José Martí, el gran ausente

Por su parte, Ernestina, una mujer todavía joven, reemprende a pie el camino de regreso a su casa, después de recoger a su hija pequeña en la escuela. Ella salva la distancia a paso apresurado para tener tiempo de volver a salir y dedicarse a revender por el barrio ropa que le manda un hermano que vive en el extranjero. En ambos casos, la difícil búsqueda del equilibrio económico constituye la preocupación primera del día a día.
Mientras las desequilibradas vidas de estos pobres ciudadanos y otros millones de cubanos, la inmensa mayoría, transcurren en medio de la agonía cotidiana, en La Habana acaba de celebrarse el Tercer Encuentro Internacional por el Equilibrio del Mundo, a propósito del 160 aniversario de nacimiento de José Martí, nuestro Apóstol nacional.
El encuentro contó con la participación de más de 800 personas, entre ellos ex – presidentes, intelectuales y laureados con premios internacionales. Los ponentes expresaron sus ideas para reevaluar los preceptos martianos y reinterpretarlos a la luz de los acontecimientos mundiales.
Pero volvamos a le realidad; paradójicamente, en la tierra natal de José Martí, donde se celebra el rimbombante encuentro, a pesar de lo que pregona la propaganda oficial, Tomás me afirma categóricamente que no se respetan las leyes. Y Ernestina sostiene que las ideas martianas no se ajustan a la realidad, porque Martí habló y escribió sobre solidaridad y respeto, algo que ella no encuentra en la sociedad cubana actual: “Se han perdido tanto los vínculos familiares y entre los vecinos, que en la actualidad se vive un sálvese quien pueda, mientras las desigualdades sociales se incrementan”.
Ernestina cita como ejemplo reciente en que su hija se enfermó y tuvo que acudir al médico especialista. A esa hora fue necesario remover cielo y tierra para conseguir el turno médico en poco tiempo y para obtenerlo se vio precisada a “mojar” con un regalito a la secretaria del policlínico.
Realmente, la ética propugnada por José Martí en su ideario no se practica en Cuba. Martí fue un promotor del civilismo y valoró altamente el respeto a los ciudadanos y la protección de éstos por las leyes. También defendió la libertad de expresión, imprescindible para que una sociedad garantice el crecimiento material y espiritual de los ciudadanos.
Al igual que Tomás y Ernestina, los cubanos hoy padecemos desamparo social y legal. El aplastante poder de las autoridades y su impunidad dejan a los ciudadanos completamente indefensos e incapaces de hacer valer sus más elementales derechos.
Aunque José Martí no dejó un sistema filosófico estructurado como tal, a través de toda su obra es posible hallar un conjunto de ideas en las que la preocupación mayor está volcada hacia la búsqueda de una armonía entre Estado, sociedad e individuo.
Sería mejor que, en lugar de celebrar propagandísticas y costosas reuniones internacionales para honrar a Martí, nuestro gobierno lo honrrara con su proceder, ocupándose en hallar vías para mejorar las paupérrimas vidas de los cubanos, como Tomás y Ernestina, garantizándoles el ejercicio de sus derechos humaanos y civiles.
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