miércoles, 30 de julio de 2014

Días para tener la tele apagada…

Días para tener la tele apagada…

Una mujer delante del televisor. (14ymedio)
Una mujer delante del televisor. (14ymedio)
Hay días en que es mejor no encender el televisor. Ahora mismo, nada más apretar un botón, nos cae arriba una avalancha de propaganda oficial por los natalicios de Hugo Chávez y Fidel Castro. Desde el 28 de julio y hasta el próximo 13 de agosto, la aburrida programación nacional cargará la mano en el culto a la personalidad, el kitsch ideológico y la sensiblería política. Coros de niños cantándole al "Comandante eterno", anécdotas de gente que apenas los vieron pasar por una carretera e interminables escenas biográficas nos rodean por todos lados.
"Ya el noticiero no tiene ni noticias", se quejaba ayer un vecino que quería enterarse de lo que pasa en el mundo y sólo conseguía ver una procesión de uniformes de color rojo y verde olivo. Esta mañana, me sucedió otro tanto con el primer informativo del día. Una hora después de comenzar, no había podido extraer la mínima información nacional o internacional, solo loas al "inmortal guerrero de la estirpe de Bolívar" y al "sabio guerrillero que lo quiso como un hijo". Tiendo a ser poco paciente con esas sobredosis de adulonería, así que apagué la tele y empecé a llamar a varios amigos para que me contaran qué estaba sucediendo por aquí y por allá. ¡Al menos nos queda Radio Bemba!
El oficialismo sigue enfrentándose a la distribución alternativa de información, seriales y filmes en los llamados combos o paquetes. Sin embargo, no hace verdaderos cambios en su programación televisiva para atraer a los más jóvenes. En lugar de eso, convierte la pantalla chica en un altavoz de consignas y en una secuencia de materiales aburridos que crean rechazo y molestia en los televidentes. Así, jamás podrán recuperar el terreno que han perdido ante la antena parabólica ilegal, los contenidos copiados en memorias USB y los discos duros repletos de documentales. Si siguen los excesos ideológicos de estos días, la televisión oficial se convertirá –a corto plazo– en un monólogo que pocos escuchan.

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