"Desalojos ideológicos
Niña de familia desalojada por la Seguridad del Estado. Centro Habana,
mayo de 2014. (W. CACER DIAZ)
JUAN MARTIN LORENZO | Toronto | 21 Oct 2014 - 9:24 am. | 13
Los familiares de los deportistas José Miguel Fernández y de Lázaro
Herrera, recientemente escapados de Cuba, han sido desalojados de sus
casas. La respuesta de las autoridades de la Isla es escueta: sus
casas eran "medios básicos" del INDER.
La entidad deportiva gubernamental funciona, como todas las entidades
del gobierno de Cuba, esencialmente como un instrumento de extorsión.
En este caso a los atletas. Les concedieron la casa como "premio" a
sus excelencias deportivas, en tanto en cuanto fueran herramientas
útiles en el entramado "deportivo" del Gobierno.
Pero decidieron escapar y buscar su futuro en alguna otra parte. Y el
instrumento de extorsión ejerció su poder: les quitaron la casa a sus
ocupantes, a sus familiares.
Esta es la forma sencilla, locuaz, con que el Gobierno manipula a sus
piezas en el tablero social.
Funciona así: eres un medio básico del Gobierno, que te puede
desalojar en cuanto dejas de ser útil, en cuanto te conviertes en
ciudadano, ejerces tu independencia y decides tu destino. Si sigues
siendo la clavija automática, mantienes el pedacito de techo.
Pura extorsión.
A ellos, como tantos otros, les otorgan estas casas en este estatus de
control, para extenderlos a sus vidas, sus opiniones, sus movimientos
dentro del país y fuera, y su futuro.
Es uno de los tantos mecanismos que la dictadura utiliza, no solo en
el deporte, en cualquier segmento de la sociedad, para controlar al
ciudadano.
Mientras, a los generales, sus hijos y parientes, ministros y doctores
ideológicos del Gobierno se les reparten casas cada vez que se
divorcian, cambian de pareja o sencillamente necesitan alguna para su
sostenida de conveniencia. Para ellos no hay "llega y pon".
Este último plan es para el cubano común, que llega a La Habana,
quizás de Oriente, escala algún rincón desocupado, abandonado y
construye esos "bajareques" de madera que se dispersan en muchos
rincones de la capital. Los nombres de esos "lunares oscuros del
malvivir" son tan surrealistas como la convivencia en ellos.
Curiosamente, los gobernantes cubanos son también "palestinos".
Vinieron de Oriente, pero no son repatriados de las oficinas del
Gobierno.
El desalojo en Cuba nunca se terminó, aunque la historia que se enseña
a los pioneros "por el comunismo" en la Isla los "detuvo" en 1958, con
la huida de Batista. Para la prensa internacional, tampoco existen.
Están sometidos al embargo del Gobierno de Cuba... sobre la información,
la verdad y la vida cotidiana del ciudadano normal del país.
Víctimas de un bloqueo del que nadie quiere hablar. Ni el The New York Times.
Sin embargo, ¿son esos los únicos desalojos conocidos?
Pensemos, ¿cuántas víctimas de desalojo cultural ha tenido nuestro
país? ¿Cuántos escritores se les ha negado su voz, su palabra, sus
versos? ¿A cuántos intelectuales les callaron sus pensamientos, se les
prohibió sus libros, les condenaron al silencio?
Ponga nombres. Hay cientos. Eso es desalojo.
¿A cuántos estudiantes universitarios se les tronchó su carrera por
llevar pelo largo, unos jeans de "diversionismo ideológico" o una
oreja perforada con un arete en aquellos años grises de Armando Hart
como ministro de "Educación"?
A Hart le premiaron con una casa, construida con especial celo durante
el peor momento del "periodo especial", con piscina climatizada.
O pensemos en los hijos de opositores, disidentes, religiosos que no
quisieron ser "pioneros por ningún comunismo" y no quisieron oír el
nombre de aquel sinvergüenza argentino. Sufrieron desalojo de lo más
esencial que debe garantizar un gobierno: tolerancia en la educación,
diversidad en el pensamiento, respeto a la integridad física de la
niñez y la juventud.
Eso también es desalojo.
¿Cuántos cubanos han sido echados de su trabajo por informaciones del
CDR, de ese órgano de chismería desvergonzada, vigilancia del
desparpajo y la inmoralidad? ¿Cuántos maestros fueron echados del
sistema de educación? ¿A cuántos profesionales de la salud les han
impedido ejercer? ¿Cuántas personas han sido vilipendiadas
públicamente, sin derecho y posibilidad a la justa defensa de sus
opiniones y criterios, para después quedarse en la calle, condenados
al ostracismo?
Su "delito": ser opositor, o siquiera tener una opinión diferente del
Gobierno, del que ejerce descaradamente la función de gobierno, y del
que se presta al chisme político, a la chivatería ideológica, al
desparpajo de Estado.
Eso también es desalojo.
¿Cuántos supuestos militantes de la UJC y de ese partido único fueron
desalojados de su militancia porque no quisieron embarcarse hacia
Angola, Etiopía u otros lugares?
Ellos también fueron víctimas de un desalojo ideológico, doblemente
vergonzoso porque, supuestamente, ejercían el mismo pensamiento único.
¿O no?
Fueron también desalojados de su pertenencia.
¿Cuántos jóvenes, cubanos de cualquiera edad, que nadie conoce pero
existen, han sido multados, llevados a la fuerza a una movilización
militar, o a la cárcel por negarse a ir, o por pertenecer a eso que
llaman FAR y es obligatorio?
La voluntad de pertenecer, defender un país o incluso vivir en él y
sentirse parte de él es personal. Nadie tiene derecho a la coacción, a
la influencia ideológica, y a la presión física contra los miembros de
una sociedad que no quieren o deseen ser parte de esa comunidad.
Es también desalojo de la libertad de elección.
Para los que vivimos lejos de Cuba, que emigramos o nos exiliamos, la
absurda exigencia a un permiso de entrada es un desalojo de nuestro
derecho a visitar a nuestro país. Las naciones no son pertenencias
ideológicas de ningún partido, filosofía o grupo de poder.
Eso es también desalojo.
La imagen que encabeza este artículo pertenece a un fotógrafo y
periodista independiente cubano, William Cácer Díaz, que desde su
cuenta en Twitter (@willysincensura) mostró algunas de las imágenes
del desalojo de una familia en La Habana, por varios agentes de la
Seguridad del Estado, en mayo de este mismo año.
En ese desalojo el padre de familia fue arrestado y conducido a un
lugar desconocido. Estas son imágenes que ocurren muy cotidianamente
en Cuba. No aparecen en la prensa del Gobierno, tampoco en la prensa
internacional. No ocupa una línea en ningún editorial del The New York
Times.
Son los desalojos escolásticos que todos conocemos. Los que ocurren en
los "llega y pon" de la Ciudad Deportiva, o por algún rincón de Centro
Habana y el Vedado. O los que existen en ciudadelas como "El
Palenque", al lado del hospital ortopédico Frank País.
¿Han visto sus imágenes alguna vez en la prensa cubana, o en la internacional?
Nunca.
Los desalojos cubanos no interesan a los periodistas. No son noticias.
Son parte de la hipocresía silenciosa de la prensa alrededor del
apellido mediático de Castro.
¡Cómplices!"
Niña de familia desalojada por la Seguridad del Estado. Centro Habana,
mayo de 2014. (W. CACER DIAZ)
JUAN MARTIN LORENZO | Toronto | 21 Oct 2014 - 9:24 am. | 13
Los familiares de los deportistas José Miguel Fernández y de Lázaro
Herrera, recientemente escapados de Cuba, han sido desalojados de sus
casas. La respuesta de las autoridades de la Isla es escueta: sus
casas eran "medios básicos" del INDER.
La entidad deportiva gubernamental funciona, como todas las entidades
del gobierno de Cuba, esencialmente como un instrumento de extorsión.
En este caso a los atletas. Les concedieron la casa como "premio" a
sus excelencias deportivas, en tanto en cuanto fueran herramientas
útiles en el entramado "deportivo" del Gobierno.
Pero decidieron escapar y buscar su futuro en alguna otra parte. Y el
instrumento de extorsión ejerció su poder: les quitaron la casa a sus
ocupantes, a sus familiares.
Esta es la forma sencilla, locuaz, con que el Gobierno manipula a sus
piezas en el tablero social.
Funciona así: eres un medio básico del Gobierno, que te puede
desalojar en cuanto dejas de ser útil, en cuanto te conviertes en
ciudadano, ejerces tu independencia y decides tu destino. Si sigues
siendo la clavija automática, mantienes el pedacito de techo.
Pura extorsión.
A ellos, como tantos otros, les otorgan estas casas en este estatus de
control, para extenderlos a sus vidas, sus opiniones, sus movimientos
dentro del país y fuera, y su futuro.
Es uno de los tantos mecanismos que la dictadura utiliza, no solo en
el deporte, en cualquier segmento de la sociedad, para controlar al
ciudadano.
Mientras, a los generales, sus hijos y parientes, ministros y doctores
ideológicos del Gobierno se les reparten casas cada vez que se
divorcian, cambian de pareja o sencillamente necesitan alguna para su
sostenida de conveniencia. Para ellos no hay "llega y pon".
Este último plan es para el cubano común, que llega a La Habana,
quizás de Oriente, escala algún rincón desocupado, abandonado y
construye esos "bajareques" de madera que se dispersan en muchos
rincones de la capital. Los nombres de esos "lunares oscuros del
malvivir" son tan surrealistas como la convivencia en ellos.
Curiosamente, los gobernantes cubanos son también "palestinos".
Vinieron de Oriente, pero no son repatriados de las oficinas del
Gobierno.
El desalojo en Cuba nunca se terminó, aunque la historia que se enseña
a los pioneros "por el comunismo" en la Isla los "detuvo" en 1958, con
la huida de Batista. Para la prensa internacional, tampoco existen.
Están sometidos al embargo del Gobierno de Cuba... sobre la información,
la verdad y la vida cotidiana del ciudadano normal del país.
Víctimas de un bloqueo del que nadie quiere hablar. Ni el The New York Times.
Sin embargo, ¿son esos los únicos desalojos conocidos?
Pensemos, ¿cuántas víctimas de desalojo cultural ha tenido nuestro
país? ¿Cuántos escritores se les ha negado su voz, su palabra, sus
versos? ¿A cuántos intelectuales les callaron sus pensamientos, se les
prohibió sus libros, les condenaron al silencio?
Ponga nombres. Hay cientos. Eso es desalojo.
¿A cuántos estudiantes universitarios se les tronchó su carrera por
llevar pelo largo, unos jeans de "diversionismo ideológico" o una
oreja perforada con un arete en aquellos años grises de Armando Hart
como ministro de "Educación"?
A Hart le premiaron con una casa, construida con especial celo durante
el peor momento del "periodo especial", con piscina climatizada.
O pensemos en los hijos de opositores, disidentes, religiosos que no
quisieron ser "pioneros por ningún comunismo" y no quisieron oír el
nombre de aquel sinvergüenza argentino. Sufrieron desalojo de lo más
esencial que debe garantizar un gobierno: tolerancia en la educación,
diversidad en el pensamiento, respeto a la integridad física de la
niñez y la juventud.
Eso también es desalojo.
¿Cuántos cubanos han sido echados de su trabajo por informaciones del
CDR, de ese órgano de chismería desvergonzada, vigilancia del
desparpajo y la inmoralidad? ¿Cuántos maestros fueron echados del
sistema de educación? ¿A cuántos profesionales de la salud les han
impedido ejercer? ¿Cuántas personas han sido vilipendiadas
públicamente, sin derecho y posibilidad a la justa defensa de sus
opiniones y criterios, para después quedarse en la calle, condenados
al ostracismo?
Su "delito": ser opositor, o siquiera tener una opinión diferente del
Gobierno, del que ejerce descaradamente la función de gobierno, y del
que se presta al chisme político, a la chivatería ideológica, al
desparpajo de Estado.
Eso también es desalojo.
¿Cuántos supuestos militantes de la UJC y de ese partido único fueron
desalojados de su militancia porque no quisieron embarcarse hacia
Angola, Etiopía u otros lugares?
Ellos también fueron víctimas de un desalojo ideológico, doblemente
vergonzoso porque, supuestamente, ejercían el mismo pensamiento único.
¿O no?
Fueron también desalojados de su pertenencia.
¿Cuántos jóvenes, cubanos de cualquiera edad, que nadie conoce pero
existen, han sido multados, llevados a la fuerza a una movilización
militar, o a la cárcel por negarse a ir, o por pertenecer a eso que
llaman FAR y es obligatorio?
La voluntad de pertenecer, defender un país o incluso vivir en él y
sentirse parte de él es personal. Nadie tiene derecho a la coacción, a
la influencia ideológica, y a la presión física contra los miembros de
una sociedad que no quieren o deseen ser parte de esa comunidad.
Es también desalojo de la libertad de elección.
Para los que vivimos lejos de Cuba, que emigramos o nos exiliamos, la
absurda exigencia a un permiso de entrada es un desalojo de nuestro
derecho a visitar a nuestro país. Las naciones no son pertenencias
ideológicas de ningún partido, filosofía o grupo de poder.
Eso es también desalojo.
La imagen que encabeza este artículo pertenece a un fotógrafo y
periodista independiente cubano, William Cácer Díaz, que desde su
cuenta en Twitter (@willysincensura) mostró algunas de las imágenes
del desalojo de una familia en La Habana, por varios agentes de la
Seguridad del Estado, en mayo de este mismo año.
En ese desalojo el padre de familia fue arrestado y conducido a un
lugar desconocido. Estas son imágenes que ocurren muy cotidianamente
en Cuba. No aparecen en la prensa del Gobierno, tampoco en la prensa
internacional. No ocupa una línea en ningún editorial del The New York
Times.
Son los desalojos escolásticos que todos conocemos. Los que ocurren en
los "llega y pon" de la Ciudad Deportiva, o por algún rincón de Centro
Habana y el Vedado. O los que existen en ciudadelas como "El
Palenque", al lado del hospital ortopédico Frank País.
¿Han visto sus imágenes alguna vez en la prensa cubana, o en la internacional?
Nunca.
Los desalojos cubanos no interesan a los periodistas. No son noticias.
Son parte de la hipocresía silenciosa de la prensa alrededor del
apellido mediático de Castro.
¡Cómplices!"
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