MARTES, 15 DE ABRIL DE 2014 00:52
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Cuba actualidad, Santos Suárez, La Habana, (PD) "La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come", escribió Francisco de Quevedo.
Otros describen la envidia como el sentimiento en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro.
La Real Academia de la Lengua Española la define como "tristeza o pesar del bien ajeno", y en El Purgatorio de Dante Alighieri a los envidiosos le cerraban y cosían los ojos "por haber recibido placer al ver a otros caer".
La envidia del cubano no es diferente a la de cualquier otro ser humano. Podría envidiarle a su prójimo el apartamento que compró con el dinero de sus familiares que viven en Estados Unidos, o el carro, o la ropa, en fin, cualquier cosa.
Pero podría no ser pecado capital cuando esa "tristeza o pesar del bien ajeno" va dirigida contra aquellos que se niegan a aplicar en ellos mismos los valores que demandan en los otros, o sea, contra aquellos que le imponen al cubano el socialismo a muerte que no sufren.
La revolución implantó el socialismo, declaró inconstitucional al capitalismo, prohibió la propiedad privada sobre los medios de producción, y eliminó a la burguesía como clase social, confiscándole sus bienes.
La desaparición de la burguesía dio vida a otra clase más ambiciosa, pero menos tolerante y competente: la clase dirigente comunista.
Esa clase, que ha detentado el poder militar, económico, y político en Cuba desde entonces, ha obligado a los cubanos a vivir como ascetas por más de medio siglo. Les ha negado la posibilidad de progresar, de poseer propiedades, de invertir. Los ha mantenido en la pobreza, y dependientes todo el tiempo. Es la misma clase que ha llevado al país de crisis en crisis, y de estancamiento en estancamiento.
El salario de los cubanos apenas les ha alcanzado para comprar lo necesario, mientras que a la clase dirigente nunca les ha faltado nada. Son los que han acumulado bienes y fortunas durante todos estos años, por lo que cuentan con negocios en el extranjero y en el nuevo mercado cuentapropista, autorizado por las reformas económicas que ellos mismos han impulsado, obligados por el fracaso de sus desfasadas políticas.
Por eso, cuando cualquier cubano ve con "tristeza y pesar" la casa grande del dirigente comunista, sus autos, sus negocios, su abundancia, es lógico que sienta dolor y desdicha por no poseer lo mismo, pues son esas mismas personas las que siempre, hipócritamente les han negado el derecho y la oportunidad de tener las mismas cosas.
Para Cuba actualidad: ajuliocesar68@gmail.com
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