martes, 10 de septiembre de 2013

El buen ladrón


Julio César Álvarez
detienen-director-aspiCuba actualidad, Santos Suárez, La Habana, (PD). En Cuba ocurre algo parecido a lo que aconteció en la Biblia, cuando crucificaron a dos ladrones al mismo tiempo que a Jesús.
Había un ladrón a su izquierda, considerado malo y había otro a su derecha, considerado bueno. Éste defendía al hijo de Dios, aquél lo insultaba. El primero no entró en el paraíso, pero el segundo recibió la promesa de Jesús de que entraría en el paraíso ese mismo día.
El clásico grito de "¡ataja!" es el símbolo del enfrentamiento ciudadano a la delincuencia. Esa alarma humana ha puesto tras las rejas a más de un ladrón.
Pero en Cuba ocurre una cosa curiosa, y es que la mayoría de los cubanos no dirigen la misma mirada torva, ni condenan, ni claman por justicia ante todos los tipos de ladrones por igual.
No es lo mismo robarle al cubano de a pie, al que día a día tiene que trabajar duro para ganar lo poco que tiene, que robárselo al Estado, que es la entidad que posee y controla toda la vida económica, social y política de la nación.
El que se aventura a violentar y amenazar en la calle al prójimo para robarle una cadena o la cartera, o el que penetra por la fuerza o escala su morada para saquearla tiene en el ciudadano común al más eficiente y obstinado de sus enemigos.
Incluso, cuando la patrulla demora en llegar, algunos brindan su automóvil para trasladar al ladrón hacia la estación de policía más cercana.
Esta clase de caco es la versión bíblica del "mal ladrón". Tiene asegurada la repulsa de sus conciudadanos, que no dudarían en crucificarlo si no hubiesen leyes que se lo impidieran. Es, por regla general, una persona poco instruida, desempleada, y casi siempre termina en un infierno parecido al que Jesús condenó al ladrón bíblico: la cárcel.
Como contraparte, está también la versión del "buen ladrón". Es el que, desde su puesto como funcionario, roba al Estado los bienes y mercancías puestos a su cuidado, o vende su influencia. Este tipo de ladrón no es visto por el pueblo con la misma ojeriza y hostilidad que el otro.
Aunque el "buen ladrón" no roba con fines altruistas, sino sólo para sí mismo, la mayoría del pueblo no condena su oficio, más bien codicia su empleo. El pueblo quisiera ser como él, "luchar" como él, tener lo mismo que él.
Muchos de los que condenan sus acciones no lo hacen por principio, sino por envidia, ese pecado capital castigado en el poema de Dante con cerrar y coser los ojos del envidioso.
Lo que más hace atractivo al "buen ladrón" es que no termina tantas veces como el malo en el infierno de la cárcel. Por el contrario, entra en ese paraíso parecido al que Jesús le prometió colgado de la cruz, y con el que sueñan la mayoría de los cubanos: el de tener resueltas sus necesidades materiales.
detencion-julio-cesar
Para Cuba actualidad: ajuliocesar68@gmail.com
Foto: Julio César Álvarez

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