martes, 26 de julio de 2011
La Guagua
Escrito por Jorge Luis González Suárez
Plaza, La Habana
26 de julio de 2011
(PD) El mundo moderno no puede prescindir del transporte. Cuba usa por lo general uno de los más comunes. La "Guagua" tal como la denominamos, no es más que una lata de sardinas con ruedas. El parecido es asombroso. Cuando se abre este producto en conserva de origen animal lo encontramos prensado y bañado en aceite. Cuando se abren las puertas de una guagua se halla un equivalente humano pero bañado en sudor.
La palabra guagua no procede de la onomatopeya del llanto de un bebé. Aquí su significado está dado por la inveterada costumbre de viajar sin pagar. Igual a lo establecido para los niños pequeños. Se entienden aquí por niños a todos aquellos que de alguna forma puedan burlar el abono del pasaje.
Subir al transporte es magia y acción. La adivinación proviene de saber dónde piensa parar el chofer. La acción es de correr con el velocímetro puesto. Llegar a una de las puertas. Ser de los primeros y esperar a que lo eleve hacia dentro la turba que viene detrás. Y queda todo resuelto. Bajar es mucho más fácil. Solo necesita ser catapultado hacia afuera. Puede pedir permiso con cortesía o abrirse paso a empellones limpios.
La pregunta de los 64 mil USD es cuantas personas se introducen en este vehículo. Nunca se ha podido llegar a una respuesta satisfactoria. Algunos sesudos han establecido por norma los pasajeros sentados y de pie. Es imposible. Nunca se ponen de acuerdo. La respuesta más aproximada es que la guagua se parece al cementerio. Siempre cabe uno más
Otra característica de nuestro artefacto es servir de periódico o noticiero. Según viaja puede usted enterarse de muchas cosas. La idea de Internet debe haber surgido de esta forma. Cuando se baja del ómnibus recibió mayor información que conectado a la red 24 horas y todo de primera mano.
Patrick Suskind, el célebre autor de "El Perfume" nunca ha estado por estos lares. Hubiera escrito algo distinto de haber conocido nuestro aparato. Su personaje Jean-Baptiste Grenouille capaz de identificar miles de olores a largas distancias hubiera concluido con su olfato atrofiado. Tal vez cometería la mayor carnicería de la historia.
La guagua es también instrumento que despierta la sexualidad. La pegasón y el roce aumentan la libido hasta del adulto mayor. Baches, giros violentos y frenazos facilitan la ocasión. Si el choque resulta agradable puede terminar en boda. En el caso contrario, en una bofetada.
El equipo rodante sirve también como ring de boxeo. Una bronca y los que están dentro pueden salir hasta por las ventanillas. El escándalo proporciona espectáculo público gratuito. Veremos como pocas ocasiones vaciarse la guagua en segundos.
La Cultura tampoco falta. Los actuales Yutong chinos están equipados con radio y obsoletas caseteras. La opción musical corre a cargo del "guagüero". El Reggetón y la Salsa casi nunca faltan. Todo aquel que guste de éstos disfrutará. Se moverá y cantará con discreción. El que lo aborrezca que lo parta un rayo.
La última opción que brinda esta "máquina de todos los tiempos" es convertirse en equilibrista, trapecista o maromero. Es cantera permanente de la escuela de circo. Agarrarse bien y no caerse es una proeza. Lograr esta hazaña conlleva a ganarse el título de cirquero destacado con diploma de oro
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A: Luis Carbonéll, el inigualable “Acuarelista de la Poesía Antillana”
Nota final: Peligro. Tome precauciones. Así nos dice el "Cabo Pantera".
Siempre tomando medidas. No monto una guagua llena. Y a quien no le roben la billetera. No sabe lo que es la vida.
¡Qué clase de gente trepan en las guaguas!
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