martes, 29 de julio de 2014

Santa y Virgen no irán al infierno

Santa y Virgen no irán al infierno

Sólo ella y su santa picardía sabrán lo que le dicen al turista. Tienen 81 y 87 años: cabezas floreadas, labios llameantes, y salen a luchar las calles

1. Sólo ella y su santa picardía saben lo que está diciendo Santa al turista- Foto JHF
Sólo ella y su santa picardía saben lo que está diciendo Santa al turista- Foto JHF
LA HABANA, Cuba -Sólo ella y su santa picardía sabrán lo que le estaba diciendo Santa al turista en el momento en que los retraté. En su campo de lucha, que es la habanera calle Empedrado, muy cerca de la Bodeguita del Medio, Santa y Virgen (nombres de guerra, por supuesto) dicen y hacen a diario todo lo que sea menester para ganarse el chícharo, a edades que pueden despertar lástima o indignación, según quienes las observen, pero que no influye para nada en la actitud divertida con que ellas asumen su oficio. Una tiene 81 años de edad, la otra 87.
2. Santa y Virgen no irán al infierno- JHF
Santa y Virgen no irán al infierno- JHF
¿Y cuál es su oficio? Luchar la jama, fue la tajante respuesta que me dio Santa, que es la más gruesa. En tanto, Virgen, más cautelosa, tal vez por ser la mayor, agregó que reciben asistencia social de 60 pesos mensuales (algo más de 2 dólares), pero no alcanzan ni para el desayuno del mes. Tampoco es que no tengan hijos u otros familiares –dijo-, pero éstos tomaron sus propios rumbos, tratando de asegurar la sobrevivencia, y ellas no pueden sentarse a esperar lo que caiga del cielo.
Así es que se emperifollan bien (cabezas floreadas, labios llameantes a la antigua usanza, profusión de colorete en las mejillas, cejas a lo María Félix…), echan algo en un pozuelo azul, para que no les chillen las tripas al mediodía, y salen a luchar.
4. El campo de lucha de Santa y Virgen - Foto JHF
El campo de lucha de Santa y Virgen – Foto JHF
Un CUC para cada una por cada turista que acceda a retratarse entre las dos. En el consorcio de Santa y Virgen parece radicar su principal fortaleza. No están emparentadas por la sangre sino por las contingencias, lazo que suele ser más sólido. Comparten una vieja amistad, un pasado común, y tantas peripecias y secretos que no podrían resumir ni en la más extensa entrevista. Además, se niegan a desempolvar recuerdos de otros tiempos que si bien no fueron mucho más fáciles que el presente –aseguran ellas-, tampoco menos divertidos.
Con su descorazonadora forma de enfrentar la subsistencia, y con su imagen peculiar, abierta a tantas lecturas como tipos de lectores haya, provocan los más diversos comentarios de los habaneros, a la vez que estimulan desde los más frívolos hasta los más despiadados y aun sórdidos antojos de los turistas. Desde el tan aberrado souvenir que puede representar una foto entre reliquias del oprobio tiránico y tercermundista, hasta la idea, aún más oprobiosa, de la gerontofilia.
De cualquier modo, en lo que a mí respecta, no encuentro la manera de verlas sino como a dos ancianas más respetables cuanto más desvalidas. Quienes tienen o han tenido una madre o una abuela octogenaria, entenderán mis razones.
Santa y Virgen no irán al infierno. No lo merecen. Son otros quienes lo merecen por ellas.
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