martes, 22 de julio de 2014

La realidad del pasaporte cubano

La realidad del pasaporte cubano

Alen Lauzán. (ALEN-LAUZAN.BLOGSPOT)
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¿Cuán valorado está el cubano entre los pasaportes latinoamericanos? ¿Qué arrojaría en Cuba una encuesta sobre la adopción de otra nacionalidad?
Siempre he tenido una admiración tremenda por los músicos profesionales, más aún sin logran controlar instrumentos complejos como el piano o el violín. Yo llevo más de cinco años, en mi tiempo libre, tratando de controlar el clarinete, y digamos que mi avance no es abismal.
Recientemente recibí un mensaje electrónico de una de las mejores amigas de mi suegra, Zenaida Romeu, que es una músico y conductora de orquesta consagrada por la cual siento gran admiración. El mensaje decía a grandes rasgos que acababa de obtener uno de los premios más importantes de su vida: la ciudadanía española. Esto por supuesto no me asombra; mi suegro obtuvo la española no hace mucho, mi suegra y mi madre están en los trámites para hacerse gallegas, mi mujer está terminando los trámites para hacerse inglesa y yo, bueno, yo hace mucho tiempo que me hago el sueco con mi pasaporte escandinavo.
Me gustaría decir que mi familia es atípica, que somos la excepción y no la norma, pero desafortunadamente las cifras apuntan a un lado diferente de este argumento.
Recientemente, unas cifras publicadas por el Informe Anual sobre Naturalización (Annual Flow Report 2013) del gobierno estadounidense arrojaron que más de 250.000 cubanos se han hecho ciudadanos estadounidenses en los últimos 14 años.
Si a esto le sumamos los cubanos que, por destino o decisión, nos hemos hecho ciudadanos europeos o de otras naciones del mundo —actualmente estimados en unos 230.000 adicionales—, tenemos casi medio millón de cubanos optando por otra nacionalidad en lugar de la cubana.
Para un país de sólo 11 millones, estos números son realmente aterradores, y muy reveladores.
Por supuesto, esos números son solo la punta de la desgracia, pues se refieren a los cubanos que han tenido la oportunidad de emigrar. Si hacemos una encuesta en Cuba y preguntamos quiénes cambiarían su pasaporte cubano por español, estadounidense o aún de Angola, casi seguro nos quedamos sin fuerza productiva en el país.
Las razones son obvias. Uno de los legados de la revolución es la creación de un país sin esperanzas y una de las consecuencias de esto es la de tener unos de los pasaportes menos valorados en el mundo.
Recientemente la consultora británica Henley & Partners realizó un estudio sobre los pasaportes más valorados en el mundo y de Latinoamérica. Me llamó mucho la atención los dos extremos de la lista. En Latinoamérica, al tope entre los cinco más valorados estaban nuestros vecinos Argentina, Brasil, Chile, Mexico y Uruguay. Como era de esperarse al final de la lista de 18 países de Latinoamérica estaba Cuba, solo superada por República Dominicana y Haití.
Este desprecio de casi todos los países del mundo por el pasaporte cubano refleja esa tendencia de los cubanos "al llega y pon". Casi ningún país del mundo nos cree ya que queremos ir de visita o turismo, la tendencia es la emigración y el escape de ese "paraíso tropical" que tan bien describe la prensa oficialista.
Mientras tanto, yo sigo intentándolo con el clarinete. Los resultados no son alentadores, pero disfruto cada minuto de práctica. Por desgracia no puedo decir lo mismo (a corto plazo) de mis esperanzas de tener una nación próspera y deseada por mis compatriotas.
Aunque ya casi todos los cubanos pueden salir de Cuba sin la necesidad de pedir permiso al Gobierno (como hasta hace muy poco), mientras el proyecto de nación sea proyectado por los mismos músicos que llegaron al poder hace más de 50 años, yo les aconsejaría que aprendieran un instrumento musical por su propia cuenta aunque no les suene bien, porque de La Habana seguirán sonado los mismos ritmos, y una de las consecuencias es que el cubano seguirá siendo ese pasaporte maligno que casi ninguno de nosotros quiere.

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