martes, 8 de noviembre de 2011
Jineteo teórico sobre las culpas en Cuba
Parece ser la nueva orientación del Departamento Ideológico del Comité Central: La responsabilidad de todo lo que anda mal en Cuba no es de la cúpula histórica que ha gobernado al país por más de 50 años, sino de la burocracia intermedia que se opone a los cambios.
Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 08 de noviembre de 2011
Foto: EFE
Hace poco titulamos "Una crítica aterrada sobre el terror" una reseña aparecida en esta web sobre una crítica del profesor Guillermo Rodríguez Rivera a la prensa oficial. El poeta santiaguero decía en un párrafo de su artículo, publicado inicialmente en el blog de Silvio Rodríguez: "La defensa de la Revolución y de la patria no es la defensa de las administraciones que funcionan mal". Y a continuación se protegía con una cita de Raúl Castro y una adhesión a un sofisma del gobernante: "la burocracia que se opone a los cambios hará todo lo que pueda para evitar que nuestros medios informativos participen de ese cambio".
Parece ser la nueva orientación del Departamento Ideológico del Comité Central: La responsabilidad de todo lo que anda mal en Cuba no es de la cúpula histórica que ha gobernado al país por más de 50 años, sino de la burocracia intermedia que se opone a los cambios.
Acerca del mismo tema trata el académico exiliado Haroldo Dilla en Cubaencuentro, pero a propósito de una conferencia del fundador del ICAIC, Alfredo Guevara, en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, titulada "Los desafíos actuales de la nación cubana". La disertación forma parte de un antiguo esfuerzo de la Iglesia Católica para abrir el debate a todos los sectores de la isla. (Allá por 1988, dos miembros del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, Rafael Saumell y quien escribe, fuimos aceptados para participar en unos seminarios sobre Cultura Cubana impartidos por monstruos sagrados como el historiador Manuel Moreno Fraginals y el musicólogo Odilio Urfé. Con este último sostuve un contrapunto de mono a león, vaya, me aplastó, pero el debate fue sobre música cubana, no sobre política).
Dilla titula su artículo "Las cabalgadas de Alfredo Guevara", porque el viejo amigo de los hermanos Castro --a quien define como el borde liberal de la elite política cubana-- al tiempo que incursiona con tono crítico en el "constipado" escenario intelectual cubano, lo hace --según ha dicho él mismo-- como un militante "que nunca se ha bajado del caballo". Esto es, señala el autor, "sin producir una crítica sustantiva a la realidad autoritaria y represiva prevaleciente".
En su charla -dice Dilla-"Guevara lanza la culpa de todos los problemas a un nivel medio del funcionariado, que identifica como burocracia. Que no es el poder, ni el Estado, afirma, pero que es la culpable de todos los problemas nacionales. Y que será barrida por la 'dirección revolucionaria', obviamente, la élite donde él se encuentra".
Aquí escribe el académico exiliado uno de los mejores párrafos de argumentación que he visto en muchos años. Dice Haroldo Dilla que"tratando de dar coherencia empírica al acertijo de Alfredo Guevara he tenido que imaginar que la culpa de la pésima alimentación de los cubanos la tienen los funcionarios de la OFICODA; que la agricultura improductiva es debida a la incapacidad de las agencias provinciales del MINAGRI; que la situación migratoria que convierte en desterrados a más de un millón de cubanos y en confinados a los restantes es responsabilidad de los funcionarios de 22 y Tercera; que la represión a los opositores se debe a las malas entrañas de los policías.
"Del mismo modo el unipartidismo mediocre sería producto de la vocación autoritaria de los secretarios municipales; la situación calamitosa de La Habana es culpa del Poder Popular provincial; y la mala prensa es culpa de los periodistas que en lugar de seguir a Fidel con su batalla de ideas tomaron el camino de lo que Guevara llama 'la batalla de la sistemática estupidización de la población cubana'".
Le dejo ahora con "Las cabalgadas de Alfredo Guevara", de Haroldo Dilla, en Cubaencuentro.
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