domingo, 10 de agosto de 2014

La Calzada de Diez de Octubre y el infierno

La Calzada de Diez de Octubre y el infierno

Calzada de Diez de Octubre, La Habana. (SKYSCRAPERCITY.COM)
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Cuando Benedicto XVI visitó Cuba alguien dijo que si quería acercarse de verdad al pueblo cubano debería recorrer esa calzada habanera.
Recuerdo muy bien que, con motivo de la visita del Papa Benedicto XVI a Cuba, un articulista de Havana Times pedía al Sumo Pontífice que si quería acercarse de verdad al pueblo cubano debería recorrer la Calzada de Diez de Octubre y conversar con sus residentes.
Por supuesto, el Papa no lo hizo.  Los jerarcas del castrismo no iban a someterlo a semejante espectáculo, pues Ratzinger palparía las carencias de los cubanos y el deplorable estado de una avenida, que antaño, por su belleza y bajo el nombre de Calzada de Jesús del Monte, conmoviera la pluma del gran poeta habanero Eliseo Diego.
No hay casa, comercio o edificio de esta populosa avenida capitalina que no esté necesitado —al menos— de pintura o que su fachada necesite ser restaurada de manera parcial o total. Las grandes mansiones de principios del siglo pasado, con variados y exuberantes estilos arquitectónicos, están todas en ruinas. Numerosos edificios de habitaciones se hallan apuntalados por peligro de derrumbe, y solo un milagro ha impedido que no se hayan desplomado a estas alturas.
Una inmensa cafetería que abarca casi por entero la extensión de una cuadra entre Goicuría y Patrocinio  está cerrada desde hace años y necesitada de una reparación capital. A  su vez, las pocas cafeterías privadas u otros pequeños comercios —vendedores de discos, joyeros y fosforeros— deben hacer sus ofertas en espacios muy reducidos o en condiciones de hacinamiento, y en casi todas las cafeterías no existe una silla y mesa para sentarse.
Muchas edificaciones y antiguas mansiones, fragmentadas en mil pedazos, son  cuarterías donde malviven muchas familias de otras regiones del país, que han emigrado en las últimas décadas a la capital cubana en busca de una vida mejor.
En la calzada existen dos librerías, pero una de ellas, la Carlos J. Finlay, hace años permanece cerrada. Su puerta de cristal permite ver el estado del local: el polvo es  dueño y señor del lugar, en medio de estantes, cajas y libros regados. A modo de exhibición está un ventilador muy viejo y roto, y —según una vecina— los ratones no dejan de hacer estragos en las casas aledañas.
Ante tamaño desastre el descontento popular se ha hecho notar y puede encontrarse, cerca de una unidad estatal en deplorables condiciones constructivas, un graffiti muy revelador, un grito de auxilio: "S.O.S Venezuela". Sin embargo, la mayor sorpresa de una caminata por esta avenida aparece en  en la siguiente cuadra, en la esquina de Tamarindo y Diez de Octubre, en una pared muy sucia. Apenas perceptible por estar escrito a lápiz, puede leerse esta consigna impactante: "NO † CASTROS".
Que semejante frase permanezca allí a la vista de todo el mundo y no haya sido borrada solo tiene una explicación: para poder distinguirla hay que acercarse a pocos metros de la pared y, puesto que ese pedazo carece de acera,  casi nadie se acerca. A todas luces, nadie del aparato gubernamental ha visto el cartel y lo ha mandado a borrar.  
Cerca de allí existió el llamado Ten Cents, uno de los más florecientes comercios de esa avenida, pero de aquel centro comercial tan surtido ni rastro queda. En la actualidad el lugar carece de techo, y la estructura que está en pie solo admitiría ser demolida debido a su insalvable estado de deterioro. En la actualidad es un pequeño parqueo de autos que necesita la protección de dos custodios.
La olvidada belleza de esa calzada consistía en una inigualable combinación de variadísimos comercios de todo tipo con carteles lumínicos desplegados a gran altura, junto a suntuosas mansiones y edificios construidos en zonas elevadas en una zona geográfica que se caracteriza por su irregularidad y donde existen varias curvas.
La Calzada de Jesús del Monte murió junto al poeta que tanto la exaltó. La de Diez de Octubre (porque hasta el nombre de las calles cambió el castrismo) es una muestra del subdesarrollo más cruel. Una imagen viviente de un régimen que se resiste a morir y de sus habitantes que no logran prosperar. El infierno ha descendido a nuestra Isla. Basta solo asomarse a Diez de Octubre.

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