domingo, 28 de agosto de 2011

De espaldas a la realidad



Escrito por Leonardo Calvo Cárdenas


Boyeros, La Habana


28 de agosto de 2011


(PD) La alimentación de la población constituye hoy una de las principales tragedias cotidianas que enfrenta la sociedad cubana: insuficientes producciones, baja productividad, persistente escasez, altos precios de los productos agropecuarios, inaccesibles para muchas familias, millonarias erogaciones por parte del Estado para comprar en el extranjero los productos que podrían cultivarse en el país.

A pesar de la enorme tradición agrícola acumulada a lo largo de nuestra historia, el latifundio estatal ha convertido en tierras ociosas a la mayor parte de la superficie cultivable. La burocratización de los mecanismos de comercialización complica el acceso y la calidad de la oferta. La aplicación de miles de toneladas de fertilizantes químicos y la tala indiscriminada de arboles ha envenenado la tierra, caotizado el régimen de lluvias y convertido en exóticas a las frutas tropicales.

El monopolio estatal sobre la producción agropecuaria ha hecho colapsar incluso la industria azucarera y la producción cafetalera, además de convertir el consumo de carne bovina en un delito y un lujo, a pesar de que estos tres renglones conservaron su fortaleza y eficiencia ante cualquier coyuntura o crisis a través de nuestra historia.

La profunda crisis productiva y alimentaria es atenuada en alguna medida por las cada vez más limitadas referencias de consumo o el muy extendido mercado negro.

Hace pocos años, el gobierno cubano, después de parcelar las ciudades en un proyecto conocido como agricultura urbana, impulsó la iniciativa, mediante el decreto ley 259, de conceder parcelas de esas tierras ociosas en calidad de usufructo a ciudadanos que estuvieran en capacidad y disposición de hacerlas producir.

Las autoridades cubanas, sin reconocer el fracaso rampante de su proyecto estatista, ni su responsabilidad en el colapso y la descapitalización de la agricultura cubana, generó gran expectativa con el nuevo programa.

Además de mantener el criterio de selectividad fundamentado en la fidelidad política al régimen, los trabajadores agrícolas enfrentan en difíciles condiciones el nuevo reto: tierras inundadas de maleza que deben desbrozar sin contar con los recursos necesarios, altos precios de los insumos e instrumentos de trabajo, sin derecho a vivir en el lugar o heredar la parcela, y bajo el peligro permanente de ser despojados de la concesión. El mismo presidente Raúl Castro advirtió sin sonrojo que cuando creyera oportuno podría privar a los usufructuarios de las tierras entregadas

A pesar de la intensa propaganda oficial, el resultado dista mucho de ser el esperado. Disminución considerable de la producción agropecuaria, precios que no disminuyen en los mercados e inestabilidad en los suministros y las ofertas, complican el andar cotidiano del consumidor cubano y no auguran avances apreciables en este importante renglón económico.

El proceso también ha sido seriamente afectado por irregularidades burocráticas y administrativas y varios casos de la omnipresente corrupción.

Hace pocos días trascendió la noticia de los miles de nuevos usufructuarios despojados de sus parcelas a causa de supuesta deficiente utilización. Llama poderosamente la atención que tal argumento sea utilizado por quien tan incorrectamente ha empleado todos los recursos que han pasado por sus manos y sobre todo que la medida sea tomada pasando por alto los esfuerzos realizados por esos trabajadores.

Los gobernantes cubanos prefieren seguir propiciando la depauperación material del país antes de cumplir el reclamo histórico de entregar la tierra a los que pueden hacerlas producir, en propiedad y sin las restricciones y obstáculos administrativos que han llevado a la mínima expresión la tasa de seguridad alimentaria del país.

No caben dudas de que los miembros de la elite gobernante reciben los alimentos en sus mansiones sin necesidad de enfrentar los rigores de la escasez y los altos precios de los mercados.

Hacer las transformaciones estructurales y jurídicas que devuelvan la solidez y potencialidad a la economía cubana redundaría en hacer una afectación demasiado grande a los mecanismos de control hegemónico que constituyen la esencia de su poder.

Ahora que las autoridades cubanas se aprestan a hacer concesiones económicas a largos plazos y a perpetuidad a sus nuevos socios capitalistas, reafirman que su vocación nacionalista queda solo en el discurso, en tanto compromete seriamente el futuro de la nación al cerrar el camino al disfrute pleno de los derechos económicos de los ciudadanos.

elical2004@yahoo.es

Historiador y Politólogo

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