lunes, 13 de octubre de 2014

UN RECLAMO POR NUESTRO HABITAT


Un reclamo por nuestro hábitat

En lugar de aplicar medidas eficaces para el saneamiento de nuestro entorno, el gobierno cubano distrae la atención del pueblo con el viejo método de criticar a nuestros vecinos desarrollados.


auto gases 500x400LA HABANA, Cuba -En más de una ocasión hemos escuchado y leído que los países pobres exigen a los industrializados que los ayuden a mitigar las consecuencias del cambio climático, cuyos efectos se hacen sentir hace ya varios años. Mientras, el gobierno cubano no pierde la ocasión para culpar a EEUU de ser el país de mayor desarrollo que más gases de efecto invernadero emite.
Todos sabemos que son las naciones pobres las que tienen una menor capacidad de adaptación económica, entre ellas Cuba. En el diario del partido comunista, Granma, el 3 de septiembre de 2014 apareció un artículo con el título “Incentiva Cuba acciones contra impacto del cambio climático”, en el que Elba Rosa Pérez Montoya, ministra de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), en el marco de la 3ª Conferencia sobre los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo, que sesionó en Apia, capital de la isla de Samoa (Oceanía) declaró: “Cuba cuenta con un programa de enfrentamiento al cambio climático”.
Sin embargo, como sucede en otras ocasiones, las medidas son imperceptibles para la población, que apenas se involucra ni se siente motivada, porque no existe una política de protección a nuestro hábitat ni el gobierno tiene un programa que mostrar.
Durante la llamada revolución energética, con la finalidad de ahorrar gasolina y emplear en su lugar petróleo, que es más barato, se reabasteció el transporte público con nuevos autobuses -un ejemplo son las guaguas Girón (bautizadas por la población como “aspirinas”) empleadas en el transporte escolar y laboral- y se autorizó el cambio para motor de petróleo también en el sector privado. A estos últimos, el Estado les vende dichos motores y les ofrece el servicio de instalárselos. Y aunque hace unos meses se les ha comenzado a devolver los motores de gasolina, antes el Estado se quedaba con ellos.
Es necesario señalar que los viejos carros que circulan por nuestras calles tienen graves problemas técnicos que muchas veces sus dueños no pueden resolver por la escasez de piezas. Estas deficiencias repercuten en un aumento de la emisión a la atmósfera de dióxido de carbono, uno de los gases de efecto invernadero y que en este caso además es tóxico para los seres vivos.
Tampoco el Estado incentiva ya el uso de bicicletas. Hace algunos años –durante uno de los tantos “maratones” que caracterizan a este gobierno-, muchos trabajadores y estudiantes las utilizaban. Unas eran rusas, y otras, chinas, y para arreglarlas se encontraban las piezas necesarias a precios asequibles. Se crearon parqueos para ellas en centros de trabajo y estudio. También en las avenidas de mucho tráfico se habilitaron carriles para los ciclistas. Pero con la caída del campo socialista, cesaron los programas de venta a estudiantes y obreros. Más tarde, las comenzaron a vender en la shopping a precios inalcanzables para la población. Fue así como desaparecieron de nuestras calles las bicicletas, que contribuían no solo a aliviar la grave situación del transporte, sino también a la limpieza del aire que respiramos.

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