Escrito por Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, La Habana
16 de agosto de 2011
(PD) El descrédito del chavismo cobra mayor visibilidad. Uno de sus más fieles adeptos ha decidido cambiar las loas por la censura. Noam Chomsky ya no cree en los postulados de Hugo Chávez, el hombre que insiste en tener la solución de los problemas del Tercer Mundo.
Para el profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), el presidente venezolano ha acumulado un excesivo poder que conspira contra la democracia.
La decepción del padre de la gramática generativa se explica a partir de sus fallidos intentos por lograr un perdón presidencial para la jueza María Lourdes Afiuni, ahora en prisión domiciliaria. La funcionaria estuvo recluida más de un año bajo cargos de corrupción. En ese período fue sometida a tratos crueles y degradantes, no obstante padecer de cáncer. Hasta el momento no han podido ser probados los cargos que se le imputan.
Chomsky tuvo conocimiento del caso a través del Centro Carr para la política de derechos humanos de la Universidad de Harvard. Desde entonces trabajó discretamente con las autoridades venezolanas para lograr la liberación de la señora Afiuni, sin éxito.
A causa del fracaso de sus gestiones tras bambalinas, es que decidió expresar sus inquietudes a la prensa. Esto desató un escándalo, con sus réplicas, dentro de la izquierda internacional, para la cual Chomsky es una figura emblemática.
El socialismo del siglo XXI pregonado por Chávez languidece entre una secuencia de defecciones que irán estructurándose como resultado del convencimiento de que el gobernante venezolano es una fiel reproducción del caudillo latinoamericano.
Con el alejamiento de Chomsky de la llamada Revolución Bolivariana, vuelve a quedar en evidencia el gobierno de Cuba por la estrecha cooperación con Chávez, más allá de las razones humanitarias. Se sabe del envío de agentes de inteligencia con múltiples objetivos, entre los cuales se distingue el gradual desmontaje de las estructuras que sostienen el Estado de Derecho.
Las aspiraciones de Fidel Castro de tomar a Venezuela como polígono de pruebas para llevar a cabo sus desquiciados proyectos políticos, se pierde en un mar de incertidumbre. El talento para ejercer el papel de autócrata no es transferible. Además, las circunstancias en Venezuela son muy diferentes a las que había en Cuba en 1959.
La izquierda intelectual se ha dado cuenta del engaño y paso a paso rectifica sus posiciones.
Enfermo de cáncer y abandonado por sus otrora partidarios, el aprendiz de dictador venezolano está en franco declive. Sin dudas, escogió el mentor equivocado. Alguien que será recordado por su incontinencia verbal, su egocentrismo ilimitado y por haber dejado un país en bancarrota.
El mismo Dios que suele invocar en sus intervenciones quizás le haga un favor al acortarle las esperanzas en la consolidación de sus deseos.
La muerte física lo acecha y muchos de sus amigos le adelantan la despedida. Quieren salvar su responsabilidad ante la historia. Ni los pueblos ni las personalidades respetables están para avalar la codificación de los abusos a nombre de causas “nobles”. Son otros los tiempos. La mentira ya no tiene el caparazón de antaño. Ahora le es más difícil camuflar su desnudez.
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Caricatura: Ilei Urrutia gautar2@gmail.com
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