntamente cometían dos niños de cinco y seis años respectivamente, tratando de disfrutar en paz de un triciclo y un carrito de bomberos, regalos de Navidad en la Cuba de fines de 1939.

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