Cuba actualidad, El Guatao, La Habana, (PD) Podrán estar de acuerdo conmigo o no, pero ha sido una constante del ser humano a través de toda su historia, el sentirnos identificados con una doctrina que nos sirva de motivación y guía en el tortuoso camino de nuestras vidas.
Me imagino que para nuestros antepasados esa búsqueda no constituyó un quebradero de cabeza como lo es hoy para los cubanos, debido a la gran oferta presente en el mercado del conocimiento, enriquecido por la experiencia y sabiduría de tantos y tantos filósofos.
Podría parecer muy difícil para el hombre contemporáneo decidir, entre tantas corrientes del pensamiento, cuál es la que le acomoda según sus características individuales. Y cuando nos identificamos con una de ellas, al tiempo nos damos cuenta de que no nos satisface suficientemente, y así convertimos nuestras vidas en una constante e insaciable búsqueda, y al final podríamos arribar a la inevitable conclusión de que no hemos sido buenos consumidores.
En mi caso, después de tanto buscar infructuosa y desesperadamente, he sido afortunado. Puedo decirles con toda certeza que he hallado al fin la motivación que me permite reencontrarme con lo que creo realmente correcto, y sobre todas las cosas, conmigo mismo.
Y este es precisamente el motivo de mi reflexión: darles a conocer lo que para mí es el mayor éxito de la búsqueda, una alternativa que pudiera ser el final de una exploración y el comienzo de una nueva vida de creación y felicidad.
Pues bien, les invito a meditar en las siguientes preguntas:
¿Le gustaría ser dueño absoluto de su propia existencia y dirigir su vida acorde a su libre albedrío?
¿Le gustaría poder decidir libremente y sin interferencias externas sobre el destino de sus bienes?
¿Le gustaría hacer realmente lo que desea, sin que ello constituya amenaza contra la persona o propiedad de su prójimo?
¿Le gustaría vivir en un sistema donde impere la diversidad y poder decidir libremente dentro de él lo que mejor le concierne, en contraposición a una sociedad donde domine una opción única e impuesta?
¿Le gustaría vivir en una sociedad donde las leyes sean el producto de la libre y voluntaria creación de los individuos y representen verdaderamente sus intereses, y no un conjunto de normas y mandatos coercitivos impuestos por una minoría dominante que llaman Estado?
¿Le gustaría ser su propio Estado?
¿Le gustaría ser verdaderamente libre?
Si todas sus respuestas son afirmativas, lo cual es muy probable, no tenga dudas de ello, usted es, afortunadamente un libertario... ¡y un anarcocapitalista!
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