martes, 24 de diciembre de 2013

Sin techo en la Cuna de la Revolución

Sin techo en la Cuna de la Revolución

Santiago de Cuba.
Mientras restauran el centro histórico para la conmemoración del primero de enero, hay gente que sigue esperando por la ayuda prometida después del huracán Sandy.
La ciudad de Santiago de Cuba se engalana. En estos últimos días del 2013, su centro histórico recibe un remozamiento general de repello y pintura. Los edificios emblemáticos que rodean el parque Céspedes deberán parecer nuevos cuando Raúl Castro llegue a conmemorar el  55 aniversario de la revolución.
La ciudad tiene como tradición realizar el acto de la bandera desde que su primer alcalde Emilio Bacardí lo hiciera en 1902. Dicho acto consiste en izar la bandera entonando el himno nacional, pero hasta ahora no habíamos visto que para tal ceremonia se realizara una reconstrucción tan absoluta de los viejos edificios que rodean su parque central.
La efervescencia constructiva se expande a todo el casco histórico de la ciudad. Se pinta frenéticamente pero, como es conocido y tradicional en nuestro país, se trata nada más que de maquillaje.
El antiguo Club San Carlos, aledaño al gobierno municipal en el parque, hoy ocupado por la Casa de Cultura municipal y la galería Oriente, entre otros, estaba a punto de derrumbarse. Este edificio neoclásico de principios del XX, tardíamente recibirá una reconstrucción masiva que, por supuesto, no estará lista para la celebración del primero de enero. Pero se pinta y repella, y le han colocado tapias de maderas en sus numerosas ventanas y puertas para que no se vea su interior derruido.
Al frente de este, se encuentra el museo Casa de Diego Velázquez, primer gobernador español de la Isla. Esta casa, también recibe una reparación general, que tampoco estará lista para el primer día del año, aunque nadie entiende por qué, pues en este caso el edificio estaba bien conservado.
La catedral de Santiago es la única que lleva una reconstrucción de varios meses, después de años de deterioro que el ciclón Sandy agudizó, aunque en ella los trabajos serán a largo plazo, dadas  las complicaciones que esa restauración supone. 
Los recursos sobran en este frenesí hedonista: otras áreas aledañas al parque y del centro de la ciudad reciben retoques. Los principales edificios públicos también son engalanados. La élite gubernamental debe encontrar una ciudad reluciente, sin rastros externos de los estragos del ciclón.
El aniversario ya está montado, sus asistentes fueron escogidos en los centros de trabajo por cuotas dadas a los sindicatos, negarse a asistir es considerado disidencia, y la celebración del nuevo año no es comparable a la providencia representada por la revolución.
El concurso masivo del pueblo es necesario para la reafirmación. Asistir al acto es otra tarea revolucionaria.  Como me dice una asistente "escogida": "Tengo que ir, no me queda otra".
La otra ciudad
Al noroeste de la ciudad, ya en las montañas de la Sierra Maestra se encuentra San Pablo I, barrio marginal, conocido localmente como un "llega y pon". Aquí todo comenzó durante el "Periodo Especial", cuando personas desesperadas por vivienda, comenzaron a construir chozas de materiales de deshechos: pedazos de madera, lata o cartón.
Lo paradójico es que este barrio se encuentra a continuación del Distrito José Martí, zona de edificios construida por la revolución en la década de los 70 y 80 para acabar con los barrios insalubres.
Una mirada al interior de una vivienda de San Pablo I nos da la medida del nivel de pobreza de los habitantes del lugar. Todas las casas tienen pisos de tierra, y no hay sistema sanitario.
Los embates del ciclón Sandy destrozaron la mayoría de estas endebles casas. Prueba de ello son las incontables chozas con techos de nylon y retazos de tejas. Aquí no han llegado nada de las donaciones o ayudas, y la vista buscará en vano por todo el panorama un techo nuevo.
El censo realizado el año pasado obligó al Gobierno a contabilizar este arrabal. Y, aunque sus habitantes no cuentan con libreta de abastecimiento ni propiedad reconocida de sus viviendas, tienen la promesa de una ayuda que hasta ahora no ha aparecido.
Un habitante del lugar nos confiesa: "Nos prometieron que nos mejorarían, esperamos que nos den casas nuevas, lo que no sabemos es cuando, así que seguimos esperando".
El problema es que San Pablo está escondido de la vista de gobernantes y turistas, y su ubicación no le ha permitido formar parte de los dos maquillajes masivos que ha recibido la ciudad en el transcurso de este año: en julio para las conmemoraciones del ataque al cuartel Moncada, y ahora, de cara al aniversario de la revolución.
La revolución celebrará sus 55 años en una ciudad lustrada: ello elevará el ego de los gobernantes. Mientras tanto, los moradores de San Pablo I y San Pablo II (más adentro, en la montaña) seguirán esperando en tan pésimas condiciones a que esos gobernantes cumplan sus promesas. Si es que alguna vez van a cumplirlas, si es que no esas promesas no quedan una vez más postergadas por otra celebración y otras campañas de maquillaje constructivo.

Dos ciudades bien distintas

Catedral de Santiago de Cuba, en restauración. (LG-DDC)
Mientras que el centro histórico de Santiago de Cuba es restaurado deprisa para la conmemoración de un aniversario más del régimen, los pobladores de los barrios marginales de la ciudad —como San Pablo I y San Pablo II— siguen a la espera de la ayuda que le prometieron hace más de un año, después de los destrozos del huracán Sandy.

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